Risa da escuchar a esos tontos que, insuflados por lo que les enseñó papá, el cura del colegio, la modelito que presenta las noticias, creen que Juan Manuel Santos, al sentarse a dialogar con las FARC, se adhería inmediatamente al credo comunista.
Nadie como el presidente ha sido más neoliberal en la historia de este país, ni siquiera Gaviria con la apertura económica de principios de los noventa que acabó de un solo plumazo con la microempresa. Mientras fue ministro de hacienda de Andrés Pastrana, Santos vendió ISA, la mayor transportadora de energía del país, Carbocol y la empresa de teléfonos de Bogotá. Además ya, a mediados del año 2000, soñaba con subastar a Isagén.
El uribismo, ese incitador del odio, ha recurrido, con maestría, a tildar de socialista a Santos a sabiendas que en la goda Colombia no hay apelativo que reste más votos y popularidad. Los colombianos, siempre felices y borrachos, sin tiempo para leer o investigar, tragaron entero y creyeron a pie juntillas que el comunismo nos gobernaría. “Ahí están las pruebas en La Habana,” gritaban. Santos le dio la mano a Timochenko, por lo tanto, al entrar en contacto con la piel del líder de las FARC, el virus del socialismo se inocularía en el organismo y la transformación sería inmediata.
En la oscuridad mental en que estamos sumergidos no hay un resquicio siquiera para racionalizar. Si bien entre los fracasos del bloque socialista se cuentan millones de muertos, campos de concentración para homosexuales y librepensadores y el aniquilamiento del arte y el buen gusto, hay que reconocer que en Venezuela o en Cuba nunca vendieron al mejor postor la salud, la educación y el agua. Allí los recursos naturales están a salvo: son innegociables.
Sin quererlo, el uribismo ha despertado una fibra socialista que el colombiano tenía dormida: la de sentir orgullo por nuestros propios recursos e indignarnos si el Gobierno de turno los vende a una multinacional. En medio de la indignación unánime que ha generado la venta de Isagén nadie, a excepción del hipócrita del Óscar Iván Zuluaga que la intentó vender en el 2007 mientras era Ministro de Hacienda, está lamentando que la plata de la venta tenga como uno de sus fines subsidiar el posconflicto. Lo que les da rabia a los colombianos es la seria sospecha de que los seis billones que recibirá el Gobierno se usen para pavimentar la candidatura de Vargas Lleras. ¿Quién votará por el vicepresidente después de la infame subasta?
Después de esta venta el saqueo, iniciado por Marroquín y la venta de Panamá, ha concluido. Ya no queda nada por vender, solo Ecopetrol y eso sucederá cuando Vargas Lleras, si el tumor no lo mata antes, se monte en el poder. Óscar Iván y su Patrón están tristes e indignados: Santos fue más vivo, más hampón que ellos. Sin embargo, la lucha no ha terminado y no tendrán empacho en seguirle diciendo en su twitter que este neoliberal salvaje, discípulo de Tony Blair y su tercera vía, es el más radical y despiadado de los comunistas que ha habitado este continente.