Muchos creen que es un personaje con gran complejo de inferioridad y por lo tanto actúa o actuó como un reyezuelo. Otros creemos que simplemente jugó al dictador. A lo mejor, mentalmente, no ha salido del monte. Al que vive mucho tiempo en la maleza, algo se le pega, qué vamos a hacer.
Obviamente me refiero a Gustavo Petro, por fortuna hoy alcalde de salida. No sé en qué mala hora a Bogotá, que ya venía despedazada por Samuelito, cual carne desmechada, se le ocurrió en el 2011 elegir alcalde a este personaje que debimos padecer en su cuatrienio. Hoy nos entrega una Bogotá dividida, de odios, excluida por los inversionistas que habrían significado desarrollo y que prefirieron mirar hacia Medellín, Barranquilla o Pereira estos cuatro años.
Navarro Wolff se abrió al inicio del gobierno de Petro,
cuando se dió cuenta que Bogotá
salía de “Guatemala” para entrar en “guatepeor”
Improvisaciones, cortinas de humo, destituciones a dedo, componendas por debajo de cuerda. No en vano Navarro Wolff —quien en su momento buscó una “palomita” al frente de Bogotá—, se abrió al inicio del gobierno de Petro, cuando se dió cuenta de la realidad. Que Bogotá salía de “Guatemala” para entrar en “guatepeor”.
No sé cómo recibirán desde el próximo 1 de enero al exalcalde Petro en las localidades populares. A esas que él mismo, en desarrollo de la “Bogotá Humana”, les canceló los comedores escolares, donde los niños recibían su alimento, tal vez el único del día, porque así lo decretó el líder progresista. Qué decir de su directriz para acabar los colegios por concesión. A afortunadamente, a último momento se arrepintió, pero puso en riesgo a muchos jóvenes que bajo ese modelo terminaron sus estudios; porque la ciudad, a través de instituciones educativas, les garantizó asistir a clases a miles de estudiantes sin recursos. Quién lo creyera, para acabar con este modelo se descubrió que una abogada esposa de uno de sus defensores en los tribunales, recibía más de siete millones al mes, del presupuesto de la misma Secretaria de Educación del Distrito.
Mientras esto ocurría, tuvimos un balcón abarrotado por funcionarios del Distrito, escuchando al alcalde hablar ante ciudadanos de todas las edades sobre una mafia, ya no liderada por Uribe sino por Santos, Vargas Lleras, entre otros nombres incluidos en su lista, que lo querían sacar —después apoyó la reelección de Santos— dándole a los bogotanos una dosis tranquilizante en medio de los asesinatos, el sicariato, los desplazados y los verdaderos problemas de la capital.
Desde su posesión no hizo más que dar bandazos, ebrio de soberbia y de torpeza. Si le llegaran a poner el alcoholímetro del ego, tendrían que quitarle la licencia para dirigir cualquier vereda de por vida. Me pregunto hasta cuándo Bogotá seguirá secuestrada por sus discursos, y por su pataleta de una nueva constituyente cuando sea ex.
Solo quedan 30 días de Petro en el cargo. Su gobierno no despegó y la herencia ronda con ánimo de aferrarse al poder anunciando que su apuesta será el escenario nacional. Por ahora, expectantes de este despelote capital que nos deja, se concluye en un susurro colectivo: un déspota de izquierda es simplemente un déspota.
@josiasfiesco
Publicada originalmente: 16 nov. 2015