Durante el siglo XX, sobre todo en sus décadas finales, surgió en Colombia la figura de los desplazados, personas que tenían que dejar sus viviendas y huir a lugares donde pudieran empezar de nuevo. Esta categoría nace en el seno del conflicto armado, haciendo poco probable que los colombianos de hoy asocien esta palabra a otras problemáticas. El cambio climático, cuyos efectos son fácilmente perceptibles hoy en Colombia y el mundo, podría generar una ola masiva de desplazados por afectaciones graves en el ambiente.
En un país como Colombia, los habitantes de las grandes ciudades poco pueden imaginar como el cambio climático obliga a las personas a dejar sus tierras. En los últimos años en el país vivimos una intensa sequía que afectó especialmente a la región de la Orinoquia, generando pérdidas en actividades económicas como la ganadería y la agricultura, principal motor de la alimentación, no solo en Colombia, sino en el mundo; además en córdoba, en la subregión bajo Sinú en 2017, se dio el caso contrario y las inundaciones arrasaron con cultivos, viviendas y en muchos casos, familias enteras tuvieron que desplazarse a los centros urbanos.
En la cumbre sobre cambio climático que se celebró en parís y que reunió a representantes de más 150 países en el mundo se pactó no solo de reducir la contaminación en el planeta, sino también evitar que más de 200 millones de personas abandonen sus hogares en los últimos treinta años.
Aun con estas escandalosas cifras en Colombia se dice muy poco sobre esta problemática global, que sin lugar a dudas ha tocado nuestra sociedad, aunque por ahora, el impactó no ha sido lo suficientemente notable en las ciudades como para generar preocupación. Y es que no solo debemos esperar que el número de la población en la ciudad crezca por los continuos desplazamientos, también es de esperarse un desabastecimiento de productos agrícolas y posibles hambrunas como las que se viven en poblaciones de la guajira, que poco tienen que ver con el llamado castrochavismo.
Seguir ignorando esto puede ser grave, sobre todo, teniendo en cuenta que por nuestras negligencias se dieron muchos desastres naturales que pudieron ser “menos peores”, como la tragedia de armero o la de Mocoa. Por eso la sociedad colombiana debe hacer esfuerzos para mitigar los impactos del cambio climático, que en nuestro país se agravan por su pésima distribución de riquezas y su política extractiva irresponsable que no mide los daños colaterales que hace a las distintas esferas humanas (economía, cultura, etc.) de las poblaciones colombianas.