Desplazados: personas que flotan, como fantasmas, sobre el paisaje

Desplazados: personas que flotan, como fantasmas, sobre el paisaje

Fueron 300 desplazados los que dejó la puja entre las Farc y el ELN en Almaguer, en Cauca. Así como ellos, muchos dejan atrás cosas que no se pueden recuperar

Por: Javier Hernández Ramírez
agosto 18, 2022
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Desplazados: personas que flotan, como fantasmas, sobre el paisaje
Foto: Flicker

Una verdad no dicha, que subyace en el fondo de esta enorme tragedia que vivimos como pueblo.

Sucede cada día en nuestro país. ¿Quiénes son? ¿Cuántos son hoy? ¿De dónde vienen? Nadie sabe a ciencia cierta. Pero, como dice la gente: van por ahí, están por ahí, vienen de por ahí. Y aunque las cifras no se ponen de acuerdo, pues varían según la fuente, lo más seguro es que ronda por los 7.000.000 de sin hogar, víctimas de las distintas violencias que padecemos. Y por eso duele más su desolador calvario: porque cada vez que una de estas evasivas preguntas es dicha por alguien con tal indiferencia, recibe la clásica respuesta de aquel que nada sabe, para calmar la curiosidad malsana de otro a quien tampoco le interesa tan amargo asunto.

Ese es el peor sino de todos los que tienen que migrar de su tierra o su querencia, a la fuerza: ir por ahí, estar por ahí, venir de por ahí... y no importarle a nadie. Lo peor es que, sí se trata de un pobre, va a dar por ahí, a esa rara nebulosa en la que ninguno sabe con exactitud adonde pertenece y menos por donde irá a parar, pues obligados por la fuerza de la violencia, se han quedado sin raíces. Y hay algo no muy visible: el hecho de que los desplazados son de dos clases, los más pobres que le estorbaron a alguien y son muy fáciles de expoliar, que son casi todos; y algunos de los más ricos, unos pocos, que se volvieron vulnerables para la codicia ajena. Pero los hay. Sí, algunos ricos creadores de empleo, aunque suene absurdo también tuvieron que abandonar su cotidianidad tranquila.

Todos fueron desplazados porque, por una u otra razón, le estorbaron a alguien. Debieron huir. Porque sin saberlo ni ganarlo, provocaron ambición insana, u odio demencial es los violentos que les tocó, como “dotación” en la marea de violencias que en que vivimos inmersos. Sí eres rico en bienes, te maltrata la envidia o la ambición ajenas, te extorsionan y/o roban patrimonio y tranquilidad. De una vida muelle aprendes el miedo.

Lo “bueno”, es que, como tienes medios económicos, simplemente, cambias de paisaje, pero a tu gusto, tú, eliges en donde ir a mascar tu amargura. Pero sí eres un pobretón con tres cuadras de tierra, y alguien con el poder, la fuerza y la ambición necesarias, te arranca por la fuerza de lo poco que tienes, quedas hecho un paria. Tu horizonte se acaba, no hay otro sitio amable a al cual migrar. Quedas a la deriva de la vida. Ningún lugar del mundo es grato.

Vivimos en una absurda maratón de gentes desplazadas, de sueños desplazados…de futuro desplazado. Estamos aprendiendo a huir a…  vivir sin esperanza.  Enajenamos al prójimo.

Pero las víctimas principales han sido los pequeños propietarios rurales. Son muchos más los desplazados y despojados que apenas sí tenían una forma de vida de supervivencia: un escarbadero para sobrevivir a duras penas. Tres cuadras de tierra, que “se coserán” como por arte de magia, a la colcha de retazos que, con otros parches ya despojados, crearon un nuevo terrateniente. O que te “compraron” de afán por hacerte un “favor”, casi siempre a precio de gallina robada…sí es que te pagaron un peso.

Y como para todos hay, también algunos pudientes debieron huir. De pronto su fortuna resultó ser un apetitoso caramelo, para alguien con poder de chantaje suficiente para “poner un impuesto, o expropiar” su querencia.  Como sea los desplazados flotan como fantasmas sobre el paisaje de una patria que no pueden llamar propia. Unos y otros, bajo circunstancias distintas, porque distintas son también sus condiciones económicas. Van por ahí, vienen de por ahí, están por ahí.

Lejos del lugar que construyeron, con angustia o sin ella, para pasar la vida. Es que, pobres y ricos, son vulnerables a la maldad ajena. Los primeros, pobres, que apenas subsisten. No son dueños de vivir en paz su rural pobreza, de pasarla a su modo, entre el olvido de un Estado autista, ni siquiera registra su existencia. Antes vivida con resignación de santos, pero libres. Hoy por culpa de los violentos de todo pelaje, no son dueños ni de vivir perdidos en su olvido, pues parecen tener el infortunado privilegio de servirles de punto de descarga a todos los actores violentos que azotan al país, cuando no de materia prima.

Por eso van por ahí, pues solamente conocen un modo de vivir -la tierra- y se las arrebataron; sólo les queda, para su mal, un mísero pedazo y es ajeno: digo, sí con suerte, van una fosa: “los pobres heredarán la tierra” solo que encima.

Están por ahí. En cada amanecer de la huida, preñan angustias que luego suelen parir más olvido y más desesperanzas, esas dos criaturas que habitan con ellos por siempre, también a la fuerza y…desde la cuna hasta la tumba. Van por ahí. Vienen de por ahí. Y por más que aguzan los ojos no avizoran futuro. Bueno, ayer era casi igual, pero tenían un pedazo de tierra para vivir su angustia. Y hoy, al mirar a la distancia, otean, como haciéndoles muecas, la belleza de una patria prodigiosamente rica sobre la que ellos se mueren de hambre, de rabia y pesimismo. Pesimismo por ellos y por la suerte cagada de todos sus herederos sin fortuna.

Huyen como ratas asustadas, sobre la amarga geografía de la patria en la que nacieron sin pedirlo, y de la que ahora el odio ajeno los expulsa a la fuerza, sin que puedan evitarlo. Van por ahí, vagan sin meta para llegar, y sin un punto de apoyo para ir en pos de una nueva esperanza. No hay esperanza. ¡Pobres gentes! Desplazados. Desposeídos de sus escasos bienes terrenales, huyen sin tener en que caer muertos, pues la mayoría son pobres desde antes de nacer. Pobrecitos ellos, pobres sin raíces. Y…

Los ricos desplazados, algo más “afortunados” huyen a plantar su vida en otro huerto. Es que acumularon, junto a su capital económico, otro de envidia y odios ajenos, que los desplazó de los bienes que heredaron o ganaron con su esfuerzo. Sí, pobres ellos también. Son pocos, y aunque su calvario es solo emocional, tampoco merecen esa suerte. Aunque les sobra el dinero para vivir en lo propio y luchando, no cuentan con las garantías para quedarse allí en lo suyo disfrutando a su manera. Sí, pobrecitos, algunos ricos.

Porque ya es tiempo de hablar claro y sin engaños, o perderemos de vista el trágico hecho de que nuestro país se nos volvió una tierra de migrantes forzosos y forzados. Y que además este fenómeno empezó hace muchos años, aunque sea sólo ahora que se nota el bulto, por la cruel característica masiva del éxodo que hoy vemos. Pero los desplazados pertenecen a todas las clases sociales. No solo huyen de odios ajenos, esos pobres seres arrinconados por la miseria desde siempre y para siempre en un pedazo de tierra que solo daba la aguasal, y que hoy llenan albergues volátiles e inhumanos en los sitios a los que van a dar a la fuerza.

También huyen despavoridos, dejando a la deriva sus sueños y sus luchas, los ganaderos que ya no sienten reír el alma cuando acompañan el nacimiento de un ternero, ni pueden ver el amanecer sobre sus tierras con un tinto en la mano. Sí amigo, algunos que un día fueron felices en la inmensidad de sus fincas, también huyen. Pocos, pero, sí. Sólo que aún tienen algún dinero, y entonces casi no se nota su tragedia. Pero igual deben de tener encima hambre de sus paisajes y sus sueños.

Lo mismo que huye aterrado, mascando a solas su angustia, el industrial que tiene que dejar solos a sus obreros, cuando sabe que lo que más le gusta de su negocio es compartir con ellos el oficio que le dio fortuna. Lástima. Saben que ya no puede ir a ver lo que es suyo, porque ojos criminales lo espían, y manos rapaces esperan llevarse de manera fácil el fruto de sus luchas, con el fácil expediente del secuestro extorsivo. Ese rico es también un desplazado. Tampoco se le nota mucho, porque es posible que aún no se haya quebrado del todo y todavía pueda vivir con algo de dignidad, aunque lejos de todo aquello que creó para dar vida a sus sueños.

Y para colmo, en esta sociedad enferma que hoy tenemos, de los pocos parques públicos creados para el ocio y la charla amena, ahora huyen los ancianos y los niños, asustados por la inseguridad y la patanería rampante de los viciosos de todo tipo. Esos, también son desplazados.

Y en las abigarradas comunas que rodean a las urbes, un doloroso parto de odios, tiene a miles de jóvenes de ambos sexos huyendo de una cuadra a otra, de un barrio a otro, para no tener que morir, antes de haber saboreado los soles y las lluvias que madurarán su ilusión de mañana. También son desplazados de su espacio para imaginar la vida.

Y por las peligrosas calles de nuestras ciudades, la gente huye asustada con el miedo viviendo en sus los ojos, temerosa de no poder llegar sanos y a salvo, a casa. Huyen de una violencia que sienten latente en cada cosa, en cada ser humano que encuentran a su paso. Esos también han sido desplazados, viven de manera rara…casi ajena.

Resumiendo: todos hemos sido desplazados un poco, pero unos con más dolor y mayor tragedia encima que otros. Ahora dos preguntas estúpidas:

¿quiénes ganarán la trágica maratón de zozobra y de odios en que hoy competimos los colombianos? Y…

 ¿Hasta cuándo iremos a desplazar el futuro?

Parece que ya estamos trabajando en eso. Todos contra todos. Como en Fuente Ovejuna, todos a una contra el país más rico en potencialidades de América.  Algo hay que hacer y pronto. El bate es de los más ricos, de los políticos honestos y comprometidos, de los gobernantes probos…de cada uno de los ciudadanos que hoy navegamos en un mar de indiferencia dañina, criminal. Debemos hacer algo…yo, tú, él, nosotros, vosotros, todos.

Es asunto de todos: un hit o un punch. ¿Qué elegiremos?

Fco Javier Medellín  [email protected]  2016

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