He aprendido mucho de mis sueños. Mi abuelo tenía una imprenta. Allí se publicaba la primera revista cultural panameña luego de la separación de Colombia, El Heraldo del Istmo. El editor era su primo Guillermo Andreve, a quien fue dedicado años después el primer libro de Luis Carlos El Tuerto López. Doy estos datos un tanto eruditos para subrayar que se trataba de la primera generación de intelectuales colombianos que se habían convertido en panameños aunque nunca olvidaron, si juzgo por mi abuelo, su primera patria. Pero de todas formas el bestseller de la imprenta era un librito de interpretación de sueños supuestamente útil para adivinar los números premiados de la lotería. Cuando era niño mi abuela usaba mucho ese libro y quien relataba sus sueños con más precisión en la casa era yo. Por lo tanto se intentó repetidamente predecir con mis sueños de niño locuaz el número que saldría premiado. Creo que nunca acerté. Entonces lo que primero aprendí de mis sueños es que no sirven para hacer dinero. Tampoco las revistas culturales pues años después se vendió la imprenta.
De todas formas quedé rotulado como un gran soñador. Se me cuenta que a veces me encontraban ido y en una ocasión cianótico en una hamaquita. Años después llegué a la conclusión que fui un “near miss” o sea casi un caso del Síndrome de Muerte Súbita del Infante. Podría uno pensar que estoy aquí porque me despertaron pero no debe darse esta interpretación al evento pues llevaría a pensar, lo que no es cierto, que los niños mueren por esa cruel condición si su sueño no es cuidado obsesivamente. Esto último ha llevado a un creciente mercado de monitores del sueño para padres ansiosos. En realidad la Muerte Súbita del Infante sigue siendo triste y misteriosa. Cosas que podemos hacer para prevenirla es que los padres no fumen ni usen drogas ilícitas, no permitir que se fume cerca al bebé, acostar al niño boca arriba o de costado, lactancia materna, usar colchonetas firmes sin almohadas ni protectores ni frazadas pesadas. Es importante evitar la culpa de los padres si el terrible evento ocurre. Yo realicé parte de mi entrenamiento como patólogo con una experta internacional en esa enfermedad y tuve que informar a algunos padres de las autopsias de los niños (casi siempre con pocos hallazgos concretos) lo cual era desgarrador para ellos y para mí.
Seguí teniendo por largos años floridos sueños que recordaba con precisión. A veces tomaba decisiones en mis sueños, no por su interpretación sino cuando estaba soñando. Y al despertarme recordaba y cumplía la decisión. Por lo menos dejé de rondar una muchacha en la universidad por un sueño que tuve con ella, nada erótico pero sí emocional. Según la sicóloga inglesa Linda Blair hay dos tipos de sueños: unos que son simplemente revoltura de percepciones y recuerdos neutros, otros más significantes con respuesta emocional intensa. A esos últimos, hágales caso. Lo cual apoyaría la perspectiva clásica freudiana de interpretación de los sueños. Pero la mayoría de los sueños son simplemente, como digo, revoltura de percepciones y recuerdos.
¿Por qué soñamos? No lo sabemos. Lo que conocemos con alguna certeza neurológica es cómo soñamos. Lo hacemos durante la etapa de Movimientos Oculares Rápidos (REM en inglés) que ocupa una cuarta parte del tiempo que dormimos. En ese momento desde el Puente o Pons que es donde la médula espinal se conecta por el tallo con el cerebro propiamente dicho se disparan estímulos que estimulan la corteza y al mismo tiempo inhiben los movimientos musculares. En otras palabras me despierto del cuello para arriba y me paralizo del cuello para abajo. Al soñar, despierto y paralizado, sé que estoy vivo pero no puedo moverme. Lo cual es una pesadilla frecuente en quienes sufrimos diversos trastornos del sueño.
La estructura del Pons desde donde se inicia esta compleja situación neurológica tiene un nombre casi poético, es el Locus Cerúleo que significa en latín “el lugar azul”. Quienes descubrieron esa región, antes de saber para qué servía, la llamaron así por su coloración oscura sobre el fondo rosado cremoso del Puente. Y hoy podríamos decir a la novia con precisión neuroanatómica e intención poética: “Yo conozco ese Lugar Azul donde nacen tus sueños”
En resumen la neurología me explicó el terror de despertarme y no poder moverme ni abrir los ojos ni modular palabra más allá de gruñidos que mi esposa aprendió a reconocer. En esas ocasiones ella me despertaba y todo volvía a la normalidad. Y como todo estaba relacionado con la baja oxigenación por el mal dormir podría decir como Don Juan:
“¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor?”