Despertar de la anestesia
Opinión

Despertar de la anestesia

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julio 10, 2013
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Para nosotros es inconcebible la cirugía sin anestesia. Por eso hasta mediados del siglo XIX la labor del cirujano a lo más consistía en drenajes, suturas y amputaciones extremadamente rápidas. Antes del descubrimiento de la anestesia el dolor era insoportable más allá de esos procedimientos. Muchas medicinas en distintas culturas habían usado narcóticos, alcohol, hielo, acupuntura y otras ayudas analgésicas casi siempre insuficientes o poco conocidas. Se ha documentado por ejemplo que el cirujano japonés Seishu en 1804 logró realizar una mastectomía con los recursos anestésicos de la medicina tradicional china. Quizás porque el Japón estaba cerrado a Occidente en aquella época esto no fue conocido sino años después.

En Europa se intentaban soluciones más agresivas al dolor quirúrgico. James Wardrop cirujano de la familia real inglesa describió un procedimiento llamado deliquium animi en el que se sangraba al paciente hasta la inconsciencia y luego se le operaba.  Esto por supuesto es una respuesta errada a los tres problemas clásicos de la cirugía: dolor, sangrado e infección.  Como sabemos la medicina de aquellos tiempos usaba rutinariamente la sangría en casi todas las enfermedades. No pareció extraño proponerla también para controlar el dolor.

Todos estos métodos usualmente fallaban. Someterse a una cirugía mayor era cosa de valientes o desesperados. Por eso aún los más científicos recursos analgésicos durante todo el siglo  XIX sufrieron un grave problema de imagen pública diríamos hoy. La morfina, principio activo del opio, se aisló a comienzos de ese siglo pero su uso rutinario y excesivo durante las guerras de Crimea y Civil Norteamericana llevó a la llamada “enfermedad del soldado”: miles de veteranos adictos a los opiáceos.  Ni hablar de la cocaína que al ser investigada como anestésico local indujo a varios médicos y cirujanos a la adicción a ella.

Pero la anestesia moderna y confiable es un maravilloso descubrimiento del siglo XIX con una curiosa historia de aciertos y desaciertos en su presentación ante el público. En 1842 un médico norteamericano del sureño estado de Georgia, el doctor Long, usó el éter durante la extirpación de un quiste de cuello.  Pero no publicó su experiencia hasta 1848 y la  historia oficial de la medicina no lo considera el descubridor de la anestesia. Este honor pertenece a un odontólogo, el doctor William Morton, que el 16 de octubre de 1846 dio la primera exhibición pública del uso de éter gaseoso en la operación de un tumor en el cuello de otro paciente. Esto ocurrió en el anfiteatro llamado hoy Ether Dome del Massachussets General Hospital. Recomiendo a mis estudiantes y colegas que acuden al “Mass General” una devota visita a ese lugar. El hospital sigue afiliado a Harvard que adquirió con esa demostración, el primer gran descubrimiento de la medicina norteamericana, indiscutida reputación internacional.  El British Medical Journal realizó en 2007 una encuesta entre sus lectores sobre los tres mayores adelantos de la medicina moderna y estos fueron la anestesia, los antibióticos y la higiene pública.

En Inglaterra el Dr. John Snow famoso posteriormente por sus descubrimientos de higiene pública era conocido aquellos años más bien por su gran interés en la analgesia.  En 1853 anestesió a la Reina Victoria durante dos de sus últimos partos y popularizó el procedimiento. La Reina escribió en su diario “el efecto fue suave, calmante y delicioso más allá de toda medida”. Me imagino que algo parecido podría haber escrito en su diario el difunto Michael Jackson.  Después la anestesia era pedida por las señoras de la época para imitar a la Reina. Aún así algunas autoridades médicas advirtieron sobre los posibles peligros de esa “moda” de solicitar éter cuando no era absolutamente necesario.  La anestesia nunca ha dejado de tener cierto peligro y siempre debe sopesarse la necesidad de la cirugía con sus complicaciones.  En nuestros días ya casi no es noticia la muerte de jóvenes modelos en innecesarias cirugías estéticas.

Pero hay una complicación verdaderamente horrible y como de ciencia ficción, la llamada memoria intraoperatoria o anestesia consciente. Yo sinceramente creía que era una de esas leyendas urbanas que originan películas de terror hasta que leí un detallado artículo en la revista The Atlantic (Awakening, 1 de febrero, 2013)  Supongamos que usted está paralizado y en analgesia profunda pero recupera la consciencia durante la cirugía. No puede moverse, no siente dolor pero está parcialmente consciente. La experiencia debe ser pavorosa y algunos pacientes en quienes se ha comprobado sufren posteriormente grave estrés postraumático.  La frecuencia de esta complicación puede ser de uno o dos casos en mil cirugías o mucho más rara de 1 en 15 000 según estudios recientes (Anaesthesia 2013, 68:334-338).  La prevención más simple sería evitar cirugías innecesarias y además estar bajo el cuidado de un acreditado grupo médico con buen monitoreo de la anestesia.  Las “clínicas de garaje de estética” probablemente no cuentan con ello.

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