Desperdiciar agua atenta contra la vida

Desperdiciar agua atenta contra la vida

"Si todos entendiéramos esto, tal vez seríamos menos indiferentes, más conscientes y más agradecidos

Por: Carlos Felipe Trujillo Gómez
febrero 24, 2016
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Desperdiciar agua atenta contra la vida

A veces lo cotidiano se vuelve paisaje y damos por sentado lo que en realidad es un regalo de la vida. Nos acostumbramos a vivir rodeados de comodidades y pensamos que la escasez y la privación es algo que simplemente no nos tocó sobrellevar. Nos levantamos todas las mañanas, desayunamos y nos vamos a trabajar, pero cuando nos preguntan cómo estamos, respondemos con una aprobación conformista, cuando en realidad ya recibimos el regalo de un día más de vida, alimento y un trabajo digno, cosas que no dan por sentadas más de 1.200 millones de personas que aún viven en extrema pobreza.

Pero sin duda, el regalo más subvalorado que nos ha dado Dios y la vida, es el agua pura. Para quienes vivimos en ciudades principales, abrir la llave y llenar un vaso del preciado líquido listo para calmar nuestras urgentes necesidades de hidratación diarias, jamás debería ser paisaje. Mientras que millones de personas deben recorrer kilómetros por ese mismo vaso o simplemente se bañan y cocinan con agua contaminada, nosotros la tenemos fluyendo libremente por el acueducto de nuestro hogar, a un precio por el que muchos pagarían cien veces más solo por un pequeño sorbo.

Se estima que en el 2030, el mundo tendrá que enfrentarse a un déficit mundial del 40%, según cifras de Water Resourses Group y la Unesco. Y eso solo si las condiciones climáticas actuales se mantienen, algo que evidentemente no sucederá. Es como estar atrapado en un ascensor y lentamente quedar sin aire. El agua es tan vital como el aire que respiramos y si no hacemos algo, nadie podrá venir a rescatarnos del ascensor.

Ya basta de creer que el agua nos pertenece y que podemos tener toda la que nuestro dinero pueda comprar. Basta de creer que racionalizar el consumo de agua es lavar el carro una vez al mes, en lugar de hacerlo cada semana. Basta de pensar que sin importar lo que hagamos, siempre tendremos agua potable. Basta de no sentir nada cuando vemos que el agua de la llave corre mientras nos lavamos los dientes o de creer que el agua caliente se hizo para cobijarnos cinco minutos más en las mañanas.

Seamos conscientes y agradecidos. El agua es un privilegio y una necesidad de la humanidad. No es cuestión de saber si nos vamos a quedar sin posibilidad de acceder fácilmente al agua potable algún día, sino de saber cuándo va a suceder. Y para postergar ese momento, más que un propósito vacío de ahorrar agua por un fenómeno climático temporal, debemos cambiar nuestro estilo de vida. Tal vez si la llave fuera como un cajero electrónico que nos muestra el saldo después de un retiro, seríamos más conscientes que el ciclo del agua a un ritmo de crecimiento anual de 80 millones de personas en el mundo, la destrucción de nuestros ecosistemas y un calentamiento global que no se detiene, no podrá ser fuente infinita de la vida.

Tener el mínimo vital de agua es un derecho. Pero usarla racionalmente, para que otras personas y otras generaciones venideras puedan también disfrutar de ese mínimo vital, es un deber. Desperdiciar agua es atentar contra la vida. Si todos entendiéramos esto, tal vez seríamos menos indiferentes, más conscientes y más agradecidos.

 

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