El momento de la muerte llega, no lo decidimos. El momento de las despedidas también, este sí lo podemos decidir. Ambos generan sentimientos encontrados, alegría por lo nuevo, tristeza y nostalgia por lo pasado. Pero sobre todo la paz de vivir en el presente y hacer lo que es necesario hacer en cada momento.
Me llega el momento de despedirme de la revista, de María Elvira, de Elisa, y en especial de los lectores, tanto los que sintieron resonancia con mis opiniones, como los que amablemente (y algunos no tanto) disintieron. A todos mi eterna gratitud.
Una nueva etapa de vida me reclama. Ya había dejado la ciudad donde habitaba, y la medicina tradicional, ahora dejo el trabajo de 20 años de Médico Interior, las reflexiones, los aportes, los “ejercicios” en Facebook, mi página web, hasta mi email.
A veces —en mí con frecuencia, como me recordó ayer una amiga con la que no hablaba hace más de 25 años— dejo todo atrás, todo. Me desprendo del equipaje hasta donde más puedo y quedo “quedo” (estático) en un renacer a lo que la vida me traiga. Lo hago por voluntad propia, sin eventos traumáticos que lo generen, solo por el amor a la vida. Y este es uno de esos momentos.
Gratitud, repito, es lo que me queda. Aprendizaje también, exploré diversas formas de escribir columnas de opinión y con cada una disfruté. Ya nos reencontraremos en el mundo de las almas, que es al que me entrego por completo —no, no voy a morir, no estoy enfermo, nada de eso— solo me llama otro quehacer, en ese y este mundo.
Abrazos a todos