Usted qué prefiere: ¿estabilidad en los precios (inflación baja, tendiente a cero) o alto nivel de empleo (tendiente a pleno empleo)? Si quiere los dos a la vez, haga maletas para otro continente y espere allá un milagro. Aunque esos milagros pueden ocurrir por temporadas cortas, no son frecuentes en América Latina a pesar de los rezos. Algunos iniciados en temas económicos dirán que ese dilema es como definir entre el huevo y la gallina. Y la gran mayoría de la población dirá que eso no importa, que de todas formas tienen que trabajar y sufrir para llegar a fin de mes a pagar los nuevos precios de las facturas, y que los debates entre economistas son pendejadas. Hablemos de éstas.
Los muchachos que estudian ciencias políticas en universidades gringas terminan sabiendo que cada cuatro años los electores deciden castigar o premiar al gobierno (y partido de turno) por como les haya ido en el control de la inflación y en la generación de empleo. Y a eso le llaman “democracia”. Esa simplificación de la vida y de la política parece increíble pero existe. Yo soy economista y estudié ciencias políticas en USA e intentaron enseñarme esas pendejadas. Sigamos.
La tensión entre oferta disponible (de bienes y servicios) y demanda efectiva de estos es clave en la determinación de los precios (y en la variación general y permanente de los mismos, que llamamos inflación/deflación). Pero también operan las expectativas. Los proveedores y los consumidores pueden tomar la decisión de acumular bienes (stocks) o suprimir gastos (e inversiones) dependiendo de las expectativas de futuro en los mercados, con lo cual pueden causar presiones de demanda (o contracciones de la misma) y, en consecuencia, espirales inflacionarias o deflacionarias, porque la oferta no responde a la misma velocidad que la demanda. La incertidumbre sobre las políticas públicas o sobre la estabilidad institucional o sobre los mercados externos, o sobre la pandemia, etc., puede generar cambios abruptos y sostenidos en la demanda o en la oferta, los cuales pueden terminar en procesos inflacionarios.
En condiciones “normales”, los que somos heterodoxos en economía en general aceptamos que los precios son formados en el mercado según las condiciones de competencia. En adición, ante la presencia de monopolios y monopsonios, que es el mundo real, los precios pueden subir o bajar dependiendo de las estrategias competitivas de las empresas. Una empresa monopolista puede subir sus precios para aumentar las ganancias aprovechando su control del mercado, como es el caso del sector bancario en Colombia cuando define las tasas de interés. Pero también puede bajar sus precios de forma temporal para eliminar la competencia, como ocurrió en Colombia en el caso de las cementeras, Argos y compañía. Si el mercado es abierto (competencia externa eficiente, por ejemplo) se supone que los precios de los bienes importados no se determinan internamente sino en el mercado internacional. Por eso, con la apertura comercial de los 90, cada vez más Colombia es “tomadora de precios”, excepto en los bienes y servicios que no tienen competencia externa (la construcción o los alimentos de la economía campesina o los servicios, por ejemplo).
Pero no hay tal que con la apertura comercial (desde el gobierno Gaviria-Hommes) los precios siempre caigan. Cuando se presenta devaluación de la moneda, los bienes y servicios importados se encarecen en esa proporción. Por eso en el gobierno de Duque, que recibió el dólar a $2.898 y hoy está a $3.777, los productos importados se han encarecido en 30 % mientras la inflación acumulada no llega a 10 % en el mismo lapso. Y estamos importando hasta alimentos en cantidades alarmantes: 12.000 millones de toneladas anuales. Esta es la mayor presión inflacionaria que tenemos, no los costos internos o la liquidez monetaria.
Al contrario, los muchachos neoliberales, y los neoclásicos en teoría económica (parecidos pero distintos), creen siempre que los precios se determinan en última instancia por la disponibilidad de dinero líquido, y suponen que el mercado es de libre competencia (los monopolios determinan -según ellos- los precios como si el mercado fuera siempre de libre competencia, tanto en el mercado de factores de producción como el de bienes y servicios finales). Por eso ponen todo el énfasis en controlar la disponibilidad de liquidez (restringir los créditos y subir las tasas de interés) para reducir el gasto del sector público y de los privados, como fórmula para controlar la subida de precios. En eso creen ellos tanto como cree monseñor Ordóñez en los Caballeros de la Virgen María.
Keynes desmontó el credo neoclásico al incluir en el análisis las expectativas y demostrar la imposibilidad real de controlar la disponibilidad de dinero (distintas formas de liquidez) por parte del banco central.
Otros economistas demostraron luego que el dinero es una institución, que se crea y que puede desaparecer. Que la “confianza” y la “estabilidad” del Estado es la base de la fortaleza de la moneda, no el supuesto control del dinero líquido. La moneda no vale nada en Venezuela, no por emisión primaria de dinero en “exceso” sino por la debilidad e inestabilidad del Estado. Al contrario, Estados Unidos puede emitir más dinero (dólares), el cual es demandado inmediatamente a nivel interno y por las empresas de todo el mundo, dado su poder global y la confianza de sus ciudadanos y del mundo en sus instituciones. Es tonto invertir la relación de causalidad.
(Una nota al margen es el caso de la hiperinflación. Esta se ha dado en estados como Israel, Bolivia, Argentina, Brasil, etc. Ya en condiciones de hiperinflación, hasta los neoclásicos reconocen que los precios no se determinan por los costos de producción ni por la liquidez, sino que se desata una pugna distributiva entre capital y trabajo, y entre sectores económicos, con precios desalineados, donde ganan los que tienen capacidad de establecer cambios de precios más rápido y pierden los de contratos más fijos, como los asalariados o las empresas pública. Fin de la nota.)
Un “Estado fallido” (o en crisis) a menudo se caracteriza porque desaparece la confianza de los ciudadanos en su moneda y recurren a la dolarización, legal o ilegal. Ver de nuevo el caso de Venezuela, pero también de Ecuador, Argentina, El Salvador, etc… Si no están legalmente dolarizados (como Ecuador y El Salvador) en todo caso los contratos se tazan en dólares. Por eso el muchacho Carrasquilla propuso dolarizar la economía colombiana en el año 2001. ¡Aún así lo nombraron ministro!
De otro lado, Japón desde hace casi dos décadas tiene las tasas de interés cercanas a cero o negativas (en algunos períodos inferiores a la inflación) y eso no genera inflación crítica alguna. El banco Central de la Unión Europea y la Reserva Federal de EE. UU. tienen las tasas de interés cercanas a cero para reactivar sus economías y lo pueden hacer por la fortaleza de sus instituciones. Mantienen aún así baja la inflación. Eso no quiere decir que no puedan tener presiones inflacionarias duras y deban actuar en consecuencia. Solo que la prioridad ahora es el empleo (la reactivación) y por eso sueltan las amarras del gasto público y privado. Esconden vergonzosamente el neoliberalismo de ayer.
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Un crédito del Banrepública para paliar la miseria, solo funcionaría con estabilidad institucional, sin fuga de capitales por expectativa de crisis, o golpe militar
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En suma, la propuesta de Petro (pedir ahora un crédito al Banco de la República para paliar la miseria, a tasa de interés cercana a cero) puede funcionar siempre que haya estabilidad institucional y no se presente, por ejemplo, fuga de capitales por expectativas de crisis, o de golpe militar, etc. Si la propuesta la hiciera Petro siendo presidente, de seguro los uribistas, los neoliberales y algunas agencias extranjeras intentarían provocar la estampida. Por eso Petro primero debe crear CONFIANZA. Ese es el reto, nada fácil. Para eso debe garantizar la autonomía del Banco de la República (BR). Y allí está el problema de su propuesta. El BR solo le puede prestar al gobierno si por UNANIMIDAD de los miembros de la Junta Directiva decide hacerlo. Como están las cosas, ni un voto a favor del mencionado crédito obtendría Petro, o cualquier gobierno progresista, en la actual Junta Directiva del BR.
Nota final: la propuesta de Petro no es novedosa ni izquierdosa. También la hizo Paul Krugman, el Nobel de Economía, y la acogió Biden. Hasta el FMI se ha movido un tanto en ese sentido. Solo la tropa neoliberal en Colombia no ha entendido la naturaleza de la crisis.