Si usted está entre los 19 y los 34 años de edad, usted es un millennial. La generación sobre la que se repite incesantemente que la crianza o la tecnología han influido de forma esencial y a la que caracterizan como un grupo de personas malcriadas, flojas y que esperan conseguir “todo” con el simple anhelo de quererlo. Sin debate alguno, pertenecer a esa generación significa cargar con un sinfín de etiquetas y referencias que han generalizado los aspectos sociales, económicos o estructurales que explican los absurdos mitos como “se aburren rápido de los trabajos”, “sus exigencias laborales son altas”, “crecieron en una época económicamente próspera, sin sacrificios”.
Lo que ocultan estas etiquetas es la realidad económica y social que esta generación atraviesa, aún más, si usted es un colombiano o colombiana millennial que nació en plena estafa de la “apertura económica”, vivió su adolescencia en medio de la crisis económica de 1999 y se convirtió en adulto mientras se desataba la crisis financiera del 2008 de la que el mundo no se recupera.
Los millennials hacen parte de la generación más educada pero también más endeudada con créditos educativos, viven en un país donde a la educación pública igual que a los líderes sociales la están desapareciendo. Cada peso que le quitaron a la universidad pública se lo trasladaron al Icetex que mediante el cobro de intereses sobre intereses quiere apalancar la deuda con el Banco Mundial. Por eso, el presupuesto de esta entidad ha crecido un 1.700% en los últimos 10 años. Los que lograron escapar del 10% del desempleo estructural, del 16,9% si es millennial joven o del 22,3% si es joven, millennial y mujer, probablemente ya han tenido más de 5 contratos por prestación de servicios y creen que un contrato laboral es un milagro. No es que les guste más “compartir que poseer”, es que la estabilidad laboral de esta generación es más insegura de lo que fue para las anteriores.
¿Por qué preocuparnos por el futuro de los millennials? Porque en el 2025 serán el 75% de la fuerza laboral, la más heterogénea y grande del mundo, pero la más precarizada, ya que carga sobre sus hombros los costos de un modelo económico que fracasó, que tiene la economía estancada, sin posibilidad alguna de pensionarse y arrojando a miles de jóvenes cada día a trabajar en empresas como Rappi, la ganadora del emprendimiento colombiano y de la vulneración de derechos.
En pocas palabras, los millennials son una generación altamente productiva, pero sin oportunidades. ¿Cuántos de ellos podrán elegir la universidad pública y no tener que pagar por 15 años una deuda educativa? ¿A cuántos de ellos se les impide hacer grandes aportes a la sociedad por vivir en un país que no invierte en ciencia y tecnología?, ¿Cuántos de ellos serán adultos pobres que no van a pensionarse? ¿Por qué nadie habla de la realidad que vive esta generación?
Sin embargo, la generación de los millennials que ha asumido este contexto tan adverso con enormes demostraciones de resistencia ha desencadenado enormes movilizaciones estudiantiles, sociales, políticas con el anhelo de recuperar los derechos alcanzados por generaciones anteriores, como el salario digno, el derecho al trabajo, salud y educación. Nos han demostrado que, así como los ríos transforman la geografía de la tierra, los ríos de personas transforman la realidad de sus sociedades.