Tumaco es, después de Buenaventura, el segundo centro urbano más importante del Pacífico colombiano. Allí viven casi 250 mil personas en su gran mayoría población afrodescendiente, vinculada a centenares de Consejos Comunitarios, el hábitat tradicional de dichos grupos étnicos.
Su vida cotidiana está ligada a la cuenca del mar pacífico y a la presencia del Estado ecuatoriano con el que se vincula por importantes ríos y rutas fronterizas.
Entre Tumaco, sus corregimientos y veredas, se da un fluido intercambio con la población y la sociedad ecuatoriana.
La población de la ciudad en su gran mayoría es afectada por graves problemas de pobreza y miseria. Tumaco presenta una singular característica, pues la mitad de su población se encuentra localizada en la parte rural. Por eso su actual Plan de Ordenamiento Territorial prioriza la zona rural y sus corregimientos, aunque es poco lo que ofrece como solución a las graves condiciones de exclusión y subdesarrollo socio económico.
Sin embargo, uno de los fenómenos más complejos que azota a la Perla del Pacífico es su descomunal militarización. En Tumaco hay militares de todos los pelajes repartidos por carreteras, calles, avenidas y barrios populares.
Hay policía, hay Esmad, hay Meteoro, un grupo especial de la Marina, hay policía civil por centenares, hay CTI y hay una amplia red de fichas confidenciales de los aparatos armados.
Esta infernal maquinaria policial y militarista es un azote para la población que es víctima de atropellos y ultrajes antidemocráticos por tales estructuras autoritarias y corruptas.
Con quien se conversa en Tumaco te manifiesta que lo peor de la ciudad es este aparato depredador, foco de violencia y corrupción, pues cada unidad de estas llega pensando en enriquecerse de la noche a la mañana mediante su asociación con las redes mafiosas del narcotráfico que actúan merced a la complicidad de los militares y policías.
Un simple análisis permite inferir que el Estado colombiano invierte multimillonarias sumas en la represión y los aparatos de violencia, cuando lo que la ciudad requiere prioritariamente es mayor inversión social para el empleo, la educación, la salud, los servicios públicos, la movilidad, los ancianos y el cuidado de los recursos ambientales.
El militarismo en Tumaco es la plaga que alimenta el paramilitarismo y la pobreza de miles de personas. Al lado de esta infernal maquinaria militar, como decía Huntington, es natural que se incube y expanda el bandidaje paramilitar.
El desespero crece en la ciudad y desde distintos campos populares se ha planteado la hipótesis de un gran Paro cívico en Tumaco y el Sur del Pacifico, tal como ocurrió recientemente en Buenaventura, para exigir del gobierno nacional, que tanto se jacta con la paz, que atienda y resuelva los problemas centrales de la sociedad, empezando por la desmilitarización de la vida pública e incluyendo la creación de una Parque Científico de Innovación social que aborde de manera efectiva los problemas más graves que afectan a casi 200 mil personas.
Hay que dejar de estigmatizar a Tumaco con el tema de las drogas y el narcotráfico y más bien pensar en sus grandes potenciales democráticos y de paz.
Desde la próxima semana, que empieza el 20 de junio, se iniciarán reuniones en la ciudad de varias organizaciones populares para diseñar el Pliego de peticiones y planificar la agenda de encuentros y asambleas preparatorias del paro cívico del sur del Pacifico.