Desinformación, falsa propaganda y polarización, la estrategia para las elecciones 2018

Desinformación, falsa propaganda y polarización, la estrategia para las elecciones 2018

A esta guerra sucia se le llama en el argot militar “conflicto híbrido” y la desarrollan con el objetivo de desestabilizar un estado funcional y dividir la sociedad

Por: Jaime Soto Palma
febrero 14, 2018
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Desinformación, falsa propaganda y polarización, la estrategia para las elecciones 2018
Foto: Colprensa - Juan Páez

Tal vez sea demasiado pronto para augurar cuáles de los candidatos presidenciales pasarán a la segunda vuelta, muy a pesar de inclinarse la tendencia de opinión a favor de Gustavo Petro, en primer lugar, y de segundo Sergio Fajardo. Hasta ahora, digamos, que las campañas están en un proceso de precalentamiento, el cual culminará el 11 de marzo con la consulta del Centro Democrático, la consulta interpartidista por el cambio que encabezan Gustavo Petro por la Colombia Humana y Carlos Caicedo por Fuerza Ciudadana, y la elección de un nuevo Congreso de la República.

No obstante, lo que sí se puede augurar con certeza es una guerra sucia, intensa y dramática, que a partir del 11 marzo irá tomando forma. Esta se orientará, en una primera etapa, a precondicionar una franja de opinión importante en contra de Gustavo Petro, Sergio Fajardo y De La Calle. En esta van a jugar, como en cualquier guerra, la desinformación y la propaganda falsa, la cual será financiada por actores asociados principalmente con la ultraderecha de este país; bandas criminales, terratenientes y latifundistas, el narcotráfico, círculos religiosos, algunos empresarios de la salud, y sectores de partidos políticos y de la justicia coligados con el saqueo de los recursos públicos y, afines, por sus intereses, con el estatismo, el deterioro y la inoperancia del Estado, entre otros.

Como tal, esta estrategia se adelantará por etapas, en la primera, algunos medios de comunicación nacional (radio, prensa y televisión, regionales o nacionales) van a intentar modelar la mentalidad de su audiencia y seguidamente a formar identidades. Por ejemplo, “los castrochavistas” o a reformar las existentes con la radicalización del odio y la polarización, tal como viene ocurriendo con la incorporación del nuevo partido de las Farc.

Luego, y en una segunda etapa, con portales mediáticos, nuevos y tradicionales, así como en redes sociales y con perfiles falsos en Facebook y Twitter, empresas criminales especializadas en este tipo de predicas trabajarán en la difusión de estas ideas y las multiplicarán a la vez que promocionarán los objetivos de sus mecenas, Uribe, Duque o Vargas Lleras, para fomentar la separación identitaria, convertida ahora en arma ideológica. Hechos falsos, desacreditadores y/o cuestionables, circularán habitualmente en el triángulo informativo; medios, redes y personalidades públicas, nacionales o internacionales, contratadas y/o sobornadas para ello. En esta etapa podría aparecer, por ejemplo, un diputado de la oposición venezolana, u otro, acusando a Petro o, a Fajardo, o a De la Calle de estar siendo financiada su campaña por el gobierno de Nicolás Maduro o de ser los enclaves políticos de la Farc.

También en este proceso se incorporarán columnistas y forjadores de opinión, contratados o sobornados, así como sectores de “izquierda” para que sobre el terreno de los acontecimientos hagan lo propio y llamen a sus seguidores y simpatizantes a votar en blanco.

Creado el caos y radicalizados los ánimos, la última etapa es quizás la más peligrosa; manifestaciones multitudinarias en contra del proceso de paz y del castrochavismo y de una supuesta defensa de la soberanía nacional. También, se abren posibilidades de atentados contra los candidatos Petro, De La Calle o Fajardo, o de sus líderes más representativos.

Al respecto, luchar contra esto es supremamente difícil, un paliativo es borrar de las redes sociales la información falsa que se nos comparte u ocultarla. Nada más.

Finalmente, no está por demás señalar que a esta guerra sucia se le llama en el argot militar “conflicto híbrido” y la desarrollan con el objetivo de desestabilizar un estado funcional y provocar una polarización de su sociedad. A diferencia de lo que ocurre en la guerra convencional, el “centro de gravedad” de la guerra híbrida es un sector determinado de la población, en especial los más fanáticos, los desesperanzados, los desarraigados e ignorantes. Este es pues, en la mayoría de los casos, el público objetivo.

A modo de colofón, esto es lo que está sucediendo en Venezuela, pero a una escala mayor.

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