Thomas Piketty un académico y economista francés ha dedicado la mayoría de su obra investigativa a estudiar el fenómeno de la desigualdad en el planeta. El estudio ha estado concentrado en la época del capitalismo y ha podido constatar de un aumento de la desigualdad y que en lo que va del siglo XXI, estamos nuevamente en un nivel de desigualdad en las naciones y en los pueblos de igual magnitud a la que se tenía a finales del siglo XIX.
Hay múltiples índices para establecer la desigualdad pero unos y otros se refieren a cómo se distribuye la riqueza en las empresas, lo cual termina reflejándose en las relaciones entre el capital y el trabajo.
Es de conocimiento universal que la fuente de riqueza es el trabajo. Y también es de conocimiento que en el proceso productivo el gran empresariado es el que pugna por quedarse con la mayor parte de esa riqueza producida, despojando, obstaculizando, limitando y restringiendo la posibilidad de que el trabajador tenga acceso a su riqueza producida. Esta es la histórica lucha entre el capital y el trabajo en toda la época del capitalismo.
Colombia tiene el deshonroso tercer lugar en el ranking mundial de la desigualdad
Colombia tiene el deshonroso tercer lugar en el ranking mundial de la desigualdad, lo cual quiere decir en palabras más y palabras menos, que en Colombia los empresarios y al final el gran empresariado se queda siempre con la mayor parte de la riqueza.
En la época del neoliberalismo y de los gobiernos proempresariales inaugurados en Colombia desde 1990 y hasta el 2022 cuando llegó el presidente Gustavo Petro, se realizaron múltiples transformaciones y modificaciones normativas sobre cómo se distribuye la riqueza. Para eso los gobiernos neoliberales hicieron privatizaciones, reformas tributarias, reformas laborales y reformas sociales, que en general determinaron un incremento notable de la desigualdad en nuestro país. Los poderes ejecutivo, legislativo y judicial han sido responsables en esa situación, puesto que desde el punto de vista mayoritario siempre respondieron a estos intereses de la tecnocracia neoliberal y el empresariado.
En el gobierno de Duque y frente a los gravísimos anuncios de reformas las tributaria, pensional y laboral, para despojar aún más a la población y a los trabajadores de sus ingresos y de sus derechos, el movimiento social liderado por el Comité Nacional de Paro invitó a la población a protestar frente a esos anuncios y ello motivó un extraordinario paro nacional que se desarrolló entre el 21 de noviembre y el 20 de diciembre del año 2019 que adquirió dimensiones nacionales y de una amplia extensión, situación que se repitió el 28 de abril del año 2021 ante nuevos anuncios del gobierno de Duque que intentó imponerle a la población, mediante tributación, aumentando escandalosamente el impuesto del IVA del 19 % a la canasta familiar y que con el agravamiento de la pandemia, el pueblo entendió que estaba hastiado de esa situación y por consiguiente respondió con un estallido social ante el acorralamiento, por la situación de pobreza y de miseria y que obviamente no podían aguantar más. Dicho estallido social no solamente logró echar atrás esas pretensiones de Duque, sino que se convirtió en el camino y en la consolidación de unas fuerzas democráticas y progresistas en Colombia que llevarían con el respaldo popular a la presidencia a Gustavo Petro. Eso sí, el costo fue muy doloroso para la población colombiana: 86 asesinatos, 100 jóvenes que perdieron uno de sus ojos, más de 500 detenidos por la represión irracional y absurda de ese gobierno de Duque, que solamente entiende la protesta social no como un derecho de la ciudadanía sino como una rebelión que tiene que ser castigada y aplastada por la represión oficial del ejército y de la policía.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos CIDH, constató esa violación de los derechos humanos y recriminó fuertemente el gobierno por este accionar, es decir, quien promovió la violencia fue el gobierno de Duque.
La experiencia muestra entonces que cuando se profundizan las dificultades económicas y sociales, la población excluida acude a expresiones extensas la de inconformidad y protesta, inclusive de parálisis de las actividades económicas, lo cual es un derecho que tienen los pueblos, es lo que en el mundo del trabajo llamamos una huelga general.
La huelgas y las expresiones del estallido social no son sino las manifestaciones de que algo profundamente injusto y desigual se está dando en la empresa o en la sociedad en general.
Y a esa situación es a la que venimos asistiendo nuevamente cuando el gobierno de Gustavo Petro intenta recuperar unos derechos para la ciudadanía y para el pueblo que lo eligió y los poderes establecidos, especialmente los económicos y las castas oligárquicas que lo representan, hacen todo lo materialmente posible para que no se recuperen esos derechos. Volvemos nuevamente a la situación en la cual no se le quiere dar salida y cabida a sectores de la población que reclaman justamente una mejor participación en la riqueza nacional.
Con la reforma laboral está sucediendo exactamente esta situación. El gobierno tratando de recuperar esos derechos y los trabajadores y la ciudadanía acompañando la reforma para su aprobación, pero desafortunadamente el empresariado, renuente, resistiéndose a que esa riqueza se pueda redistribuir con los trabajadores que la generan.
Cuando esa posición se antagoniza los pueblos y los trabajadores han recurrido a la movilización social, la huelga ,el paro e incluso el estallido social, obvio no violento como lo precipitó Duque, que son instrumentos constitucionales y legales.
Es en este contexto que se puede entender la declaración que el presidente nacional de la CUT hizo en la audiencia pública del 23 de enero en Cali, alrededor de que si el empresariado seguía negándose a una mejor distribución de la riqueza y buscar exactamente que los niveles de desigualdad bajen significativamente y a pesar de que no nos gustan los estallidos sociales, pero que sí no se llegase a un acuerdo y a la aprobación en el Congreso de la República, que es lo más conveniente, pues más temprano que tarde el pueblo y los trabajadores recurriríamos nuevamente a la movilización social a la huelga y al estallido social sin la violencia que ejerció Duque.
Digámoslo para finalizar, si como dijo Piketty estamos llegando a los mismos niveles de desigualdad de finales del siglo XIX, en aquella oportunidad desencadenó a principios del siglo XX, la Primera Guerra Mundial, pero adicionalmente la llegada del primer gobierno obrero en el mundo liderado evidentemente por las teorías del marxismo y de los dirigentes del pueblo de aquella época.
X: fabioariascut
Del mismo autor: Salario mínimo, reformas del cambio y negociación estatal