Debemos estudiar la historia no solo para conocer el pasado sino aún más para entender el presente.
Pocas personas que hayan contribuido más a darle sentido a esta máxima que Tomas Piketty.
Su inquietud por las desigualdades lo llevó a aportar la mayor contribución tanto metodológica como de contenido a la ciencia económica. En su libro El Capital en el Siglo XXI acabó con el mito de que el crecimiento económico llevaba a la igualdad (como lo suponía la curva de Kusnetz) y la consecuente obsesión por el desarrollismo; mostró el camino que la capacidad de información y de procesamiento abría para revisar las ‘verdades’ que se habían asumido con base en estudios casuísticos; demostró la tendencia natural del sistema de libre mercado hacia un crecimiento mayor del factor Capital que el del conjunto de la economía, o sea hacia el aumento de las desigualdades; y señalo tanto la necesidad como la posibilidad de revertir ese efecto dependiendo de la voluntad política y de las medidas que la acompañen.
Un nuevo libro -Una breve historia de la igualdad- un poco menos grueso (los dos anteriores fueron de mil páginas cada uno, este es de 290) pero no menos rico en información y análisis complementa o condensa los anteriores.
Como elementos interesantes vale mencionar:
La primera constatación es que la evolución del Humanidad -por lo menos desde mediados del siglo XIX cuando surgió el análisis de Marx- ha tenido una tendencia casi continua a reducir la brecha de las desigualdades, y a propiciar mejoras hacia la igualdad de ingresos, de riqueza y de educación.
Que el surgimiento del Capitalismo contribuyó a esto y en especial el Capitalismo Industrial paralelo a la 3ª Revolución industrial (más que el comercial o el financiero).*
Que también las dos Guerras Mundiales y sobre todo la Guerra Fría y la presión de la alternativa socialista crearon las condiciones para que esto sucediera.
Que, desde la desaparición de esa alternativa y la idea del modelo único neoliberal, esa continuidad virtuosa se ha roto y desde los fines de 1980 a hoy los indicadores muestran una creciente desigualdad.
Establecido que estos resultados se deben a enfoques y orientaciones políticas e ideológicas y no a un determinismo histórico, Piketty busca las medidas que mayor incidencia tuvieron, la cuales servirían para concretar unas políticas de Estado que corrigieran esta nueva mala tendencia.
La principal y la más obvia, la voluntad del gobierno de fijarse eso como meta.
La más eficiente como instrumento -y que además es esencia misma de la igualdad-: la Educación.
Indispensable e irremplazable la fiscalidad progresiva (que paguen más los más privilegiados) no solo en los márgenes sino con tasas más altas en los los mismos renglones; también disminuyendo la imposición a las empresas y gravando más a los beneficiarios finales.
En fin, marchitando las riquezas por herencias con altos impuestos de sucesión.
Pero lo más interesante como conclusión tácita es que no habrá solución a las desigualdades si no se llega a niveles de productividad competitivos. Eso es obvio como propuesta global e internacional. Pero extrapolándolo, resulta que los países de menor productividad son los más subdesarrollados y que en términos generales es en estos donde la desigualdad es sinónimo de pobreza de las masas.
El mayor énfasis en consecuencia -y más en proporción al subdesarrollo educativo- debe ser en la Educación y Formación de la población como fuente de incremento de productividad. En el fondo el potencial más grande y más desperdiciado es este; equivale a un lucro cesante inconmensurable.
Reconocer que el derecho de propiedad exime de la obligación social de invertir en mejoras de productividad en la tierra es vivir como un cuasiparásito de la madre naturaleza
Pero además improductivos -en el sentido de un potencial de productividad no utilizado- son en general en países como el nuestro aquellos activos como los recursos naturales en especial Tierra y Agua. Y qué decir de lo que debería representar el potencial de la tecnología, hoy en la era en que el conocimiento y la innovación son el mayor factor de producción.
El mejor ejemplo y el más importante: Nuestra ganadería todavía es mayormente extensiva; algo muy marginal es intensiva; apenas hay algunos experimentos de silvopastoreo; si acaso en uno por 100.000 casos el modo de reproducción ha remplazado la monta natural por la inseminacion; ni se diga el transplante de embriones; la codificación en chips par procesamiento en línea de inventarios, trazabilidad, producciones, etcétera prácticamente se desconoce.
Reconocer que el derecho de propiedad exime de la obligación social de invertir en mejoras de productividad en la tierra es vivir como un cuasi parásito de la madre naturaleza. Mientras esto no cambie, la desigualdad y el subdesarrollo serán nuestro karma.
* Para quienes lo ven como ‘comunista o izquierdoso’, es defensor radical de la propiedad privada y del sistema de Mercado. Y acepta la inevitabilidad de las desigualdades pero no de las que son ‘injustas’ o parásitas.