Mirando la corrida desde la tribuna, no necesariamente de toros, y lejos de la capital, noto en la prensa bogotana un desespero, un afán, por exaltar la imagen del alcalde en funciones, además de querer tapar las infortunadas metidas de patas de Peñalosa en tan solo diez días de mandato al frente de la Alcaldía de Bogotá. Tanto en radio, impresos, medios digitales y tv, se intenta maquillar el lenguaje disociador, improvisador y revanchista del alcalde electo.
La prensa bogotana, en su mayoría, apuesta por Peñalosa, una apuesta a ciegas, que desde mi punto de vista parece estar guiada por odios y no por una visión real y sostenible de ciudad. Dicho esto, no creo que todos los periodistas de la institucionalidad comunicativa estén en línea con la dirección que Peñalosa pretende para la capital.
Peñalosa improvisa en el lenguaje: dice una cosa y luego dice otra; una mala señal, un mal presagio de gobernabilidad. Desde el desayuno se sabe cómo será el almuerzo y la prensa no debería, desde mi humilde opinión, hacerle la vida imposible a Peñalosa pero tampoco deberían cepillarle las zapatillas. En ambos casos pierde la ciudad. La prensa institucional pretende que Peñalosa haga con la ciudad lo que quiera porque asumen, con ingenuidad, quizás, que Peñalosa es el urbanista moderno que salvará a Bogotá, y los demás mortales que habitan Bogotá incluidos ingenieros, arquitectos, ambientalistas y hasta políticos, solo son convidados de piedra.
Bogotá se ve desde afuera como una ciudad moderna, lejos del conservadurismo morrongo que la gobernó por años. Una ciudad plural en todos sus aspectos, llena de 'migrantes internos' y externos. Si bien es cierto que la prensa es oficialista según la compaginación de ideales, también es cierto que las ideologías se quedan cortas cuando las ciudades avanzan y se vuelven más complejas. Quién más que la izquierda para dar cuenta de ello.
Hoy existen nuevos desafíos para las capitales del mundo, un cambio climático que obliga a cambiar nuestros modelos de desarrollo y detener la expansión destructiva de las ciudades. No es sano enmudecer el debate en unos sectores y amplificarlos en otros. Se debe empezar a reconocer que Bogotá no es liberal, conservadora, uribista, petrista, peñalosista, santista, llerista, etc. Es todo lo anterior y más. Aunque a muchos no les haga gracia, así es la vida.
Si definitivamente la prensa dejó de ser comentarista para convertirse en jugador, ¿por qué no jugar limpiamente? Hay que entrar en el debate con argumentos y no con fanatismos. La prensa suele atacar con fanatismo o apoyar con fanatismo, no tiene filtro. Sería bueno que los directores de medios hicieran el ejercicio de la consulta con la almohada y se preguntaran o soñaran con la ciudad de sus hijos y nietos, teniendo en cuenta los desafíos de las ciudades modernas.
Del afán solo queda el cansancio, en pocos días de mandato, Peñalosa demuestra por qué no pudo volver a la Alcaldía de Bogotá en aspiraciones anteriores con sus propios medios. Sólo con la ayuda de medio gobierno en cabeza de Vargas Lleras y el impulso mediático de la prensa, logró el craps en su último lance. Basta recordar que al inscribirse por firmas, Peñalosa sólo contaba con el 12% de intención de votos. Solo después del arduo trabajo de la prensa lograron enderezarle el camino a la alcaldía bogotana, obteniendo el 17% de los votos del total de sufragantes para votar en Bogotá.
La prensa en Bogotá defiende a Peñalosa con uñas y dientes, es demasiado evidente, tienen que hacerlo porque se la jugaron por él, deben justificar el apoyo mediático que le dieron en elecciones sin importar las chambonadas que se le ocurran de aquí en adelante. Si cae Peñalosa, la prensa queda mal parada.
La prensa no puede permitir que Peñalosa destroce la ciudad estructuralmente por darle gusto a su idea loca de buses pegados y expansión del territorio. Sería una irresponsabilidad histórica compartida entre una dirigencia política y la prensa especializada. Recordemos que gracias al hastío que dejó Peñalosa en su pasada administración, la izquierda tomó el poder en Bogotá.