Desencanto y secularización: los límites y los retornos en la Farc

Desencanto y secularización: los límites y los retornos en la Farc

La novedad no es que cambien, sino ¿cómo y hacia dónde?

Por: Consultora Pedagógica "Josue Roncancio Ruiz". Vida, Paz, Educación.
septiembre 11, 2018
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Desencanto y secularización: los límites y los retornos en la Farc
Foto: Facebook Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común

I.

La kehre fariana se había concebido como un cambio de perspectiva de las Farc-Ep que proyectaría para sí misma una comprensión ontológica e histórica que fundamentaría su proyecto político en el desenvolvimiento del acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera. Esta verstehen acontecería en un estado de abierto que se contenía en los problemas constitutivos de la nación y se colegia con un ethos como modo de ser que respondería propositivamente a una forma de ver la vida y a una forma de estar en el mundo. Esta kehre fariana facilitaría, asimismo, “el abandono de las formas normales de estar con los otros para des-estructurar, y posterior a esto, reestructurar dolorosamente las existencias alteradas” (Cooper, 1981) y que, el acuerdo general no terminara siendo un sistema de elementos políticos, sociales y jurídicos que modernizaran el conjunto de instituciones del Estado para adecuarlo a las nuevas demandas del capitalismo.

 

II.

Las Farc-Ep que no debía convertirse en un partido burocrático, en una organización política donde algunos dirigentes usurparan la palabra y la práctica de las bases, terminó emulando los vicios del establecimiento político liberal colombiano. Mientras el núcleo directivo y la bancada parlamentaria rasguñan trozos del ejercicio del poder para buscar un ascenso individual en las instituciones del Estado, la práctica política de la organización no trasciende el simple ejercicio electoral y la trivial participación popular. Se hizo visible en la Farc un estado de impotencia y un momento de no correspondencia con el devenir político de la nación que han visibilizado una profunda crisis que se manifiesta en una fractura orgánica y en un aislamiento y falta de operatividad política. El desencanto de las bases por los retrasos y los incumplimientos en la aplicación del acuerdo general ha hecho evidente las malas estrategias políticas del Consejo Nacional de los comunes, así como, la cadena de errores estratégicos que se cometieron desde los diálogos de paz en La Habana, Cuba.

 

III.

La instrumentalización y la orientación que le han dado el gobierno nacional y la Farc al acuerdo general ha condicionado de nuevo al “a-normal” a alcanzar la normalidad por medio de la trasgresión de las normas de la regularidad. El conflicto social y armado, al parecer, está siendo sustancializado de nuevo. Buscar conseguir el bien del mal, porque el mal es parte integral del bien, es la paradoja religiosa según la cual en las últimas profundidades de la perdición reside, aunque solo sea como ligerísimo soplo, un germen de salvación” (Mann, p. 507). Será que las prácticas y los discursos de la violencia van a desbordar el máximo de perversión, para que, en una provocación directa a la bondad de la paz esta pueda demostrar que ella puede más que su contrario.

 

IV.

Henry Castellanos Garzón dijo: “Hay descontento con la dirigencia. Hay que visitar a los muchachos, orientarlos como hacíamos en la guerra, orientarlos en el proceso de paz, para buscar un futuro mejor” “Nosotros siempre luchamos por la unidad, por la fraternidad y la armonía, teníamos valores, y cuando se pierden y se lucha por el poder personal o se abandona a la base, que fue la que entregó la vida por nosotros, los que nos acompañaron en la guerra, se desfigura todo”. En medio de la guerra frontal entre el gobierno de Uribe y las Farc-Ep, Manuel Marulanda y Álvaro Leyva, se reunieron para buscar fórmulas de paz integral (el arca de Noe). Algunos días después Álvaro Leyva recibió una carta fechada 20 de enero de 2006, en la cual se consigna que: el esquema político de las negociaciones con el gobierno no podrían girar alrededor de la entrega de armas, la desmovilización y la incorporación a la vida civil, sin garantías de ninguna naturaleza. Que las negociaciones no podían permitir que los desmovilizados engrosaran las filas de los desocupados en ciudades y campos, dispuestos a aguantar hambre y a soportar miserias; rebuscándose el sustento como puedan. ¿La Farc se constituye como los legítimos herederos de las Farc-Ep? ¿Son la continuación de los ideales de Manuel Marulanda y Jacobo Arenas?

 

V.

Así como es claro que lo esencial de los partidos políticos contemporáneos es que ellos mismos son aparatos burocráticos dominados por clanes que se autorregulan y ejercen el poder mediante la legitimación de sus ideas e intereses, es evidente que un gran movimiento político colectivo no puede surgir por el acto de voluntad de algunos dirigentes. El proceso concreto de autodescubrimiento de la conciencia histórica por parte del PCC, la Farc y la UP hace evidente la existencia de identidades ontológicas compartidas, así como de, oposiciones ideológicas entre la militancia y la dirigencia por sus ideas e intereses. Sin embargo, en ese movimiento de auto contemplación y de suspensión del juicio no se debería comprender las posibilidades de transformación de estos partidos políticos existentes en Colombia para hacer emerger una nueva organización política siempre y cuando manifestara un sentido político diferente.

 

VI.

Las propuestas de la Farc para enfrentar la grave crisis de la ejecución del acuerdo general por parte del establecimiento colombiano se reducen a la ausencia de audacias políticas contenidas en la protesta y la denuncia. La UP existe aislada, experimentando su existencia como un perpetuo presente, con un pasado que es el tenue recuerdo de muchas frustraciones y de pocas gratificaciones. En el PCC opera un duelo y un conjunto de dramas que se relacionan directamente con la ruptura política sufrida en la década del noventa entre la guerrilla y el partido. El PCC, al igual que la UP, deben tener la claridad de que sus proyectos políticos fenecieron ante su propia realización y que por lo tanto: como partidos políticos que comparten unas mismas condiciones de posibilidad ontológicas e históricas con la FARC deben hacerse partícipes en la construcción de ese proyecto político.

 

VII.

¿Qué representan actualmente la Farc, el PCC y la UP? Un conjunto de desencuentros, enfrentamientos y polémicas que dejan ver la diversidad de sus intereses y la imposibilidad de visualizar los momentos en que se producen profundas rupturas en la trama histórica y social de la nación. Hablan en nombre del pueblo y se identifican con él, pero, ¿lo representan?; interpretan sus deseos y sus intereses. Ante la pregunta de Jacobo Arenas ¿Cuáles son las dificultades de la unidad? Se debería contestar que las condiciones ontológicas de posibilidad histórica hacen que se reconozcan más las inconmensurabilidades y los intereses personales y de clanes irreconciliables que, las identidades en los planteamientos para un proyecto político de país. La Juventud Rebelde, la Juventud Comunista y la Juventud Patriótica deberían preguntarse por lo hecho y por lo hacer, para romper con la continuidad y hacer evidente una apertura; una superación, en el estado de abierto de estas organizaciones políticas.

 

VIII.

En entrevista con El Espectador (Colombia 2020) John Paul Lederach responde la pregunta ¿Qué ha funcionado y en dónde hay vacíos en la implementación del acuerdo?, de la siguiente manera: lo que más se ha logrado aquí es la rapidez de la dejación de armas y el movimiento de tropas y lo que ha ido más lento en cambio, es la reincorporación de la Farc, algunos aspectos como protección de líderes sociales y de derechos humanos. Es innegable que el acuerdo general buscaba un cambio en la estructura socio-económica del país, un cambio en el régimen político colombiano y un cambio en los fundamentos simbólicos de la vida cotidiana de la nación, sin embargo, el acuerdo general terminó siendo un medio para la movilización de la opinión especializada y de las sectores políticos y sociales comprometidos con la implementación concreta de la acordado en La Habana, Cuba. Aunque las condiciones materiales de existencia en la nación no han cambiado y el acuerdo general no se ha incrustado en el volkgeist “espíritu del pueblo”, es evidente que este deviene como una agenda de praxis política nacional y un programa que debe ser asumido y socorrido por el estado de abierto de las organizaciones que comparten unas condiciones ontológicas e históricas de posibilidad.

 

IX.

La violencia política es un medio para buscar soluciones a las necesidades y las carencias sociales y culturales en un momento determinado. Si la implementación del acuerdo general no cambia las condiciones materiales de existencia de la nación ¿Se haría legítima la combinación de todas las formas de lucha, de nuevo, en Colombia? Así como es irresponsable prolongar una confrontación político-militar sin perspectivas de victoria militar convencional, es irresponsable prolongar una paz virtualizada que no tiene dimensión viable. La combinación de todas las formas de lucha, en ese contexto determinado, ¿Aplicará una guerra hidria, de estructuras de conducción vertical caracterizadas por la autonomía operativa y la combinación de tácticas de combate colegidas a un desarrollo tecnológico funcional a espacios urbanos y de la periferia, para afectar los intereses de la oligarquía?. Esta combinación de formas de lucha tendrá un límite en sus acciones debido a que, en política hay un saber que escapa al conocimiento fundamentado y se ajusta a las cuestiones de juicio, prudencia y verosimilitud.

 

X.

Desde la VII Conferencia guerrillera, de 1983, las Farc-Ep plantearon la posibilidad de alcanzar un acuerdo de paz con el establecimiento colombiano. Este propósito se relacionaba con su estrategia de ejercer el poder mediante una insurrección armada y de posibilitar la construcción de un movimiento de masas que apoyara el diálogo político a través de la defensa de la vida y de los derechos y deberes políticos. Esta comprensión política fundamento en el devenir de los diálogos de paz la táctica política de la insurgencia. Sin embargo, que movimiento de masas se va a construir desde los territorios, los departamentos y las regiones si desde el año 2016 han sido asesinados 350 líderes sociales y defensores de derechos humanos y 80 integrantes de la Farc en proceso de reincorporación. Si en las cárceles todavía hay 300 exguerrilleros que esperan la amnistía y 800 presos políticos de las Farc-Ep que no son reconocidos. Las dificultades en la implementación por parte del establecimiento del acuerdo general hacen evidente que el gobierno busca que sea un fracaso.

 

XI.

La Fundación Paz y Reconciliación ha caracterizado a los grupos que se apartaron de las Farc-Ep en medio del proceso de paz y después de la firma del acuerdo general en dos categorías: los desertores y los disidentes. Los desertores son los que reincidieron en el uso de la violencia para acaparar las economías ilegales y, los disidentes son los que no compartieron y se apartaron de la decisión política del secretariado entorno a la paz. Los disidentes, afirma la fundación, tienen planes de construir un proyecto político que se colija con una expansión militar, los desertores solo buscan el enriquecimiento ilícito y una vida de boato y exuberancia. Los argumentos que esgrimen para explicar que los exguerrilleros en proceso de reincorporación reincidan se dan por el inconformismo en la implementación del acuerdo general, por el manejo en la política de reincorporación y capacitación, porque piensan que los traicionaron y los están matando y nadie los protege y porque hay una oferta criminal existente en sus territorios. No obstante, la Fundación Paz y Reconciliación no interpreta que las equivocaciones estratégicas del secretariado respecto a; la dejación de armas y la movilización de los guerrilleros a los espacios territoriales antes de que el gobierno cumpliera con los acuerdos y la supresión en la discusión de una asamblea nacional constituyente como mecanismo de refrendación, fueron causa y efecto para que mandos medios y guerrilleros rasos se apartaran de las decisiones políticas de la guerrilla. Para muchos de ellos los acuerdos se presentaron como una capitulación de su ideario político debido a que la dejación y el desarme se constituían como un error irreversible e indefendible de su plan estratégico.

 

XII.

La Farc debe estar demasiado confiada de sí misma para no reconocer que sus errores y extravíos han generado una desesperanza total en las bases del partido y en algunos miembros de su Consejo Nacional de los Comunes. El incumplimiento en la reincorporación física, jurídica, socio-económica y política hace pensar a los exguerrilleros en un presente incierto que lo único que visibiliza es el infortunio, la falta de garantías y un mañana incierto. Cómo no comprender que esta situación es condición de posibilidad para que las disidencias sean vistas como una respuesta política a las heridas infringidas que el acuerdo general no ha conseguido cicatrizar. El acuerdo general y el “posconflicto” se presentan, en esta coyuntura, como un probable estado de cosas en el cual se daría una amplia democratización del liberalismo político del país y una posible solución a los problemas constitutivos de la nación.

 

XIII.

El 15 de Agosto de 2018 en la Plaza “Che Guevara” de la Universidad Nacional un grupo de encapuchados arengaba: “No somos disidencia, somos resistencia”. El grupo se reconoció como Movimiento Bolivariano, manifestación que según la Farc estigmatiza y tergiversa su historia, y realizó un tropel de más de dos horas en la sede de Bogotá. La Farc se reconoce como único y legítimo heredero del ideario y proyecto político de las Farc-Ep, sin embargo, la guerrilla no fue una dimensión pública en donde varios sujetos formaron identidades, sentidos de pertenencia y proyectos sociales, políticos y culturales, que configuraron estructuras psicosociales, maneras de actuar y de insertarse en la sociedad que producen y reproducen conductas que se oponen a la injusticia social. Al ver el estado de hundimiento de los esfuerzos de encontrar la paz, la reconciliación y la reconstrucción de la sociedad que patrones de conducta podemos encontrar en estos sujetos que se reconocen en los planteamientos políticos de la antigua guerrilla.

 

XIV.

Causa preocupación que los analistas y editores de opinión interpreten la confrontación que ocurrió en la Universidad Nacional y lo que concierne a la ubicación de Iván Marqués, Hernán Darío Velásquez Saldarriaga, Henry Castellanos Garzón y Aldinever Morantes, solo como una fractura al interior del partido político Farc y no como una manifestación de protesta en contra del hecho de que el acuerdo general este siendo destruido por el gobierno y de que se transite por enormes dificultades para conseguir del establecimiento el cumplimiento de la palabra firmada. La Farc llevan dos años insistiendo en que se debe cumplir lo acordado, el equilibrio y las voluntades para la consolidación del acuerdo general no se han manifestado. El establecimiento no ha convenido en generar las condiciones políticas y jurídicas para emprender el programa de desarrollo rural integral, así como, la reforma política. El establecimiento colombiano está condenando a las generaciones venideras a sufrir el ejercicio político de la violencia al negarle a los exguerrilleros las condiciones efectivas para una reincorporación digna.

 

XV.

Colombia se caracteriza porque su sistema político liberal está fundamentado en la igualdad abstracta de los individuos, y no, en la tendencia real de equidad de las condiciones económicas y sociales de las distintas clases sociales. Además, se caracteriza porque sus condiciones materiales de existencia se coligen con un cosmos simbólico de las culturas populares que mezclan una mentalidad supersticiosa y un pensamiento religioso que acontecen en los sistemas significantes indígenas, afrodescendientes y criollos. Esta especificidad es comprensible solo en la interpretación del devenir histórico de la nación y en la expansión, en él, del ideal de consumo de casi cualquier cosa de las sociedades posindustriales, que hacen que, el sujeto aunque establezca vínculos sociales se halle esencialmente solo; ya que solo persigue su propia satisfacción y ante la oposición entre ser y tener se definan en que se es lo que se tiene.

 

XVI.

Este sujeto que no quiere oír hablar de lo que ocurre en la nación, solo se preocupa por lo que golpea a su puerta. Las preguntas, los contenidos y las reivindicaciones que lo motivan y le interesan son las que le conciernen individualmente y lo único que lo moviliza es la intervención que el gobierno haga en sus “libertades” personales. No están frustrados ni desilusionados, solo en un estado de falta de interés. Son sujetos que están ávidos de identidades, de diferencias y de realizaciones individuales inmediatas, sustituyen la racionalidad y la razonabilidad por las pulsiones que se presentan como una paleta infinita de placeres. Se afirman en la existencia momentánea y en una exaltación del instante (Finkielkraut, Alain. 1990). Esta existencia transitoria condena a los sujetos a la inanición, a la impotencia y a la particularización de las comunidades sociales. Estos sujetos repiten inconscientemente los roles sociales interpretados infinitas veces en el escenario figurado por las sociedades posindustriales.

 

XVII.

Parafraseando a Cornelius Castoriadis, de su libro Figuras de lo posible, el contenido antropológico del colombiano no es otra cosa que la realización concreta de las ideas, los valores y las creencias de las sociedades posindustriales y del cosmos simbólico de las culturas populares. Los colombianos no tienen conciencia de su pasado, ni de su futuro, su ética navega entre el hedonismo y el nihilismo; en la nación se busca solo la estimulación de necesidades y no de condiciones experimentales y trascendentales. Partiendo de este diagnóstico se hace necesario preguntarse ¿Quién representa a quién y de qué manera lo representa? La revolución requerida en la nación es mucho más profunda y más difícil que la victoria en una guerra civil. La revolución burguesa de 1789, acaso no fue, la culminación de una larga intersección de subconjuntos, que en lo económico y social, diferenciaron una mentalidad moderna y una representación simbólica que se correspondía con el acontecer de la ciencia y de la técnica.

 

XVIII.

Integrado a la producción de mercancías, al consumo masivo de identidades y de necesidades, la Farc pasó a ser una exaltación social de exhibir un envase superficialmente presentable. La Farc ya no está destinada a producir una imagen perdurable, sino más bien a provocar un impacto; una conducta, que busca reforzar un infinito remordimiento sobre lo pasado, un padecer que hace que se tenga que experimentar a cada instante una configuración económica y social que ineluctable nos lleva a vivir la carestía y la desdicha. La Farc ahora produce servicios en función de la demanda del mercado político liberal, dejó atrás su identidad como una organización política pública de servicio social, y avanzó en construir una legalidad institucional en el establecimiento colombiano.

 

XIX.

Es claro que las Farc-Ep sufrieron una pérdida de legitimidad, respecto a un conjunto de la sociedad, como portadoras de soluciones a los problemas políticos que las fatigaban. No obstante, nunca dejaron de ser una organización que buscara el bienestar común, que existiera en relación con la nación y que a través del conocimiento de su realidad contribuían a su transformación. Las Farc-Ep se entendían como lo común colectivo que cohesionaba un tejido social, que compartía conjuntamente con otros conjuntos sociales el siempre inacabado y el siempre en construcción proyecto de nación. Las Farc-Ep como un bien social reconocían las necesidades sociales, las costumbres y la idiosincrasia de muchos territorios y regiones; el conocimiento de las riquezas naturales y humanas los ataban a su entorno, cumplían una función social ante las realidades que demandaban soluciones adecuadas a los recursos y las problemáticas. Las Farc-Ep le daban existencia a la diversidad de manera sustantiva y no solo formal.

 

XX.

Sin embargo, la Farc como un partido nuevo no adquiere valor en sí. De pronto, porque para los sujetos colombianos es difícil apreciar algo como realmente “nuevo” o porque, la sociedad requiere ilusiones que la Farc no les puede brindar. La Farc ya no puede escenificarse ni producirse como espejo de la nación, ahora es solo una virtualidad, algo que se ubica en el terreno de lo inmaterial. La destrucción, la disolución y la erosión de los fundamentos de su pensamiento han hecho que sus militantes y simpatizantes se presenten como un sujeto vacío que debe ser llenado por el deseo de otro. La Farc se halla perdida, sin posibilidad de obrar a través de un fundamento sólido, no han reconocido sus limitaciones y esto limita la toma de posiciones respecto a su crisis de valores. Establecer límites no solo sería el trazado de fronteras, seria ante todo, una nueva modulación de conceptos y categorías. Conformar una serie de códigos en los cuales los significados de las Farc-Ep cobren sentido de nuevo es una responsabilidad de sus militantes y simpatizantes respecto al uso público de la razón.

 

XXI.

Para Hegel, en su Lecciones de la filosofía de la historia universal, en la historia caminamos entre las ruinas de lo conspicuo porque en el devenir del espíritu; de la muerte surge una nueva vida que no es idéntica a la anterior. El acuerdo general se presentó como una situación límite; como una crisis de significados y sentidos del ejercicio político de la violencia en la nación; como una fractura político-cultural de la sociedad en su conjunto, sin embargo, el desencanto causado por la implementación condicionó una pérdida de ilusiones que hizo que muchos de los militantes y simpatizantes de las Farc-Ep reinterpretaran los anhelos. Una larga experiencia de frustraciones los volvió escépticos, los traumas pasados facilitaron un proceso de desencantamiento con la organización y el establecimiento; secularización que se manifestó en la pérdida de una ilusión y en la resignificación del desencanto. La autodeterminación, la autorreferencia y la autoimagen de los excluidos, en la tragedia de la implementación, conformó un momento de negación que identificó al acuerdo general como un límite positivo, que en sí mismo, señalaba la posibilidad de reordenar y de reformular un devenir para el ejercicio de la violencia política.

 

XXII.

Con esta identificación comienza entonces un desmantelamiento que se presenta como resentimiento y humillación. Ambas están ligadas al traumatismo de la violencia, traumatismo que no ha podido encontrar expresión y que por lo tanto está siempre dispuesta a despertar (Pecaut, pgn. 156). Los excluidos en la tragedia ven el acuerdo general como un medio por el cual el establecimiento afianzó el ejercicio de poder en las clases populares, despojados, por este hecho, de toda particularidad concreta asumieron lo insoportable del desencanto. La violencia política se abatió como sombra de nuevo en nuestra existencia histórica. Los disidentes o la resistencia, al percibir que estaban siendo dominados, desarrollaron mecanismos ideológicos, culturales y políticos que les permitieran mantenerse en medio de la dominación. Es el fracaso en la implementación y las desviaciones políticas de la Farc las que les permiten reconocer y orientar las formas en que como grupo construyen el sentido de sus experiencias. El juego de identidades con el otro (el ideal del yo) y la imagen de si mismos (el yo ideal) en su relación con la otredad, a partir del contexto simbólico en el cual se teje su trama histórica, hacen que no sea fundamentalismo, ni radicalismo, ni voluntarismo su condición. Es solo una experiencia más de humillación.

 

XXIII.

La novedad no es que las Farc-Ep o la Farc cambien, sino ¿cómo y hacia dónde? Sus prácticas llevadas a la existencia empírica han engendrado criaturas bestiales.

 

Bibliografía.

Castoriadis, Cornelius. (2002). Figuras de los posible. Fondo de Cultura Económica. México.

Cooper, David (1981). El lenguaje de la locura. Editorial Ariel. España

Finkielkraut, Alain. (1990). La derrota del pensamiento. Editorial Anagrama. Barcelona, España.

Hegel, Georg Wilhelm Friedrich. (1980). Lecciones de la filosofía de la historia universal. Editorial Alianza. Madrid, España

Mann Thomas. (1985). Doktor Faustus. Editorial Oveja Negra. Colombia.

Pécaut, Daniel. (2008). Las Farc: ¿Una guerrilla sin fin o sin fines? Grupo editorial Norma. Bogotá, D, C., Colombia.

 

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