Uno de los principales indicadores macroeconómicos para el análisis económico, político y social es el relacionado con el empleo-desempleo de un país o una región. En el último informe del Dane, según Rafael Ordúz (Las2Orillas, 18-9-2017), el empleo juvenil sigue siendo desalentador. De cada 5 jóvenes 1 está desempleado. Se necesita entonces analizar la calidad del empleo, del empleo informal y del desempleo, sobre todo entre los jóvenes, hombres y mujeres entre los 14 y 28 años de edad, cuya tasa de desempleo en las trece ciudades y áreas metropolitanas, entre mayo y julio de 2017, fue superior al 18%.
El desempleo golpea más a las mujeres: 21.2%, dos puntos más que hace un año. Para todo el país el desempleo juvenil es del 15.9%, tasa superior a la de hace tres años, sin incluir la del sub-empleo.
Esta variable impacta negativamente en los objetivos de lograr una ciudad democrática y humanista, por eso la izquierda y los sectores democráticos tienen que profundizar en los estudios de la ciudad-región para poder elaborar una táctica y una estrategia que les permita elaborar unos criterios para poder enfrentar el problema, sobre todo ahora que se avecina la campaña electoral, donde brilla por su ausencia en el discurso de los candidatos presidenciales la gravedad del problema del desempleo.
Lo primero que tenemos que hacer es entender el trabajo como la primera condición de toda la vida humana. Nada más denigrante que el desempleo en la juventud, sobre todo en las grandes ciudades que se precian de ser las más felices del mundo y de las más competitivas por el avance de su infraestructura para la movilidad, pero que continúan con sus profundas desigualdades sociales que llevan a la juventud al vicio de la droga, al narcotráfico, a las bandas paramilitares y a la violencia intrafamiliar.
El desempleo es consustancial al modo de producción capitalista, y mucho más ahora con el neoliberalismo salvaje, modelo de acumulación que necesita tener el desempleo como un “ejército de reserva”, para poder contener las luchas de los trabajadores por la mejora de sus salarios y de las condiciones generales del trabajo. Por eso el pleno empleo en el capitalismo es un canto de sirenas, porque sencillamente es un problema estructural inherente a este modo de producción.
Por eso las políticas públicas que anuncian los gobiernos de turno no son más que paliativos en el nivel regional y local, porque dependen de variables macroeconómicas a nivel nacional e internacional aplicadas por el bloque de poder de la burguesía dominante, y no dependen de la voluntad de los funcionarios públicos de los gobiernos de turno. Para muestra el botón de la exministra del trabajo Clara López de Obregón, frente a las horas extras, dominicales y festivos y frente a la rebaja de la cuota de salud que tienen que aportar los trabajadores. Dentro del modelo de acumulación capitalista neoliberal es imposible realizar las más buenas intenciones del mundo.
Por eso las mejoras en los niveles de empleo y en las condiciones de trabajo siempre corresponderán a los niveles de organización, movilización y conciencia política de los trabajadores, porque el empresario capitalista neoliberal siempre se rige en las relaciones laborales por el mínimo vital, es decir, lo que requiere el trabajador para su reproducción y subsistencia.
Para los sectores democráticos y revolucionarios se trata de manejar el tema de un trabajo decente en la próxima campaña electoral: oportunidades de empleo, jornada laboral, estabilidad en el empleo, la remuneración, la protección social, la equidad en el trabajo, el trabajo inadmisible, la dignidad laboral, las libertades sindicales; elementos indispensables en la construcción de una democracia avanzada en el posconflicto.
