Actualmente, el desempleo es uno de los problemas que mayor pesadumbre origina en la sociedad. Entiéndase como desempleo la “situación del grupo de personas en edad de trabajar que en la actualidad no tienen empleo y han buscado trabajo durante un periodo determinado”, y este problema macroeconómico, si así lo podemos llamar, afecta claramente a Colombia y a los jóvenes.
En el país, según la Ley 1622 de 2013, la juventud se define como el grupo comprendido entre los 14 y 28 años de edad. Esta población cuenta con más de 12.5 millones de personas; es decir, la cuarta parte del total de los colombianos, una proporción realmente grande y carente de políticas públicas claras.
Una mirada al mundo del trabajo y su relación con la juventud demuestra la inquietante contradicción entre las expectativas de vida de los jóvenes y la realidad socioeconómica que la mayoría tendemos a soportar, ocurriendo una extraña paradoja: los jóvenes están desempleados porque tienen poca formación o están sobreperfilados y las empresas no cuentan con los estándares salariares y de crecimiento profesional para estas personas.
Según la Gran Encuesta Integrada de Hogares, Geih, del departamento Administrativo Nacional de Estadistica (Dane), el desempleo en los jóvenes fue de 15,7 % en el trimestre móvil de julio a septiembre de 2015.
Esta situación refleja, en cierto sentido, las dificultades a las que se enfrentan los jóvenes a la hora de buscar trabajo e iniciar su vida laboral. De igual manera, expresa la actitud política desinteresada de los gobiernos por reconocer el problema social y encontrar alternativas decentes e integrales al mismo.
La falta de oportunidades para la juventud profundiza la pobreza y la desigualdad social, así como también se convierte en el caldo de cultivo para que afloren múltiples problemas de índole social.
En términos generales, ser joven hoy es asumir sin preocupación y desventaja, el fenómeno del desempleo y la informalidad laboral. Es por ello que los jóvenes de los barrios más pobres de ciudades como Bucaramanga se están integrando a pandillas y a los parches por falta de empleo y oportunidades laborales.
Un país que no reconoce en la juventud una posibilidad de futuro y esperanza, es un país destinado al atraso.
En este sentido, el desempleo juvenil y la informalidad laboral deben ser asuntos de primer orden en la agenda pública, lo cual implica discutir y transformar la política económica y juvenil con los actores directamente afectados, así mismo brindar más atención para derrotar el desaliento y la frustración de la informalidad disfrazada de “emprendimiento juvenil” es una condición necesaria para lograr la inclusión de la juventud a la vida económica-productiva nacional.
En síntesis, apostar por un país mejor compromete a la juventud y al trabajo decente como una oportunidad de futuro. Debido al volumen representativo y las necesidades particulares de los jóvenes, es importante generar acciones públicas e inversiones enfocadas directamente a este segmento, desde los ámbitos social, educativo y por supuesto laboral.