Contrastando el ensayo de La Sociedad del Cansancio (Han), y un cuento de Borges, imagine la ‘Utopía de un «Ocupado» que está Cansado’, en un país donde pocos pueden jubilarse, a pesar de trabajar más horas que cualquier otro en la OECD; también tiene el segundo peor índice de balance vida-trabajo, y, según una encuesta de la Manuela Beltrán, el preponderante 1 mínimo no dura 1 quincena.
“Curioso abuso de la estadística”, como ese genio literario describía a la democracia, el DANE normalizó la informalidad relativizando la «ocupación», porque su papel aguanta todo y se dedica a rebuscarse cualquier trabajito o donación.
A pesar de las razones econométricas, las experiencias del empleado y desempleado parecen diferentes, pero en promedio son idénticamente yermas; “del Rigor en la Ciencia” sólo queda eso, pues “las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil”, pero, deshumanizado, perduran sus “Ruinas”.
Finalizando la década pasada, el «cansancio» fue reconocido por la OMS como causa de improductividad, y enfermedad ocupacional (burnout). Ahora, Petro expropió la marcha de los trabajadores, y se quejó públicamente de la jornada, pero su reforma no la redujo, aunque la inteligencia artificial debería liberarnos de la rutina y la carga laboral, para permitirnos “buscar oficios honestos” y descubrir nuestra vocación.
Igual, las desmesuradas ambiciones continúan tentándonos a sabotear lo que podría ser un paraíso tecnológico, donde la inequidad y la división social no existan. Sálvese quien pueda, la desregulación, la competencia desleal o salvaje, y las restricciones presupuestales impiden otorgar garantías laborales y afianzar un estado de bienestar. Por eso el trabajo, como mecanismo de extorsión contra quienes aspiran a sobrevivir a la pobreza o se someten a la alineación lucrativa, terminó inmortalizando la obra de aquel “filántropo de nombre Adolfo Hitler”.
En el Elogio de la Dificultad, Estanislao cuestionó nuestra mundana idealización. Sin embargo, la distopía neoliberal impuso un «Abuso de la Dificultad», que inspiró la protesta del movimiento «Occupy», porque 99% de la población está esclavizada por el 1% que allanó la desigualdad socioeconómica, y desgastó el lema «trabajar, trabajar y trabajar».
Uno de los futurólogos de referencia para Borges era Coleridge, de quien recomiendo repasar Trabajo sin Esperanza (Work without Hope, 1825): “Toda la naturaleza parece estar trabajando […] Y yo mientras tanto, el único desocupado […] El trabajo sin esperanza extrae [… y …] sin objeto no puede vivir”.
Además, ante el fracaso del gobierno del cambio, que prometía relajar las condiciones de vida de los “Nadie”, comparto un fragmento del poema ‘Alguien’, de Borges: “Un hombre trabajado por el tiempo […] que ha aprendido a agradecer las modestas limosnas de los días: el sueño, la rutina […] que no ignora que el presente ya es el porvenir y el olvido […] una misteriosa felicidad que no viene del lado de la esperanza sino de una antigua inocencia, de su propia raíz o de un dios disperso”.