Hace ya unos años que en Colombia la agenda política, legislativa y hasta electoral la ponen las redes sociales, y entre estas con gran fuerza la del pajarito azul, Twitter. Hoy por hoy no es nada extraño enterarse primero en esta red de denuncias, actualidad, escándalos y nombramientos que en los mismos medios de comunicación tradicionales o especializados; estos pasan casi que a un segundo plano, donde son meramente replicadores.
Sin embargo, el gran alcance, la masividad, el fácil acceso y la anonimidad que ofrecen estas redes las han convertido en dagas perfectas para el que se aprovecha de todo lo anterior para infundir falsas ideas en un público que vive en la inmediatez, se queda con un titular amarillista y no abre la noticia, un público que como pichón en nido se come todo lo que le regurgitan y hace de este su único alimento para el cerebro.
No es algo nuevo, no es secreto. De hecho, lo vimos todos cuando Santos ganó su segundo mandato gracias a un video viral de una abuelita en Villavicencio que decía que "votaran por Juanpa que le va a dar casita a los pobres y no por Zurriaga"... mismas redes que irónicamente, apelando a la rabia y no a la ternura de una abuelita confundida, le arrebataron el triunfo en el plebiscito para la paz.
En fin, esta manipulación en masa, disfrazada de tuits, noticias falsas, imágenes trocadas y fuentes inexistentes, no es algo solamente de criollos, sino que pasa en todo el mundo entero. No nos creamos especiales o menos que otros países en los que también caen en estas triquiñuelas de zánganos politiqueros que carecen de ideas constructivas y verdadero liderazgo... personas que han perdido el poder y aun no hacen su duelo o que simplemente no les interesa ver surgir el progreso luciendo una cara ajena.
Para acercar más esta problemática, qué mejor y más actual que el caso de un alguien que creyó que sería concejal a perpetuidad simplemente por llevar, como diría Abad Faciolince, "sobre mi cara la cara de mi padre". No obstante, aun con esto no le bastó, porque en los más recientes comicios no recibió el apoyo del pueblo, que en esta ocasión sufragó a favor de nuevas caras que le darán una oxigenación a la política medellinense.
El golpe esa noche para la familia de apellido bélico debió ser triple: se perdió un concejo, una gobernación y el orgullo familiar que estaría próximo a heredarse a una tercera generación que, como las anteriores, parece encontrarse sedienta y con ganas de alimentarse de la teta del Estado mientras delante del pueblo posa de ser cero corrupcion.
Ante la nada discutible perdida, dicho personaje parece haber dedicado sus días a difamar a todo aquel que no sea de su corriente y en el que la nueva administración pueda fijar sus ojos para formar un equipo ganador que lleve esta ciudad a cumplir con el eslogan de "Medellín Futuro".
Imagino que desde un sillón de cuero marrón, en alguna finca en el oriente antioqueño, este personaje se sienta a maquinar cómo derrumbar la imagen que con tanto esfuerzo se han logrado construir diversos prohombres diestros en sus saberes. ¿Con qué propósito? Aún lo desconozco, pero creo, desde mi orilla, que es mera mezquindad y tal vez interés de que terceros allegados a él obtengan cargos que por innegable merito son de otros, que víctimas de las falacias en redes no los obtienen. Sea como sea, la ciudad se pierde de tener a personas idóneas, tan necesarias que son, sobre todo en estos tiempos de COVID-19.
