Es maravilloso comenzar un año con esta exposición de Andrea Echeverri Arias que se inaugura el próximo 13 de febrero en el Museo de Artes Visuales de la Universidad Tadeo Lozano y en la que observa de cerca el mundo de las ideas para iniciar la celebración de los 60 años de la Universidad.
El trabajo en cerámica con torno fue amor a primera vista al que encontró en unos salones poco usados en la Universidad de los Andes. Su intención proviene de la atracción por el material de la arcilla con la connotación del sentido rústico. Le interesa una estética que se aparte de lo convencional y donde la humildad tenga protagonismo propio. Andrea Echeverri se acostumbró a la vida desde la comodidad de lo simple como principio básico del ser inconforme. Su trabajo comenzó con la idea de representar la apariencia de la mujer gorda y sus llantas de carne—imagen que, conoció en los medios de comunicación escritos en donde, para vender como grotesco se exalta la gordura con las posibilidades comerciales de convertirla de cucha en chica Barbie. Procedimientos que de tortura se convierten en hábito. Todas esas muñecas con labios carnosos, todas esas narices empinadas, los ojos sin expresión con busto acomodado, cintura de abeja y nalgas de melón comenzaron siendo el primer tema del trabajo dentro del movimiento Neo Pop. En donde lo figurativo ha sido el lenguaje del objeto ritual de lo habitual.
La cerámica tiene la connotación especial, es una única pieza hecha a mano que va en contra de los principios de la sociedad de consumo. Como muchas de sus actitudes en la vida de la artista, tiene y lleva implícita la intención de resistencia. Sus principales referencias son la obra de Beatriz González que la cautivó en una retrospectiva en el Museo de Arte Moderno de Bogotá hace ya algunos años por la importancia del arte-objeto y sus temas político-sociales. Sigue de cerca las obras de los antihéroes de Álvaro Barrios y de los caminos simbólicos de las imágenes religiosas de Juan Camilo Uribe. Obviamente, siempre estuvo atenta a la rebelión del Pop norteamericano: Andy Warhol y su propuesta contra la sociedad de consumo y la gracia de los íconos flash del mundo o, el simbolismo de Robert Indiana. Le impresionaron personajes como Gregorio Hernández de una novela que escuchaba en la radio que se llamaba El Indio Amazónico y se interesó por la infinidad de temas que se refieren a la inferioridad del género femenino.
En su trabajo, utilizar moldes que repitan la imagen inicial es una manera de buscarle una coherencia a su figuración lúdica e incondicionalmente irónica de la muñeca como objeto que es el sinónimo de falsa interpretación alienada por el concepto del consumo de ideas o de comportamientos machistas, después del emblema viene un interesante dibujo ingenuo que ha logrado concretar en su lenguaje plástico y con los esmaltes, hace su propia interpretación de color que va de la mano con el azar del universo del manejo del horno y su calor, mezclado con el tiempo.
Por otro lado, viene su música como resonancia magnética en la cerámica. Los videos de su música muestran ésta coherente relación interna de sus convicciones.
Sus canciones rock pop, que ella compone, son sobre temas que interesan donde la mujer tiene el protagonismo, el antimachismo sus respectivo lugar antagónico, donde importa la fuerza y el respeto natural de lo ecológico y lo étnico donde la situaciones de violencia son imperdonables. Se trata de una intrépida revuelta para salvar almas de un vacío histórico que busca preservar el mundo interior, defender el espacio psíquico y proponer una estética que consigue un aspecto fundamental del concepto de lo bello en una modernidad del caos, que mezcla al romance del príncipe azul con la Cenicienta, Blanca Nieves y la Bella Durmiente.
Como bien lo dice Juia Kisteva: la literatura es especial y, el arte en general, son los lugares más privilegiados de apoyo a la cultura crítica, al rescate de las de su influencia en vías de extinción, amenazada como lo está la cultura de la información consensual. Es importante la experiencia estética que tiene el mundo que se revela a las convenciones, que se corre la cortina de la indigna alienación donde el amor es un arma para salvarse a sí mismo, y la religión una manera de perderse.