Desde la otra orilla, la orilla de quien ya cumplió con sus tiempos en la escuela, me permito hoy saludar en su día a todos los docentes colombianos, especialmente a los maestros del relevo generacional, los que en el presente año tomaron las banderas en esta carrera de relevos de la vida, los miles de maestros nombrados en todo el territorio nacional, los maestros que llegaron a nuestras escuelas, felices y esperanzados, con su mochila repleta de ilusiones.
Con esta metáfora, pasemos hoy al tablero una mochila, pero no cualquier mochila, la mochila de sus sueños, la que llevaron en sus corazones el día de la posesión. Ese día les fue tomado el juramento que los faculta para pasar al tablero a sus estudiantes cuando lo estimen conveniente. Permitámonos hoy pasar al tablero la mochila de los sueños de cada uno de ustedes.
Una mochila hilvanada de vivencias, de retazos de vida, de fracasos, de derrotas y victorias. Si se les pidiera que intercambiaran sus mochilas, con seguridad se resistirían a ello. Les asiste una razón especial: está hecha de sus afanes, sus alegrías, sus dolores, sus vidas. Una vida que les pertenece, que han alimentado desde chicos, desde chicas. En esas mochilas atesoran con celo y con fervor sus mejores apuestas por la vida y hay en todas ellas, sin duda, el decidido compromiso de su vocación de Maestros, de Maestras, noble profesión que permite atizar el fuego del corazón humano.
Les invito a mantener ese fuego avivado, a sumarlo a la hoguera que encendemos en comunidad, donde nos cobijamos del frío y donde secamos nuestras alas cuando la tempestad irrumpe. Ese fuego es el ingrediente principal para conectar con nuestros niños, niñas y jóvenes, es la bala de oxígeno que deberán tener a mano a cada instante para dar los primeros auxilios al cachorro humano del que están a cargo a partir de ahora.
Nuestros chicos y chicas, los niños, niñas y jóvenes que están orientando, los que están hoy bajo su tutela, también tienen su mochila, rota en ocasiones, armada de retazos, repleta de unas ansias incontenibles de vivir, cargada de asombro, desbordada de retos.
Ayudemos a sumar a esa mochila, no a restar. Intentemos hacerla menos pesada y más cómoda de llevar. Permitamos que le pongan su toque personal, su propio tono. Animémoslos a que la zurzan sin vergüenza y cuantas veces sea necesario. Seamos tejedores de sueños junto a ellos.
En sus palabras, en sus acciones, en sus reflexiones, en sus iniciativas, queridos Maestros y Maestras, está la magia para que alguno de esos sueños se concrete, para que la chispa de lo humano brille siempre en sus corazones y los haga partidarios de la vida, no obstante, la ausencia de pan en muchas de las mesas donde mitigan su hambre, especialmente el hambre espiritual.
Solo así el país de las heridas abiertas, en palabras del Cinep, podrá ser superado. Solo asi los huérfanos, los desplazados del territorio, los desplazados del corazón, sentados diariamente frente a ustedes, tendrán un bálsamo en sus vidas. Solo así tendremos todos una esperanza de redención.
Desde este horizonte de sentido, Colombia les hace un llamado para que generosamente, a través de su Ser, su hacer y su quehacer, entreguen lo mejor de ustedes en esta utópica tarea. Ese es el compromiso implícito en su juramento al posesionarse como docentes oficiales. Son ustedes los directos ejecutores de la política pública educativa.
Con su compromiso, tenacidad y paciencia lograremos aunar esfuerzos que permitan cerrar las brechas de la exclusión, fortaleciendo, con hechos, el Estado Social de Derecho, única salida civilizada que permite fortalecernos como nación. Para ello, cuentan con el andamiaje normativo y con su pasión por la Pedagogía.
Los invito entonces a creer en cada niño, en cada niña, en nuestra juventud, de la misma manera en que el Maestro Germain lo hizo un día en la convulsionada Argelia con su indefenso pupilo. El Maestro Germain creyó en su alumno, en el pequeño Albert. “Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza no hubiese sucedido nada de esto”, le dice Camus a su Maestro en la carta de agradecimiento que le escribe al recibir el Premio Nobel de Literatura.
Creamos en los niños, niñas y jóvenes que hoy llegan a nuestras escuelas y ayudémosles a soñar con mundos mejores, con mañanas esperanzadoras, con posibilidades de vida más amables, menos dolorosas, para sí mismos y para sus comunidades.
Que su quehacer sea semilla para una siembra frugal en las mentes y corazones de nuestro cachorro humano. Que la labor de cada uno de ustedes avive la hoguera a la que hoy suman su llama para que se mantenga siempre encendida y dé calor a todos los miembros de la tribu.
Teresa de Jesús Sierra Jaime
Ex Directiva Docente - SED Bogotá
Lic. Educación Profesional Comunicación Social - Mg. Estudios Literarios
Colegio Distrital Patio Bonito I Sede B - 2005