"Estoy muy agradecido con Steve Jobs, y Bill Gates por la tecnología, porque me ha ayudado a optimizar el tiempo y los procesos rutinarios. Me ahorra ir al banco. Me conecta al instante sin importar la distancia; sin embargo, ésta innovación también me frustra, no por lo costoso de los dispositivos, sino por la manera como los estamos usando. En el almuerzo, en clases, en los funerales, caminando, en el gimnasio, inclusive en misa se chatea, se revisa el correo o Facebook. Parecemos zombis atrapados por un maleficio que nos cuesta controlar......."
Advierto que me gusta la tecnología, aunque jamás madrugaré a hacer fila para comprar el último dispositivo que salió al mercado. Tengo un iPhone, iPod, GPS. Además, tengo página web, Facebook, Instagram, twitter y chateo en WhatsApp. Estoy agradecido con Steve Jobs y Bill Gates porque me han ayudado a administrar mi tiempo mejor. Me conecta con todo y con todos, puedo manifestar mi estado emocional con una carita, animar con un pulgar en alto, o reprobar con un pulgar abajo. Sin embargo, esta innovación también me frustra, no por lo costosa, sino por la manera como los estamos usando. En el almuerzo, en clases, en los funerales, caminando, en el gimnasio, inclusive en misa se chatea, se revisa el correo o Facebook. Parecemos zombis atrapados por un maleficio epidémico que nos impide tener el control. Convivir así, en línea permanentemente con otros, nos hace pensar que “estamos in”, Pero no.
Desafortunadamente “estamos out” nos aleja del calor humano, nos está deshumanizando. Solo hay que observar alrededor de nuestro entorno para comprobarlo: el otro día en mi casa, mi esposa estaba chateando animadamente con un grupo de amigas por WhatsApp, mi hija de 18 años conversaba por Skype con un compañero de la universidad, y mi hijo menor de 11 años, hablaba con su abuelita por facetime. Pensé con el ánimo abajo, “nos estamos acostumbrado a vivir acompañados virtualmente”.
Debo protestar de alguna manera, aunque sea escribiendo. Personalmente disfruto la soledad y el silencio, es un deleite, te permite conversar consigo mismo, te hace ser más humano, pero cuando quiero buscar el calor de mi familia, ver sus rostros y escuchar sus voces, ellos están acompañados virtualmente y lo disfrutan. Y ese es el karma.
Esa excesiva conexión está cercenando la oportunidad de nuestras generaciones de conocer la soledad y experimentar lo que es estar solo consigo mismo, revisar su identidad, el propósito en la vida, valorar la enorme riqueza de la condición humana. Pero hoy es muy difícil hacerlo, si no es el chat, es la TV, o el psvita, o el Xbox, o la música que aplastan al silencio y a la soledad, y te impide ver tu mundo interior. Quiero protestar aquí, enfatizando el valor de los momentos de soledad y silencio alejados de la tecnología, para revisar y hacer reingeniería del mundo interior de cada uno. Para nuestros hijos, leer un buen libro abre el camino del conocimiento, de otros mundos y ayuda a construir el propio. De no ser así, seguirán atrapados por la tecnología, súper conectados y quizás sin identidad propia. Como decía mi abuelita, “Para donde va Vicente…..para dónde va la gente”.