El reciente respaldo de alguna derecha colombiana, más a Trump que a Twitter, está revelando el absoluto desconocimiento del enorme hueco político que se ha abierto en la política estadounidense y, quizás, mundial. ¿Será que a eso le temen?
La posible pérdida de la excepcionalidad democrática norteamericana ha desopilado las apuestas políticas al interior de los Estados Unidos, de tal manera que resurge como insostenible seguir jugando a la mentira como discurso.
¡No hay más Trump! ¡Es la consigna! ¡Ni siquiera para 2024! ¡Sus huestes deben disolverse!
De ahí que la prohibición de Twitter deje de ser una alternativa para convertirse en una obligación geoestratégica. Estados Unidos no puede aceptar la merma de su excepcionalidad democrática.
Tal aseveración pone en la picota la posibilidad alterna de capturar el gigantesco capital de 74 millones de votos que habría conquistado con mentiras en las recientes elecciones, lo cual podría crear un inusitado perfil inflacionario de nuevas oportunidades políticas que se habían mantenido larvadas. La disolución de lo fantasioso, que ahora asoma incluso como pueril, es lo que confiere la energía a los procesos que siguen y se aceleran por doquier.
¡Es la verdad lo que se impone!
Es apenas natural que el principal oferente de iniciativas de captación deba estar irremisiblemente en manos del gobierno Biden que apenas inicia. Jamás, en ninguna parte del mundo ninguna fuerza política se había equivocado de manera tan garrafal e infraganti al iniciar un mandato de su oposición. Jamás en ninguna parte del mundo, ni siquiera tras la apertura de algún proceso revolucionario en país alguno, una fuerza política democrática estaría emergiendo con tan gigantesco poder providencial.
Nunca, en ningún memento de la historia, la elección masiva de la verdad habría revelado cuán asombroso y meritorio es denostar la mentira. No se sabía de qué cadenas debía liberarse el hombre cuando se decía que la libertad nos haría libres.
Ahora está absolutamente claro que de perderse la excepcionalidad democrática, cual último bastión que ha amenazado arrasar la mentira, es echar por la borda la civilización construida. Ahora se sabe cuáles son los pedazos que se deben soldar más adecuadamente.
De ahí que el impeachment sea no solo obligatorio sino absolutamente necesario. No puede quedar en el ambiente el más mínimo rigor de la duda sobre las añagazas simiescas y prediluvianas de Trump.
Así encabeza el alegato de la impugnación de Trump que ya hace curso en la Cámara, basado en su propio discurso, no faltaba más:
The New York Times: El debate de juicio político del Congreso se centrará en los comentarios de Trump a los seguidores reunidos en Washington la tarde del 6 de enero. Les dijo a sus partidarios: "Vamos a caminar hacia abajo, y estaré allí con ustedes. Vamos al Capitolio, y vamos a intentar dar —los demócratas no tienen esperanza, nunca votan por nada, ni siquiera un voto, pero vamos a intentar— dar a nuestros republicanos, los débiles, porque los fuertes no necesitan nuestra ayuda, lo intentaremos, vamos a intentar darles el tipo de orgullo y audacia que necesitan para recuperar nuestro país".
Y hacia allá se dirigió el confabulado motín de la mentira. ¡A destruir el Capitolio!
Las obvias respuestas de una opinión pública desopilada llegan a respirar hondo en supuestas minucias como esta: “Deportes: La PGA anunció el domingo por la noche que, a raíz del ataque de la mafia del miércoles, el Campeonato de la PGA 2022 ya no se llevará a cabo en el Trump National Golf Club en Bedminster, Nueva Jersey, que se convertiría en el primer torneo importante que se llevará a cabo en una propiedad de Trump.
“Está claro que llevar a cabo el Campeonato de la PGA en Trump Bedminster sería perjudicial para la marca PGA of America y pondría en riesgo la capacidad de la PGA para entregar nuestros numerosos programas y mantener la longevidad de nuestra misión”, dijo Jim Richerson, presidente de la PGA Tour of America, dijo después de que la PGA rescindió su acuerdo. “Por lo tanto, nuestra junta ha tomado la decisión de ejercer nuestro derecho a rescindir el contrato para celebrar el Campeonato de la PGA 2022 en Trump Bedminster” (ESPN).
¡La mentira es anatema!
Ahora bien, de alguna manera, ¿es esta una situación providencial? Lo que quiero decir es que después de ser sumido todo el territorio de Estados Unidos en una crisis tras otras, todas abismales y terriblemente traumáticas y trágicas, ¿no se hacía necesario la emergencia de una macro oportunidad salvadora?
La existencia del providencial se debate entre lo contemplativo y la acción directa de cada cual agregada de alguna forma a lo providencial que otros suscitan. Sin embargo, hay algo inquietante en lo providencial: algo que me sea propicio sin haber intervenido. Me provee de una suerte independientemente de mi voluntad. Cientos de personas no han intervenido en los sucesos inmediatamente vecinos al ataque al congreso y sin embargo hacen parte de los que puedan ser beneficiados si se usa bien el amplio escenario político que se abre para que las decisiones sobre las dos crisis más latentes y angustiosas se diriman a su favor.
Remite de alguna manera a aquel fenómeno cuántico que se bautizara como el Gato de Schrödinger. En efecto, ya sea que el gato encerrado en un Universo ignoto viva o muera por las decisiones que se tomen, ya estoy implicado en este caso favorablemente, sin descartar obviamente que alguien de las fuerzas que profesan el discurso de la mentira pierda aunque, en el fondo, también ganará incluso contra su voluntad política.
De allí que lo de Twitter tenga tanta relevancia:
Trump llegó al poder explotando los incentivos defectuosos incorporados en las plataformas de redes sociales: su promoción de la indignación sobre la discusión razonada, su énfasis en la personalidad sobre la sustancia y su falta de voluntad para monitorear la información que se comparte.
Twitter no va contra la libertad de información de Trump. Ya tendrá que buscarse otros canales, pero mientras los suscita, pierde audiencia y eso es precisamente lo que ahora se necesita.
Incluso en la Biblia se instaló nada menos que al arcángel Miguel a defender las puertas del paraíso.
Nota. La última cita es tomada de Opinión, NYT; la dos primeras de The Hill.