La más reciente edición de Fucsia, la revista de moda colombiana, desató una ardua e interesante polémica. En su portada, que pretendía ser un homenaje a las mujeres del pacífico en el Festival Petronio Álvarez, retrataron a la modelo y antropóloga cartagenera Julieta Piñeres, vistiendo un turbante y un vestido con influencias de la cultura afrocolombiana. Este hecho despertó la indignación de varias mujeres líderes de la comunidad afro tales como la periodista Edna Liliana Valencia y la diseñadora Angélica Lozano “Miss Balanta”. La polémica saltó desde las redes hasta la prensa nacional hablada y escrita.
Sin embargo, merece la pena analizar esta situación y preguntarnos: ¿es realmente esta portada un hecho de apropiación cultural?
En primera instancia, revisemos el término “apropiación cultural”. No es fácil definirlo, puesto que la línea es muy delgada en varios casos y puede confundirse con la apreciación, la asimilación, el intercambio cultural… Pero intentaremos hacerlo fácil para quienes se aproximan por primera vez. Se puede explicar así: la apropiación cultural sucede cuando una cultura mayoritaria y dominante, toma elementos o prácticas de una cultura minoritaria, por las cuales esta ha sido oprimida y/o perseguida. En este video se explica el concepto con más profundidad:
Dar ejemplos sobre cómo la cultura blanco-mestiza se apropia de elementos de la cultura afro es bastante sencillo y sobre ello se ha escrito mucho. Es algo que ha sucedido innumerables veces a través de la historia, en la música y en el mundo de la moda, en donde una estética o un sonido que ha sido tradicionalmente característico de los pueblos negros es “blanqueado” para que sea fácilmente asimilado por la cultura blanca mayoritaria y sacar un lucro de esta reinterpretación. Y se puede apreciar fácilmente en la actualidad, como en la estética de la cantante Ariana Grande, quien ha cambiado radicalmente su imagen hasta el punto de generar una ambigüedad racial que le permite abrirse campo entre todos los mercados, sin tener que enfrentar los problemas de una mujer negra. O mirando más cerca, la manera en la que J Balvin se ha ganado los mercados internacionales, gracias a su sonido e imagen, que no son más que versiones descafeinadas de la cultura afro. Si dudan de este último ejemplo, solo busquen como destrozó el clásico del Joe Arroyo, La rebelión, para convertirlo en un sonsonete desprovisto de todo significado, diseñado para vender.
Ahora bien, después de recordar conceptos, revisemos el centro de la polémica: la revista Fucsia, edición de septiembre. Su portada, nos presenta a la cartagenera Julieta Piñeres, reconocida modelo, presentadora y Antropóloga de la Universidad de los Andes. Tiene un vestido color verde, con detalles rojos y amarillos, confeccionado por una artista afrocolombiana, y en su cabeza reposa un enorme y imponente turbante dorado con motivos verdes. Hasta aquí, no hay nada extraño, es solo la portada de una revista de moda. El problema radica en el texto que la acompaña: Julieta Piñeres en el Petronio Álvarez, el festival más importante de la cultura afro del pacífico. Aquí, ya se evidencia algo que no cuadra del todo, pero lo mejor pasa en el interior de la revista. Allí encontramos varios reportajes y notas periodísticas protagonizadas por impresionantes mujeres afro del pacífico, acompañadas de bellísimas fotos, que retratan toda su esencia y su lucha. Después de revisar este ejemplar, que vale mucho la pena leer a fondo, muchos quedamos con sinsabor, con malestar y tal vez con la misma pregunta: Todo el equipo periodístico y editorial de esta revista, que revisó este número, sus entrevistas, sus imágenes, ¿por qué decidió elegir una modelo blanco-mestiza del Caribe para realizar un supuesto homenaje a las mujeres afro del pacífico colombiano?, ¿nadie se detuvo a pensar un momento en las implicaciones?
Y en lo personal, me invade otra pregunta: ¿por qué lo hicieron?
En una entrevista realizada por W Radio, el 18 de septiembre, la diseñadora Angélica Lozano se preguntó lo mismo. Y en esta misma entrevista, la directora de la revista Fucsia, Ana María Londoño entregó la respuesta a toda esta polémica, en medio de uno de los discursos más cínicos y racistas que he escuchado en este país. Inició con la clásica posición del white savior en el cual hace énfasis en que trabaja hace mucho tiempo con comunidades afro (entiéndase mucho tiempo como 1 año), que es muy cercana a mujeres afro, que tiene amigos afro, que Fucsia se “esfuerza” por tener representantes afro en algunas sus portadas (mencionó 2) y que la revista “intenta” ser incluyente en el tema afro y lo metió en el mismo saco con los indígenas. Después de ese intento de repetir afro cuantas veces le fuera posible para rehuirle al señalamiento por discriminación, explica que en esta ocasión, en la que a ojos de todo el mundo lo más lógico hubiese sido una modelo afrodescendiente en la portada, eligieron a Julieta Piñeres por un compromiso con la modelo y finalmente por un tema comercial, porque la revista no era una organización sin ánimo de lucro. Imagino yo que en su cosmovisión una portada de una mujer negra no vende lo suficiente.
El insoportable discurso continúa con la directora de la revista esgrimiendo los argumentos más débiles y rebuscados para justificar la apropiación cultural tales como “en el Petronio apenas llegas, te haces trenzas, te pones turbantes y compras ropa afro” o que Julieta fue vestida y maquillada por mujeres afro. Menos mal, por medio de la respuesta de Angélica Lozano se evidencia la posición de la comunidad frente a este tema.
Seguro que algunas personas se harán la misma pregunta que Julio Sánchez Cristo plantea después de la entrevista: ¿no es posible hacer un homenaje a la comunidad afro con una persona blanca? No.
¿Cuál es el punto de homenajear, de reivindicar una comunidad y su cultura, si la cara de este homenaje no representa a esta comunidad, no hace parte de ella, es más, representa el lado opresor y privilegiado de la historia? Es un despropósito total, y no entiendo porque es tan difícil de entender. No podemos caer en el facilismo de argumentos como “todos somos iguales”, “el racismo ya no existe” o el terrible “todos somos afrodescendientes”, propagado por Belky Arizala. Al último le dediqué unas líneas hace un tiempo aquí.
Después de esta revisión, la respuesta parece clara. ¡Por supuesto, que es un acto de apropiación cultural y racismo! Lo tiene todo: la toma indiscriminada de los elementos culturales de los oprimidos y el evidente lucro que quieren obtener con esto.
Sé que a muchos, como a algunos periodistas de la W Radio, les cuesta entenderlo, pero ilustro el tema con un caso presentado por la misma cadena radial hace varios meses. En este se reportaba cómo la marca Carolina Herrera se había apropiado de diseños colombianos, un plagio descarado que indignó a todos en la mesa de trabajo y a los oyentes. La cuestión es que este caso no es una disputa de propiedad intelectual, es un grito de indignación del pueblo afrodescendiente, que tiene a cuestas una historia de dolor, injusticia, crueldad, asesinato, secuestro y esclavitud. Las élites blanco-mestizas privilegiadas tiene una deuda histórica con nuestro pueblo y esta todavía no se ha pagado.
Sin embargo, la preocupación final de Julio Sánchez Cristo y Alberto Casas Santamaría es entendible, pues se siente que este debate busca de alguna manera censurar lo que se puede decir, hacer o mostrar en los medios de comunicación. Es necesario aclarar que de ninguna manera somos la policía de lo políticamente correcto, ni queremos censurar o coartar los derechos de libertad de expresión y libertad de prensa. Sería muy paradójico que una comunidad que fue esclavizada durante siglos, buscara limitar la libertad de otros.
Por eso la posición es clara. La revista Fucsia, su equipo editorial en cabeza de Ana María Londoño y la modelo Julieta Piñeres, decidieron de manera consciente, hacer uso de su libertad de prensa al momento de crear esa portada, la cual a todas luces es un burdo acto de apropiación cultural que solo busca lucro (tal y como lo dijo su directora) y continúan defendiéndolo con cinismo. Esperamos que, con esa misma cara dura, asuman los costos políticos, éticos y económicos que derivarán del detrimento de su imagen y su marca, porque nuestras críticas no van a cesar.
Las comunidades negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras nos cansamos de que se algunos se sigan lucrando con nuestro trabajo y nuestra cultura. Por eso mismo, se sienta este precedente, para todos aquellos que quieran apropiarse de lo nuestro, banalizarlo y lucrarse. Para que tengan presente, que, aunque ante la ley no serán juzgados, no quedarán impunes.
¡Porque nuestras voces no van a parar de gritar basta ya!
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