Desde acá, una nota sobre el más allá

Desde acá, una nota sobre el más allá

Son muchos los poetas, músicos, religiones y filósofos que han escrito en torno al tema de la muerte y ese afán humano de trascender. Una reflexión al respecto

Por: CÉSAR CURVELO
noviembre 05, 2021
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Desde acá, una nota sobre el más allá
Foto: Pxfuel

Asunto oscuro, misterioso y tétrico ese del más allá. “Más allá, la nada, solo quedo yo…”, dice la balada Más allá de todo, del cantante mejicano nacido en Puerto Rico Luis Miguel, de la que hay una excelente versión salsera de nuestro gran vocalista Juan Carlos Coronel.

Se trata del tema Tánatos, el mismo de la parcas de la mitología helena. ¿Qué te puedo decir de entrada? Asume que Cloto es la que comenzó a tejer el hilo de tu vida, Láquesis lo va midiendo cada día y, a determinado kilometraje, Aisa que lo cortará de tajo.

El tópico de la partida in sæcula sæculorum es bastante evitado por la mayoría de la gente. Raymond Moody Jr., al comienzo de su libro Vida después de la vida, asegura que hay dos motivos para que el tema sea calificado como Mizomba, el héroe de un cómic cuyas aventuras se desarrollan en la selva del África ecuatorial, a lo Tarzán. O sea intocable. Algún tanatofóbico que ha leído desprevenido dirá: “¿Para qué diantres me tocas ese punto? ¡Brrr!, hasta aquí llego yo”.

El primer motivo es que nos recuerda que todos y cada uno de nosotros debe pasar por esa desconocida experiencia. Libros sagrados como la Biblia, el Sutra del Diamante, el Corán, el Libro Egipcio de los Muertos, los cuatro Vedas, los Upanishidas, etc., traen posibilidades gratas a quienes se aferran a la fe y a la esperanza de una vida posmortal.

El segundo es que conocemos de manera concreta muchas cosas que nos rodean, pero en lo que respecta a lo que es en sí la muerte para el muerto, ¡de eso sí que no se sabe nada de absolutamente nada! El poeta portugués Fernando Pessoa escribió en el Libro del Desasosiego: “Damos comúnmente a nuestras ideas de lo desconocido el color de nuestras nociones de lo conocido: si llamamos a la muerte un sueño es porque parece un sueño por fuera; si llamamos a la muerte una nueva vida, es porque parece una cosa diferente a la vida”.

Hay una posibilidad remotísima que se dé el milagro de volvernos eternos en este mundo. Pero parece muy improbable que, en el futuro inmediato, Dios llegue y nos eternice, por decir algo. O que aparezcan extraterrestres con una tecnología súper avanzada que nos haga inmortales, como creo que se da a entender en la película Cocoon. O que un equipo científico encuentre la fuente de la eterna juventud, tan buscada por el conquistador Hernán Cortés en tierras aztecas. De todas formas eso de la inmortalidad es relativo. Quiero decir que aun si a ti te dicen que te has convertido en un ser indestructible, no va a desaparecer la posibilidad de que desaparezcas, y en este caso volatilizarse del tiempo-espacio equivale a morir.

Creo que hay algo más allá de todo esto. Ni idea de por qué tengo la certeza que algo de mi conciencia sobrevivirá a la muerte. No sé cuánto, pero algo es algo y peor es nada.

Desde que uno apareció como óvulo fecundado en este escenario terráqueo tuvo experiencias vitales. De alguna manera esos recuerdos están refundidos en lo más profundo de nuestras células, que para nosotros no son tales puesto que no los recordamos. Olvidamos la mayoría de las cosas que nos suceden. Pero podría ser cuestión de tiempo que la ciencia logre la tecnología necesaria para recuperar esas reminiscencias y grabarlas en HD, y verlos arrellanados en el sofá de la casa, como cualquier documental.

Retrocediendo más en el tiempo, se puede asegurar que llevamos escondidos los recuerdos de todo lo sucedido en el pretérito universal en nuestras partículas, incluso desde el nacimiento del Cosmos en la Gran Explosión. Y de allí hacia atrás hasta la infinita historia del pasado. Nuestras ideas creativas no son originales: tienes asidero en esas ocultas remembranzas.

Sobreviviré luego de dar un golpe seco contra la tierra y desmoronarme como un montón de piedras, a lo Pedro Páramo. Me adaptaré a otra realidad, quizás a otras leyes de una física harto desconocida. Estoy en modo psicológico, preparado para ello. Será un suceso especial, luminoso y trascendental. El cerebro sentirá la desconexión eléctrica de las neuronas y la interpretará en su sabia ciencia. Tendremos conciencia de que será muy difícil volver, por lo menos en el corto plazo, a esta misma realidad. O quizás volvemos a un mundo similar al terráqueo, como planteo al principio de mi libro En cualquier momento, la inmortalidad.

Podría ser, por avatares del azar, que terminemos por allá arriba, en el multiverso, el nivel inmediato superior al nuestro, concepto que abrevio como Nisor en mi libro Existencia y libertad. O puede ser que nuestra conciencia pueda achicarse y caer en un nuevo cuerpo, en un átomo del Nifir, o sea el nivel dimensional inmediato del microcosmos, y así podría ser factible que tú, luego de morir, seas el director de orquesta de una microcivilización.

Todo esto suena a ciencia ficción, pero qué le vamos a hacer. ¿Por qué he llegado a estas ideas? ¡Pues por pura intuición poética!

Que a nadie le quepa la menor duda: uno está vivo y tiene que morir. Por mandato cósmico y divino. Por ley inflexible de la naturaleza. Por sencilla regla de tres. En esta cuestión no hay de otra.

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