Es indiscutible. Lo que está ocurriendo en nuestra hermana república de El Salvador es un verdadero fenómeno. Puede comprobarlo in situ, el contagio es mágico y realmente alentador, se percibe y se siente con genuina esperanza de su gente, a todo nivel. Solo basta recorrer las calles, usar el transporte público, visitar tiendas, restaurantes, centros comerciales, playas y universidades, instituciones públicas y privadas, en el aeropuerto etc. hay euforia, motivación y optimismo, es una especie de primavera con síntomas alentadores de recuperación de la seguridad, el desarrollo, el turismo, de un nuevo futuro... el fantasma de las maras pareciera, está quedando en el pasado.
Es un fenómeno complejo de interpretar porque las voces y sentimientos se mueven en la misma dirección. Y para comprenderlo, es necesario constatarlo en carne propia, no es asunto de indicadores o percepción, es una realidad. También son amplias las posiciones divergentes y escépticas, provenientes especialmente del exterior, dirigidas por detractores, muchos de los cuales emiten juicios de valor sin evidencia, sustentados en intereses ideológicos, electorales y/o corruptos.
Frente a procesos complejos y transformadores como estos, la primera recomendación, es ser extremada y racionalmente cautelosos, para evitar “casarse” prematuramente con modelos que aparecen como “reveladores”, espontáneos, súbitos o de coyuntura, y sobre todo cuando son, particularmente políticos, con cálculos electorales y matices caudillistas, pero, que como en caso de El Salvador, están cambiando diametralmente una tendencia, que traía el reciente pasado, endémico y agobiado por el crimen y la violencia. En suma, es parte del costo, cuando se ha privilegiado el ejercicio de la autoridad y la aplicación de la ley para recuperar la gobernabilidad, la institucionalidad, la seguridad, la tranqulidad y la convivencia.
Claro, tenemos espejos aún vigentes, dirigentes y exmandatarios investigados, acusados y hasta privados de la libertad, señalados de dictadores, autoritarios, de implantar “gobiernos policíacos”, de extralimitarse en el uso de la fuerza y de haber relegado el respeto inalienable por los derechos humanos. Lo hemos vivido, liderazgos radicales orientados a imponer orden y seguridad, conllevan serias consecuencias, generan imaginarios de securitización de la sociedad, y acarrean una cadena de consabidas secuelas y daños colaterales que ya hemos experimentado en el nuestro y en otros países, cuando se acude sin pausa, al ejercicio legítimo y sostenido de la autoridad, para conjurar graves y crecientes amenazas contra del Estado Social de Derecho.
Sin embargo, y en contradicción a posiciones cercanas muy respetables por cierto, que sugieren, reitero, prudente cautela frente al auge de fenómenos como el de Bukele, me mueve la convicción y la necesidad de socializar mi más reciente experiencia en territorio salvadoreño, la que espero, sirva para contribuir a una mejor comprensión del fenómeno transformador que se vive en esa maravillosa tierra salvadoreña, bautizada también, el Valle de las Hamacas.
En materia de salud pública por ejemplo, existe un sentimiento ciudadano generalizado sobre el mejoramiento significativo del sistema en la era Bukele. Así lo corroboran los indicadores, las opiniones de expertos y el ciudadano de a pie. El Gobierno manejó magistralmente la pandemia del covid, no sólo fue el primero de Centro América en cerrar fronteras, sino también uno de los países con el más bajo índice de mortalidad, construyeron en tiempo récord “el hospital del covid” para brindar atención especializada y diferencial a los pacientes contagiados por el virus. Estas circunstancias que se convirtieron en prueba de fuego para el presidente Bukele al inicio de su mandato, le permitieron elevar la confianza popular, alcanzando hoy un 91 % de favorabilidad.
La seguridad, protegida con firmeza y carácter por Bukele. Hacía una década no visitaba El Salvador, y en su momento, el motivo fue realizar un trabajo de campo con expertos en seguridad ciudadana de la OEA. Recorrimos el territorio, particularmente los municipios con la tasa más alta de homicidios. Estuvimos en dos cárceles, conocimos el sistema penitenciario, entrevistamos a cabecillas y a algunos de los más temibles “homeboys”, es decir “pandillero de las maras”. Encontramos que si bien estaban tras las rejas, mantenían el control de la prisión ante un desgobierno evidente, ordenaban ejecuciones, secuestros y extorsiones, mientras las zonas perimétricas estaban bajo dominio de las clicas, armadas temerariamente ante los ojos resilientes de las comunidades, todas ellas sometidas agresivamente al poder criminal de las maras.
Ahora bien, la información recabada, luego de múltiples y largas conversaciones con empresarios, académicos, policías, investigadores y ciudadanos del común en diferentes zonas de El Salvador, podríamos interpretar y sintetizar el fenómeno “Bukele” con la siguiente aproximación de ideas:
El presidente Bukele surge de una familia empresaria, de principios conservadores, con influencia política de centro izquierda y con auténtico arraigo en la nación. Paradójicamente nace en la política, bajo la bandera del partido Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional FMLN. Fue alcalde de los municipios de Nuevo Custatlán y de San Salvador, siendo destacado por su transparencia y extraordinaria administración. En 2017 fue expulsado de su partido por conflictos ideológicos, dando origen a su propio movimiento Nuevas Ideas que lo lleva al poder en 2019. Como gobernante, ha logrado conectarse con el pueblo, identificar su clamor y enfocar su plan de gobierno para mejorar la salud, reactivar la economía, el turismo, aumentar el empleo, recuperar el control institucional del territorio y superar paulatinamente los graves problemas de inseguridad, criminalidad y violencia.
Conoció como pocos y desde las entrañas del FMLN los gobiernos que sucedieron a la firma de los acuerdos de paz con las guerrillas, siendo testigo, no solo de graves casos de corrupción, sino de oscuros episodios que llevaron a su partido a negociar los principios con las maras, sometiendo a la autoridad y permitiendo pactos de no agresión con estas bandas criminales, que arrodillaron a sus dirigentes, los mantuvieron cohartados, prácticamente extorsionados; mientras continuaban afianzando su control criminal en los territorios, amedrentando e intimidando a las comunidades sin compasión.
Como presidente, Bukele no solo ha expuesto sus condiciones de estadista, se rodea de asesores con formación técnica, un lujo de equipo, que le dicen, no lo que quiere escuchar, sino las verdades del sistema que debe afrontar. Así, con voluntad y el polo a tierra, desenmascaran la vieja trampa con que las maras han embaucado a los gobiernos antecesores, ofreciendo “parar” la violencia, a cambio de ¨parar¨ la persecución en su contra, y continuando subterfugia y descaradamente con sus economías criminales a través de la extorsión, el secuestro, el tráfico de estupefacientes, el tráfico de armas, la explotación sexual y el contrabando, un escenario de similares características al actuar de los “combos” en Medellín, o a lo que sucede actualmente en Colombia con la cínica respuesta de los grupos ilegales a la “paz total” que ofrece el gobierno nacional.
Bukele le apunta al sometimiento y control de las maras como la llave maestra para proteger la vida de los más vulnerables
Bukele le apunta al sometimiento y control de las maras como la llave maestra para proteger la vida de los más vulnerables. De ahí su persistencia en atinar con estrategia, prevención y acción, para reducir la tasa de homicidios a un dígito, en tiempo récord, es decir, en 3 años (2019) pasó de una tasa de 38 homicidios por cada 100 mil habitantes a 7.8 muertes en 2022, un verdadero fenómeno logrado por muy pocos países. De esta manera sacó a El Salvador del desprestigiado ranking de los territorios más violentos del mundo.
El liderazgo de Bukele sobre los asuntos de seguridad, tiene características muy similares a las evidenciadas durante la Política de Seguridad Democrática en nuestro país. Al mejor estilo del presidente Álvaro Uribe, Bukele asumió personal y cotidianamente, con microgerencia, perseverancia y desde los territorios, el control, evaluación y seguimiento de los indicadores de seguridad.
Activaron un programa no tan novedoso en teoría, pero sí altamente efectivo en la práctica. Evolucionan del modelo de coordinación al de integración total de esfuerzos, recursos y procedimientos para responder 24/7 al delito en el territorio. La Policía Nacional, la Inteligencia, la Policía Judicial, el Ministerio Público, el Ejército, Migración y las autoridades locales, conforman estos equipos de respuesta que se movilizan de manera inmediata al lugar donde se ha presentado un crimen. Se maximiza el tiempo y los resultados en la recolección de evidencia, también en la determinación y captura de los autores, bajo la dirección exclusiva de Fiscales y Procuradores. La comunicación desde la escena del crimen con los organismos de de investigación e inteligencia es en tiempo real, se procesan datos y se facilita la interlocución para hacer más efectiva la localización de los criminales, en su mayoría integrantes de las maras, ya reseñados por la justicia. La integración de la información y la inteligencia, através de bases de datos únicas sobre las maras y otros delincuentes, ha sido clave en la identificación y captura de los delincuentes. Cerca de 65 mil integrantes de las maras están en prisión, se estima que son aproximadamente 25 mil los que andan sueltos, de los cuales muchos, a partir de la llegada de Bukele al poder, han huído por las fronteras de Guatemala y Honduras, otros están en el anonimato y unos pocos han instalado campamentos improvisados en la selva.
Las medidas adoptadas en las cárceles son excepcionales, disuasivas y efectivas, y no deberían asombrar al mundo, son imágenes que los delincuentes deben presenciar como lección de orden y de autoridad intracarcelaria. Ha sido un mensaje articulado estratégicamente, educativo y contundente para quien planea delinquir. Mucho de lo que le hace falta a Colombia. De esa manera se eliminó la criminalidad en las cárceles, el control es total, no solo físico, también electrónico, se acabaron los cacicazgos, la corrupción casi inexistente y los “homeboys” obligados a cumplir un régimen penitenciario estricto, disciplinado e incomunicado con sus redes externas y sin poder criminal adentro y afuera de la prisión.
Los mensajes a su país y a la comunidad internacional para conjurar el crimen y la violencia en su territorio, son coherentes, determinantes y estructurados. Gozan de altísima simpatía y respaldo
Los mensajes del presidente Bukele a su país y a la comunidad internacional para conjurar el crimen y la violencia en su territorio, son coherentes, determinantes y estructurados. Gozan de altísima simpatía y respaldo. Su actitud hacia las autoridades es motivante, de apoyo irrestricto, pero condicionado al respeto insoslayable por los derechos humanos. Que hay extralimitaciones y abusos, no lo dudo, hemos visto denuncias y campañas en las redes digitales que deben investigarse y aclararse, pero comparto la posición de que el mandatario no debe dar su brazo a torcer y que es fundamental que conserve la lógica de que quien delinque es el primer violador de los derechos fundamentales y en consecuencia deben ser sometidos con determinación, prevaleciendo en todo caso los derechos humanos de la población sometida, atropellada y victimizada.
Finalmente, son reiteradas las preguntas y posiciones que recibo a favor y en contra, sobre el fenómeno Bukele. En Centroamérica y el Caribe ronda una especie de escepticismo, acompañado de expectativa frente al desenlace que tendrá su vecino país, algunos ya lo observan como ¨El Gran Hermano¨. En Suramérica, muchos quieren importar a Bukele a sus países, guardan la esperanza de que florezcan líderes con igual talante en futuros procesos electorales, por ejemplo en Perú el 93 % quieren tener un Bukele en su gobierno, y en Colombia varios candidatos lo referencian, imitando su carácter y copiando su estrategia. No obstante, y como lo señalé al comienzo de este escrito, también se mueve una franja amplia, significativa y respetable de quienes sospechan que debajo de las hamacas hay ¨gato escondido¨, descifrando a Bukele con rasgos de dictador, de caudillo, y con tufillo de redentor. Ojalá este no sea el caso del eminente líder y promesa salvadoreña.
BG® Juan Carlos Buitrago Arias