Se está dando en el país un hecho inconcebible: una persona que no ocupa ningún cargo público y que por lo tanto no ha jurado cumplir con la Constitución pero que además tiene procesos en curso no precisamente por estar recogiendo café, ahora maneja de frente el gobierno colombiano. Ya rebozan la copa no solo el episodio de Buenaventura en el que su Twitter termina deslegitimando lo que acordaron dos viceministros, sino también ese extraño viaje del presidente Duque a Medellin y su encuentro a escondidas con Uribe. De allí sale el presidente a Cali y declara la militarización de este departamento y de la mitad del país. Lo que el presidente no evalúa es que este país es más inteligente de lo que se imagina y esas actuaciones le está minando aún más la poca credibilidad que le queda ante amplios sectores nacionales. A esto se suman las declaraciones que el expresidente Uribe le dio a un medio español en las cuales afirma sin rodeos que Duque está siendo débil en el manejo del paro en Colombia.
La verdad es que la mayoría de los colombianos que no apoyan ni al gobierno ni al expresidente, han sido muy prudentes y eso demuestra su madurez política. Saben que estamos en momentos críticos y que quienes terminan pagando cualquier enfrentamiento adicional a los que ya están en las calles, le pasan la cuenta de cobro a nuestra juventud, a esa mayoría de mujeres y hombres que se están jugando por un futuro distinto de este país.
Pero esta manera tan descarada de manejar el gobierno por parte del expresidente le está pasando una cuenta de cobro muy grande a este gobierno. El episodio de Buenaventura muestra un nivel de descoordinación imperdonable en momentos en donde lo mínimo que se exige es que no se desautorice a funcionarios públicos de ese nivel por decisiones de alguien que por importante que sea, no tiene responsabilidad política de sus actos.
Puede que nuestros entes de control, que en realidad han dejado claramente de cumplir sus funciones por deberle el puesto al presidente, no actúen, pero otra cosa es la posición de quienes defienden lo que tenemos de democracia gracias a la cual se escogió un presidente y no un gobierno manejado por dos, uno de los cuales es simplemente un ciudadano.
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Todos sabemos que su nivel de injerencia es enorme pero ya están llegando sus intervenciones a un nivel que le quitan toda credibilidad a la administración
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Adicionalmente, la opinión de la comunidad internacional sobre Colombia que ya está en el piso, no debe salir de su asombro ante esta manera tan irregular de manejar las decisiones gubernamentales. Por la poca gobernabilidad que le queda al presidente Duque, necesaria para que este país no se le siga saliendo de las manos, debe asumir el manejo del país. Tiene que mostrar que él tiene el mando a pesar del descaro el expresidente. Todos sabemos que su nivel de injerencia es enorme pero ya están llegando sus intervenciones a un nivel que le quitan toda credibilidad a la administración.
Ojalá esta militarización de medio país que sin duda es un mandato de Uribe, no cause un desangre mayor al que ya vive este país. Pero que quede claro: esta decisión es claramente mandato de Uribe porque ese es su estilo, de manera que los costos los tendrán que asumir los dos: el uno por su manejo guerrerista y el otro por su falta de mando.
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