La imágenes de cientos de niños famélicos como solo se veían en las noticias de Biafra, en los desiertos de Africa, son el pan cotidiano en La Guajira donde los niños wayuu están muriendo de física hambre y de sed, debido a las terribles garras de una corrupción desenfrenada, que ha convertido a ese departamento en la olla más podrida de Colombia en cuanto se refiere a administración pública, porque sus habitantes, trabajadores como el que más, están sufriendo los embates de los ladrones de cuello blanco que se roban hasta el alimento de los niños y el agua que por derecho inalienable les corresponde.
Lo que sucede en La Guajira es digno de Macondo; el gobierno nacional represa el río Rancherías que surtía de agua a todo el departamento, para construir la represa que nutre a las empresas carboníferas, dejando a todo un pueblo sin agua, condenado a morir de sed en un territorio tradicionalmente desértico y como es lógico, sin agua no se puede cultivar nada y si no se cultiva no hay alimentos y entonces el hambre y las enfermedades se convierten en el común denominador de niños y ancianos principalmente.
Todos los días aparecen noticias de despilfarro y corrupción en La Guajira; hace poco El Heraldo de Barranquilla denunció el robo de más de 500 millones de pesos para la comida de los niños wayuu, el gobernador actual, que reemplazó a una gobernadora con muchísimos problemas, todos los días destapa una olla podrida; es increíble, pero en un departamento que se muere de hambre y de sed, que recibe recursos por regalías, que dice que no le alcanza el presupuesto, encuentran cientos de miles de millones de pesos en cuentas oficiales camufladas y el pueblo muriendo de hambre, de sed, sin acueductos, sin vías y sin salud; un verdadero infierno de corrupción, una paila de dolor donde se cocina la salud de un pueblo enfermo y a punto de desaparecer.
El hambre y la sed de los niños wayuu, son las notas desgarradoras de dolor que tiene Colombia para mostrar al mundo, el niño wayuu, apenas con sus huesecillos forrados por la piel y con los ojos saltones por la desolación y el estupor, es la radiografía cruel de los aterradores efectos de la corrupción, es la voz que hurga en la conciencia de los corruptos día y noche clamando justicia, es el grito desesperado de una raza que se niega a ser eliminada totalmente, es la razón más fuerte que tenemos los colombianos para impedir a toda costa, que los corruptos sigan haciendo su agosto y que la voracidad de las multinacionales continúe como Pedro por su casa explotando nuestros recursos naturales y convirtiendo los paraísos ecológicos que aún tenemos, en desiertos donde un pueblo muere lentamente, como sucede en La Guajira.