¿Usted se ha puesto a pensar cómo vive sus tiempos?, es más, ¿usted tiene tiempos? Saque un momento para esta nota y pensemos juntos al respecto
En épocas de la modernidad temprana, por lo menos cuatro o cinco siglos atrás, los tiempos convencionales los comenzó a marcar el reloj y el calendario en presentaciones relativamente mecánicas y simples; esto se instauró en lucha con las temporalidades locales, gobernadas por la lectura de las estaciones y de las actividades productivas agrarias, es decir, por el arado, la siembra y la cosecha. Entonces comenzó a instaurarse progresivamente una lectura homogénea del tiempo; la vida comenzó a estabilizarse a partir de rutinas medibles, al punto que se podía entender su funcionamiento a partir de un contador artesanal de los días, semanas, meses, años, décadas y siglos sucesivos, que se fueron volviendo el tiempo medido, cuantificado, a partir de la hegemonía en Occidente del calendario gregoriano; en la tardo modernidad que vivenciamos actualmente, el reloj y el calendario se han integrado en otros dispositivos como el celular y las computadoras, que además ahora articulan los tiempos desde lenguajes y formatos que recrean desde el vínculo corporal, cuando leen las palpitaciones, síntomas y biorritmos individuales, hasta los eventos cósmicos con las rotaciones y traslaciones del planeta, reportando y prediciendo posibles acontecimientos con mediciones solares y lecturas de colisiones interestelares capturadas a la velocidad de la luz.
El tiempo está en todo el orden civilizatorio, en pleno progreso lineal, nos encierra la existencia en una cuadrícula que es forma de pensar, de sentir y estar en el mundo
Podría pensarse en una lógica que hemos ganado tiempo; lo tenemos medido y somos conscientes de su eventualidad, aceleración y contingencia; esa transformación de orden civilizatorio ha instalado múltiples formas de institucionalización productiva, del habitar urbano y rural, de la socialización y gobernabilidad de la vida compartida. También podría pensarse que las mediciones del tiempo nos han organizado la vida, que nos han ayudado a progresar y a tener una relación más previsible y armoniosa con el mundo, permitiéndonos superar angustias, sufrimientos y escasez de recursos. El tiempo pues, está en todo el orden civilizatorio, en pleno progreso lineal, nos encierra la existencia en una cuadrícula que es forma de pensar, de sentir y estar en el mundo. Sin embargo, que paradójico, cada vez más las patologías humanas y las grandes conflagraciones sociales indican que, por el contrario el tiempo homogéneo, único, intercambiable, cosificado, lineal, nos ha situado en una penosa situación estratégica, en una calle de dirección única que encarcela la existencia en ansiedades múltiples, tal como lo reconociera el célebre filósofo Walter Benjamín al amanecer del siglo XX.
Menos mal que el triunfo de tal invento temporal no ha sido tan definitivo y los tiempos vencidos y negados siguen dándonos aires para vivir el mundo en clave de instantes diversos; hagamos un breve inventario de esas ventanas que nos indican otras posibilidades de existencia, aun en medio del encarcelamiento y constreñimiento temporal contemporáneo: todavía podemos reportar que hay períodos en los cuales amanece más temprano y oscurece más tarde y viceversa, todas y todos sabemos que no es lo mismo lunes que domingo o diciembre que enero; cualquier día al amanecer nos sorprende el canto viajero de una familia de aves, ya sabemos que hay días de sol que se ven interrumpidos abruptamente por la lluvia y que a veces esperamos el aguacero por semanas pero él se resiste y es el sol el que calienta la existencia y ve arder una tierra sedienta. Hay días en los cuales los deudos cumplen años o florece una rosa o un árbol frutal en el andén vecino, períodos en que los entornos se visten de fiesta y carnaval, hay momentos silenciosos del descanso en los que no pensamos ni corremos, simplemente estamos; podría continuar con la lista, pero hoy se me agota el espacio y el tiempo de esta columna, debo partir a la realidad que empuja a la gestión, a la labor imperativa, entonces les invito a que olviden por un momento la cuadrícula del reloj y el calendario, que piensen en sus propios tiempos personales, familiares, locales; aquellos que indican alteridad social y por lo tanto posibilidades de existir de otra forma, desatando las rutinas. Buen fin de semana, buen viernes cultural.