La única peste que faltaba en este país era “la migración”, que ya está aquí y llegó para quedarse. No hay trabajo para los colombianos y aún así se ofrecen 210.000 permisos de trabajo para los venezolanos que se encuentran en situación migratoria irregular en el país. Muy altruista y magnánimo nuestro presidente Nobel de Paz, que como siempre junto la señora canciller, que vive en el país de Alicia, parecen que gobernaran en Europa y no en Colombia.
Las cifras de desempleo en el país son para armar alboroto, aunque el gobierno intente tapar el sol con una mano ofreciendo datos maquillados. La realidad es que cada vez es más complicado conseguir un trabajo decente, cuando digo esto me refiero a uno donde siquiera paguen el salario mínimo, más sus respectivas prestaciones sociales.
Este es un tema muy complicado porque se pone en peligro la estabilidad económica de muchos hogares de nacionales que dependen de un empleo para su sustento. Sin ánimo de ser hostil, en Colombia no hay cama para tanta gente. Aquí un empleo ocupado por un venezolano es un empleo menos para un colombiano. No se puede negar que el país atraviesa un momento económico complicado y muchas empresas están reduciendo la planta de personal al punto de operar con lo mínimo permitido. Con esa panorama, la creación de nuevos puestos es casi inexistente.
A esos 210.000 nuevos hay que sumarle los “venecos” que son hijos y nietos de colombianos en Venezuela, quienes pueden obtener la nacionalidad con sencillos trámites en la Registraduría; los retornados de Venezuela y los que de forma ilegal han obtenido cédula colombiana. Podríamos estar hablando de un millón de nuevas hojas de vida peleando por las mismas vacantes.
Adicionalmente, los sueldos son cada vez más reducidos y un currículo venezolano en estos momentos es sinónimo de mano de obra barata. Ya vamos a empezar a ver los almacenes de cadena llenos de cajeros con un acento. Igualmente, la migración saldrá disparada porque muchos vendrán en busca de lograr estos permisos a futuro. Estos anuncios se dan en muy mal momento, justo cuando Venezuela es un naufragio sin salvavidas.
Los colombianos estaremos en desventaja, la mayoría de venezolanos que me encuentro en la calle muchos son profesionales y no es porque sean mucho más inteligentes y estudiosos, es que en su país si les dan educación, estudiar en Venezuela es un regalo. Sin embargo, en Colombia es todo lo contrario. Aquí pagar una carrera vale una extremidad del cuerpo, poquitos pueden darse el lujo porque con lo caro que es, estudiar aquí es un lujo.
Las empresas quieren grandes profesionales experimentados a bajo costo y ahora los van a tener de sobra. Muchos extranjeros trabajarán hasta por la mitad del sueldo que pediría un colombiano con la misma titulación.
No tengo nada en contra de ningún extranjero, pero si nuestro país no tiene capacidad de ofrecer bienestar a los propios, mucho menos puede hacerlo con los extranjeros. En resumidas cuentas, el país no puede abrir la puerta a una migración extranjera y tampoco puede echarnos al lomo una carga que no es nuestra.
Cada pueblo merece los gobernantes que tiene.