Vistosos pendones por toda la ciudad, fotografías y vídeos en redes sociales, son los encargados de promocionar el recién inaugurado mirador turístico y religioso en el cerro Jesús Nazareno, ubicado en una de las periferias de Cúcuta, exactamente en el barrio Antonia Santos.
La Alcaldía, en su página oficial, afirma que se invirtieron dos mil ciento setenta y nueve millones de pesos para adecuar la cima de la montaña con ‘’un sendero peatonal de 236 metros, una estructura de 18 metros de altura, una plazoleta de comida, mirador hacia la ciudad y una capilla para los feligreses’’. Toda una magnífica obra que impulsaría el turismo y desarrollo urbanístico en esa zona que históricamente ha sido golpeada por la violencia y la tensión.
Ahora vamos a la realidad. En primer lugar, la intervención en el cerro con esta obra es una mala idea para esa zona de la ciudad, porque para su adecuación se tuvo que deforestar el área, debilitando aún más un terreno proclive a deslizamientos en época de invierno. El ambiente natural ahora luce más empañado por la cantidad de basura (paquetes plásticos) que arrojan muchos de los nuevos visitantes que carecen de cultura ciudadana.
Además, es probable que el mirador dé vía libre a que se construyan más casas en la montaña, un terreno de alto riesgo por su inestabilidad. A través de los años se ha podido notar cómo el urbanismo desordenado sigue subiendo el cerro y sus alrededores, agrandando la ciudad sin planeación ni control eficiente y acabando con el área verde.
Segundo, como la obra ya está construida y se ignoró lo anterior, vale la pena decir que: por la naturaleza del terreno y el trabajo realizado se puede asegurar con dificultad la permanencia en el tiempo del área construida en óptimas condiciones; si el lugar fue intervenido teniendo en cuenta que su época fuerte de visita sería la Semana Santa y se promocionó por toda la ciudad para que miles de cucuteños asistieran, ¿por qué las instalaciones y la logística son insuficientes para recibir a tantas personas al tiempo?
El sendero peatonal no dio abasto para la cantidad de visitantes que atendieron el llamado de la Alcaldía de disfrutar la nueva atracción turística y centro de oración en este Viernes Santo. Ante una fila interminable de personas que trataban de moverse y caminar durante una hora para llegar a la cúspide o bajar, muchos se salían y optaban por improvisados caminos entre la pendiente llena de rocas inestables y matorrales.
Adultos y niños se aventuraron a pasar por los atajos deslizándose frecuentemente para lograr superar el estancamiento humano de un lado y enfrentarse a otro. La esperanza de todos era terminar el sendero y disfrutar de la vista panorámica de la ciudad y/o de una oración en el pequeño centro religioso. Sin embargo, una vez arriba, nada cambió. La nulidad de control de movilidad y la actividad general en el mirador facilitó el desmayo de varias personas, altercados y niños extraviados.
Igualmente, la Policía y los organismos de primeros auxilios dificilmente pueden actuar. Sin contar con que deberían ser permanentes para ofrecer garantías a los que vayan en los horarios que se estipulen. Además, en un lugar atestado de gente hasta las barandas de protección, las cuales flaqueaban al ritmo de cientos de victoriosos montadores que ayudaban a otros a sobrepasarlas para unirse a la masa, es vital su presencia.
Tercero, las vías no están adecuadas para llegar al mirador. El sendero… como ya lo mencionamos tiene problemas, el acceso vehicular no está pavimentado o adecuado en su totalidad, y el terreno aún es agreste y representa todo un problema en caso de lluvia para propios y visitantes. Se pensaría que si se va a intervenir una zona natural para legitimar y multiplicar un corredor específico de personas —que ya tenía suficiente presencia externa con tres torres de comunicaciones—, se debería hacer bien.
Ahora, atendiendo al llamado de la comunidad que quería un proyecto de desarrollo en su barrio, quedan dudas con respecto a si lo que se hizo se acerca a lo que ellos solicitaron durante varios años. En un reportaje realizado por el canal TeleCúcuta el pasado enero, varios líderes y habitantes de Antonia Santos expresaron su inconformidad con el diseño final del mirador y su construcción.
Cúcuta es una ciudad que tiene escenarios por ofrecer. El turismo es una industria que vale la pena impulsar, porque generaría empleo, contribuiría al embellecimiento de la urbe y el fortalecimiento del sentido de pertenencia de los ciudadanos. Aquellos proyectos bien pensados, planeados y fundamentados favorecerían la situación de la capital. Esta actividad, sin duda, es bien recibida por los habitantes de la capital nortesantandereana, el área metropolitana y municipios cercanos. Sin embargo, trabajos como el desfortunado Mirador turístico y religioso Cerro de Jesús Nazareno, dejan más preguntas que respuestas; más incertidumbre que calma.