En los engorrosos trámites parlamentarios, las leyes resultan la mayor parte de las veces convertidas en unos frankestein, hechas a retazos, verdaderos monstruos. Así está pasando con la Ley del Plan Nacional de Desarrollo y con la tal Ley de Equilibrio de Poderes.
Que si Tribunal de Aforados, que si incluyen al procurador y al fiscal y sobre todo que si le dan la potestad a S. M. Juanpa para designar a los altísimos magistrados que juzgarán a los altísimos aforados. Lo mismo pasa con cada nueva ley que reforma el Código Penal para aumenta o rebajar penas y para dar o quitar prebendas a los condenados.
En estos días esos monstruos legales se han dejado ver con algunas penas ridículas por lo bajitas y otras absurdas por lo altas. Se perdió el equilibrio procesal y condenatorio, se hacen condenas a la medida y procesos a pedido. Así como hace rato se perdió el equilibrio de poderes públicos. La diferencia es que mientras hay parlamentarios preocupadísimos con las inequidades entre los poderes, poco parece molestarles que un asesino confeso de miles de campesinos, violador de mujeres y narcotraficante salga a la calle libre de polvo y paja, después de míseros ocho años de cárcel, mientras otras personas son condenadas a veinte o más años de cárcel por delitos de muchas menor gravedad.
Los problemas de la justicia colombiana no son tanto de los tiempos, aunque por supuesto la lentitud de nuestro sistema es exagerado. A los líos de corrupción, roscas, puertas giratorias se les suma estos desequilibrios que se han ido creando y los que se van a crear con tal de firmar cualquier cosa con las Farc y con el ELN. Nuestra justicia ahora más que nunca es para los de ruana y los demás tienen justicia según su poder de coerción o intimidación por las armas o su poder económico.
No sé cómo sería la fórmula para que de este trámite salgamos con una justicia equilibrada y no aumentando el des equilibrio que hoy tenemos. No se trata solo de los guerreros comprometidos en el conflicto, hay que pensar en toda la gente, la del común la violada en trasmilenio, el despojado de sus tierras, las olvidadas del sistema que se mueren en la puerta de los hospitales.
La propuesta de las Cortes de una Asamblea Nacional Constituyente para la Justicia aparece para enloquecer este avispero y parece justa frente a lo que tenemos hoy. El desequilibrio de poderes es entre los que lo tienen y los que no lo tienen, no entre poderes que ya se protegen unos a otros. Y ese poder que le falta a la gente del común es la justicia. Sin justicia no existe democracia; pero una justicia equilibrada y pronta, que pueda armonizar la gravedad de los delitos con las penas.
Hoy, en el desecuadernamiento de nuestros códigos lo que tenemos son delitos gravísimos que se perdonan e infracciones mínimas que se sancionan con dureza, agravada adicionalmente por el sistema penitenciario que lleva a las barracas de los penales comunes a delincuentes comunes y reserva los salones de las cárceles fiscales para los poderosos.
Estoy de acuerdo, si para algo se requiere una Asamblea Nacional Constituyente es para equilibrar ese desbarajustado sistema de in-justicia.
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