Derrumbar el monumento Mano de la Resistencia en Cali sería, nuevamente, una provocación a la protesta ciudadana, como sucedió con el “desacomodo” de la estatua del fundador de Cali, Sebastián de Belalcázar, reconocido también como asesino de Robledo, fundador de Cartago, y de la desgracia de muchos indígenas, originales propietarios de la zona.
Confío plenamente en el buen juicio de nuestro joven alcalde Eder para que haga respetar el monumento de la misma forma en que lo deseamos para la estatua de don Sebastián.
Aquí el dilema no está en cuál monumento nos guste y merece existir, sino en el respeto por la diversidad. La ciudad de Cali no se ciñe a una zona o estrato determinado, es una ciudad llena de gente, unos autóctonos, otros descendientes de aquellos traídos como esclavos, otros inmigrantes de países vecinos, de Europa y del Medio Oriente.
¡Salvo los indígenas, nadie era de aquí! Es urgente que aprendamos el significado del respeto:
“Preocuparse por el impacto de nuestras acciones en los demás, ser inclusivos y aceptar a los demás por lo que son, incluso cuando son diferentes”.