Derrotado y aferrado

Derrotado y aferrado

Las elecciones “Biden-Trump” han puesto en marcha valores democráticos que se expresan a través de una axiología que para el resto de los países es difícil de entender

Por: Orlando Solano Bárcenas
diciembre 04, 2020
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Derrotado y aferrado

Lo anterior dada la complejidad del sistema federal y del método de elección del jefe de la Unión Americana mediante los incomprendidos y a veces mal estudiados colegios electorales. Esta axiología se manifiesta —dentro de su lógica y principios— como un deber ser, como la búsqueda de unos fines y valores sociales y constitucionales. Uno de ellos es el principio de “alternabilidad” pacífica, reglada y cortés hoy bajo amenaza de ser desconocido por el derrotado y aferrado presidente-candidato.

La norteamericana una cosmovisión de corte “occidental” 

La perspectiva mencionada es del tipo cosmovisión liberal, expresada en varios textos de la cultura occidental cuales la Constitución norteamericana de 1788 y la Declaración francesa de los Derechos del hombre y del ciudadano de 1789, de las cuales se han deprendido textos como la Constitución alemana de 1949, la Constitución española de 1978 y casi todas las constituciones que se reclaman de la noción cultural y política de “Occidente” y de la cual se reclaman las constituciones colombianas de 1991 y 1886. El texto norteamericano ha sido capital, por haber vehiculado el régimen presidencial y la necesidad de un texto constitucional escrito.

La democrática axiología electoral norteamericana  

La axiología electoral de la Unión Americana tiene como meta destacar unos valores electorales democráticos que se expresan de esta manera: valorización de los derechos y atributos del individuo; Igualdad de oportunidades y libertades individuales; Estado democrático con designación de los gobernantes mediante elecciones libres y justas (voto universal, libre, igual y secreto), ejercicio democrático del poder, ciudadanía activa y participativa, indispensable pluralismo político y social;  Partidos libres; Gobernantes con períodos; Estado de derecho dividido en ramas separadas que  se controlan mutuamente; Opinión pública libre, ilustrada e informada en un ambiente de libertad; Justicia individual y social. Este entramado de derechos (y deberes) debe permitir en la actual coyuntura política una alternancia en el ejercicio del poder, como eje fundamental del principio democrático. 

El valor “participación electoral ciudadana” ha aumentado en estas elecciones  

Las elecciones “Biden-Trump” han mostrado evidente disminución de la apatía y despolitización ciudadanas, traducidas históricamente en un abstencionismo no de “indiferencia” sino de cierta “satisfacción” en el consenso básico sobre la legitimidad de instituciones no vistas en peligro. La participación electoral ha aumentado en lo que van de las cifras: por Biden unos 77.972.527 millones de votos populares (306 votos electorales), por Trump unos 72.654.155 millones de votos populares (232 votos electorales) siendo necesario 270 para ganar, de un censo electoral de 231.556.622 millones de electores y una población de 320.2 millones de habitantes. Participación histórica comparativamente hablando gracias al voto anticipado en gran parte. Joe Biden es el presidente número 46. Hubo1.212 candidatos inscritos en la Comisión Federal de Elecciones (323 demócratas, 164 republicanos, 65 libertarios y 23 del partido verde) de los cuales solo 4 estaban registrados. Se anota que varios estados-bisagra claves ya certificaron a Biden como el ganador de la contienda lo que obligó a la General Service Administration-GSA a entregarle al equipo Biden de transición la suma de 6.3 millones de dólares para iniciar el proceso de transferencia campaña.

La mayor participación ciudadana ha reforzado la democracia norteamericana 

Se puede observar, luego de la alta participación ciudadana, un refuerzo de la vida democrática de Estados Unidos en lo referente a sus ritos electorales, actividades partidistas y trabajos parlamentarios que hoy muestran una actividad de primer orden pese al afán reeleccionista y la no aceptación de la derrota de parte del candidato batido (o abatido), salido con esta inusual conducta de normas y tradiciones que han asegurado históricamente la entrega pacífica del poder desde 1801 (“Adams a Jefferson”).

Alta participación con repolitización durante y luego del evento eleccionario 

La aspiración caudillista y autoritaria del gobernante saliente ha servido a la repolitización del pueblo norteamericano en sus partidos y grupos ciudadanos. La oposición estimuló su espíritu de combatividad y ha logrado la alternancia. Sin embargo, las renuencias, reticencias y pendencias del perdedor han suscitado una reacción nacional e internacional de franca defensa del principio democrático de alternabilidad y juego limpio en la política norteamericana. Permanencia y alternancia en el poder son necesaria combinación democrática desde 1778, y de gran consenso como reglas constitucionales fundamentales. La renuencia del perdedor se asevera absurda, peligrosa para la próxima gobernabilidad.

Entregas honrosas del poder 

Se ha afirmado que los líderes obtienen la autoridad cuando la delegan y entregan. Líderes aferrados al poder político incurren pronta y fácilmente en la cultura del fraude como por ejemplo el “Porfiriato” o Venustiano Carranza validos de la trampa sistémica para perpetuarse en el poder. En elecciones críticas como las de 2000 y 2018 el PRI hizo entrega del poder: de Zedillo a Fox y de Peña Nieto a AMLO, a quien Donald Trump le deseó en julio de 2018 buenos augurios. Gallarda actitud que se espera de él hacia Joe Biden, para tranquilidad de una nación (y resto del mundo) al borde de un ataque de nervios.

De una sociedad “moderna” se esperaba o espera un bajo nivel de conflicto  

De estas elecciones el pueblo norteamericano esperaba limpieza en el juego político democrático a fin de ver disminuidos los conflictos sociales y raciales, una mejor redistribución de los recursos políticos, y mayor difusión de la cultura política y ciudadana. Lo propio de una sociedad no “tradicional” sino “moderna” con, por ende, un bajo nivel de conflicto político. No obstante, se ve, no sin asombro, un aumento de la violencia política con amenaza de cuasi enfrentamiento civil y racial que recuerdan las tendencias autoritarias de los años de 1960. Un desalojo de la casa de gobierno por la fuerza ha sido algo inconcebible en Estados Unidos.

Unas elecciones con altos niveles de conflicto 

Actitudes y estrategias caudillistas del presidente-candidato han girado sobre una exacerbación de tensiones y conflictos de diverso orden, procurando fomentar una polarización política extrema que excite el irracionalismo y la violencia. Facciones de ambos partidos han hecho demostración armada de fuerza. Contra este tipo de actitudes y situaciones reaccionaron los legisladores fundacionales al momento de crear un Colegio Electoral que no permitiera la elección directa por el pueblo de un presidente que pudiese caer en la tentación de crear el “enemigo interno” y ejercer una supremacía sin controles sobre todo el organismo social. El de alternación, es un principio reforzado por la Enmienda XXII (1947) de la Constitución.

Acusaciones temerarias de fraude 

Los amagos del saliente presidente de sustentar acusaciones de fraude sin presentarlas realmente no conducen a una verificación e impugnación que facilite a las autoridades electorales, los partidos y candidatos hacerles un seguimiento real a todas las instancias del proceso electoral. De esta manera, autoridades y jueces electorales imparciales y especializados en declarar las nulidades electorales y sancionar el fraude no pueden revisar y fallar en derecho. Las mentiras postelectorales del derrotado vienen desde el 6 de noviembre, siempre sin presentar pruebas. Se suman a las 22.200 falsedades que ha lanzado desde el inicio de su mandato. Pretende dividir el país para preparar un posible retorno en 2024 y mantenerse “vivo” mediáticamente, teniendo en cuenta que el 77% de sus partidarios creen que hubo fraude electoral. 

El Colegio electoral se ha ido consolidando 

Sin embargo, en los tribunales ha sido derrotado. Los estados-bisagra no han logrado evitar la certificación de los resultados y las cámaras estaduales —de mayorías republicanas— han podido designar los electores que votarán en el Colegio Electoral. Los responsables electorales federales y estaduales han certificado que Biden no solo ganó, sino que logró conseguir casi 80 millones de votos populares en elecciones libres, justas y sin fraude, agregando que las de 2020 han sido las elecciones más limpias de toda la historia de Estados Unidos. Es decir, que no hubo fraude con las papeletas enviadas por correo ni con las máquinas de escrutinio de votos y los muertos no han votado. La acusación sobre intervención de las máquinas “chavistas” han resultado igualmente desmentidas. En últimas, el perdedor guarda esperanza de que la Corte Suprema de mayoría conservadora, le dé razón. 

Unas elecciones bajo observación internacional 

Para estas elecciones han asistido diversos observadores internacionales de Europa, la OEA y otras entidades académicas y ONG que concluyeron no haber encontrado cualquier forma de fraude y han rechazado todos los alegatos del candidato hasta ahora perdedor. Esto debe tranquilizar al pueblo norteamericano, facilitar una alternancia pacífica en el mando y seguramente una magnífica ceremonia de inauguración como las de Bill Clinton, George W. Bush y la apoteosis de Barak Obama.

¿Se convertirá el partido vencido en “facción”? 

Parece ser estrategia del saliente presidente convertir su propio partido en una “facción”. En un grupo perturbador y nocivo. Espera con esta táctica -en caso de entregar el poder forzadamente- pasar a ejercer una oposición cerrada al nuevo mandatario que seguramente desvirtuará la función que la democracia le asigna a esta de ser constructiva, leal y no violenta. Disenso y alternancia deben ser algo real, factible y algo más que una simple aspiración.

¿Qué pasará si Trump no entrega el poder?  

Frente a la pregunta de si Trump aceptaría los resultados de las elecciones si perdía, Kamala Harris defendió a comienzos de octubre el respaldo de algunos republicanos cercanos a G.W. Bush al candidato demócrata Joe Biden. Pence afirmó que Trump lograría ganar su reelección. Mientras tanto el presidente saliente se ha rehusado a hacer un traspaso pacífico del poder. Sigue entonces en duda la entrega del mando el 20 de enero de 2021. Pero, la elección definitiva se hará oficial el 14 de diciembre cuando se expida la certificación que darán los electores estatales designados al Colegio Electoral. Si por algún retraso los funcionarios electorales no pueden certificar a tiempo los resultados, las legislaturas estatales —algunas en poder de los republicanos— podrían intervenir y hacer los nombramientos correspondientes a lo que le apuesta el perdedor; pero, los electores estatales históricamente han dado su voto al candidato que gana el voto popular, esto no es vinculante pero nunca se han apartado de esta costumbre constitucional. En todo caso, la última instancia es la Corte Suprema donde seis de sus miembros son conservadores seguramente afines al partido republicano y tres de ellos nombrados por el perdedor.

La batalla en las cortes federales  

En ellas, se ha dejado tendido al perdedor. Es el caso de Pensilvania, que negó nueva demanda contra la elección de Biden tratando de impedirla y dejando sentado que la apelación de la campaña de Trump ante la Corte Suprema no tendría posibilidad alguna de triunfo. De esta manera, la burla del batido o abatido releccionista no podrá seguir tratando de ridiculizar los casi 80 millones de votos del ganador. Prueba de este cambio de actitud lo anuncia la respuesta de Trump a la pregunta sobre si abandonaría la Casa Blanca en caso de voto favorable del Colegio electoral por Biden: "Ciertamente lo haré y ustedes lo saben", dijo.

El Fiscal general certifica lo justo del triunfo de Biden 

William P. Barr —íntimo del grupo cercano al perdedor— afirmó no haber encontrado ningún fraude electoral sistemático en el nivel requerido para cambiar los resultados de las elecciones. Barr es un ferviente defensor de los poderes ilimitados del ejecutivo. Lo que molestó al saliente presidente. Además, criticó al Departamento de Justicia y al FBI por no ayudarlo a demostrar la existencia de un fraude, según él, masivo. Y está recaudando fondos para seguir la lucha contra la elección de Biden bajo el nombre de "Fondo Oficial de Defensa Electoral" para ayudar a Trump a mantenerse vigente después de que deje el cargo. 

El ganador ya ejerce su mandato

Nombrando su equipo de comunicaciones de alto nivel de la Casa Blanca, compuesto en su totalidad por mujeres, parte de su equipo económico, encabezado por Neera Tanden en la Oficina de Administración y Presupuesto de la Casa Blanca. El Senado ha estado recibiendo en audiencias a los nominados, pero solo podrá confirmarlos después de la jura del cargo. Siempre ha sido deseable que las confirmaciones no demoren. Mientras tanto faltan algunas declaraciones de ganadores de escaños para la Cámara de Representantes, donde se esperan 222 demócratas y unos 210 republicanos. Para el Senado falta por definir unas tres curules para ver si los demócratas logran también la mayoría. Se ve poco probable que Biden nombre senadores republicanos en su gabinete debido a un posible 50-50. 

¿El saliente presidente prepara su propio indulto?  

Así lo ha insinuado. Algo que nunca ocurrido: un presidente que se perdona a sí mismo. ¿Es legal? Hay dudas. Nunca se ha hecho. Para algunos sería un acto de corrupción, un cheque en blanco a futuro. Resulta inconcebible un gobernante encima de la ley. El de los indultos presidenciales es un tema en retroceso, sobre todo por quejas del Departamento de Justicia y por acusaciones de favoritismo racial en favor de los blancos. Pero, la Constitución no dice nada al respecto. Además, los aspirantes de su partido para 2024 ven con recelo un Trump 8-12 y es por esto por lo que en Georgia su partido está molesto con él. De contera la Constitución americana está algo en crisis por décadas de estancamiento político, corrupción electoral y disfunción del sistema de gobierno todo esto agravado con la llegada de Trump al poder, tildado con cierta frecuencia de estar demasiado en la extrema derecha supremacista.

El “empalme” de equipos 

En el mundo, los momentos de entrega del poder en virtud de la alternancia han sido con cierta frecuencia difíciles y Estados Unidos no ha sido la excepción. En efecto algunas entregas han sido tensas, pero sin llegar a graves alteraciones de la paz del país cuando se ha hecho entre el mismo partido el cambio de equipos. No obstante, algunas transiciones han traído pequeñas complicaciones. Las normas y la costumbre han ido creando reglas de juego que han hecho carrera: desde las “convenciones” los nominados de cada partido reciben apoyos logísticos del Estado. Antes de las “elecciones” un funcionario federal de la Casa Blanca es encargado del posible “empalme” para que la transición sea en buena forma al llegar el nuevo residente. Otro equipo federal se encarga de hacer entrega de información vital al nuevo equipo mediante un "memorando de entendimiento" para el trabajo conjunto. La actual se asevera muy tensa y lenta. 

La inauguración del nuevo presidente 

Producida la elección, llega el momento de la “Inauguración” dentro de los 75 días siguientes, fecha señalada desde 1937. Los perdedores reaccionan de acuerdo con su sentido del fair play, educación y buenas maneras. John McCain reconoció en nombre de su partido el triunfo de Barak Obama con una elegancia casi conmovedora el 4 de noviembre de 2008. Desde la entrega de Cleveland a McKinley —en 1896— la cortesía se hizo regla no escrita en respeto a la voluntad el pueblo. Y se afianzó. Luego el presidente saliente casi siempre ha felicitado al ganador, algo sano para la nación luego del fragor de la lid electoral. Pero si así no lo hiciese, esto no impide que el electo se posesione. De esta manera cualquier reticencia del derrotado y aferrado Trump (el décimo presidente-candidato no reelegido) no impedirá que Biden tome posesión el día de su inauguración. Ese día, seguramente el mundo entero respirará con mayor tranquilidad.

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