Hay un capítulo del libro de Philippe Meirieu, El mundo no es un juguete, que titula “Derrocar al niño rey”. El contexto de esa obra es otro y el foco es el niño, pero estas citas que traeré a colación le cuajan perfectamente a la situación que vive ahora el país con un Uribe Vélez, o Uribe rey. Traslademos pues la obra al contexto propio.
Uribe Vélez evidentemente cree ser el papá de los pollitos, un senador diferente, y lo peor de todo, además de preocupante, cree que todavía es presidente de Colombia. Aunque para esto último también colaboran los medios de comunicación y los interlocutores de Uribe, pues cada que le preguntan algo le llaman “presidente”. En repetidas ocasiones, por ejemplo, Caracol, RCN y demás medios, le llaman “presidente” muy a menudo cuando presentan noticias relacionadas con él.
Dice textualmente un apartado del capítulo: «…que deje de lado su prepotencia: que no tenga a los demás a su merced, que renuncie a hacerles bailar a su son para colmar sus deseos...». Pues bien, Uribe todavía está acostumbrado a un poder absoluto que ya no tiene, lo tenía mientras era jefe de Estado: despedía, ultrajaba, regañaba, humillaba a quien quería o le tocaba (a conveniencia propia) y aun así lo seguían amando e idolatrando. Ahora ya las cosas son diferentes, ya él es expresidente y ya no tiene tal poder ni omnipotencia. Es difícil para él dejar de lado todo eso. Saber que ahora está reducido y cada vez más en caída libre es difícil que lo acepte. Saber que antes tenía completamente la justicia en su favor, poniéndola a bailar a su ritmo, y ahora ya no, es mucho más traumático para él aceptarlo. Saber que todos sus exfuncionarios están cayendo o huyendo, es también complicado de aceptar. Pero es mucho más complicado para el expresidente, el hecho de pensar que puede ser el Fujimori criollo.
Muchos queremos que se le acabe el reinado a este personaje que tanta aversión y fastidio causa cada que tuitea o dice grandes mentiras y, esas sí, cortinas de humo para desviar la atención de los medios y el país. Sin embargo, Meirieu también dice que «…no es fácil derrocar a un ‘tirano’, sin correr el riesgo de que vuelva a resurgir de sus cenizas, de que el niño destronado se convierta en mártir…». Ahora Uribe y su mal llamado Centro Democrático recurren a unos carteles diciendo que no son criminales sino opositores, haciéndose pasar por mártires y perseguidos políticos; dice que el actual gobierno no da garantías a la oposición y demás sandeces (aunque no son sandeces puesto que en cierta medida es verdad, pero Uribe no tiene la autoridad moral para pedir garantías como “oposición”). Sorpresas que da la vida. Justamente durante el gobierno de este personaje, se criminalizó a toda oposición, tachándolos él mismo de colaboradores del terrorismo y cómplices con el crimen. Pero bueno, ahora es cuando uno empieza a creer en el karma.
No es fácil derrocarlo, eso es cierto, pero tampoco es imposible. El hecho, por ejemplo, de que Uribe haya movido fichas en el Congreso para que el debate que hará Iván Cepeda en su contra no se hiciera, pero que a la par el mismo congreso le volteara la torta y le haya tumbado esas jugadas, ya dice mucho: Uribe ya no es el titán de antes. Sumamos a esto el que se pida en extradición a María del Pilar Hurtado y a Andrés Felipe Arias, de igual forma, el que la Corte Suprema de Justicia empiece a analizar una investigación contra Uribe por la relación con hacker.
Uribe Vélez no es inmortal ni intocable, y tengo fe en que algún día lo tendremos en la cárcel pagando por el daño que le ha causado al país. Confío en que se convierta en el Fujimori criollo. Espero no estar esperando mucho.
Twitter: @TiiagoMolina
