Parece que en Colombia los docentes tienen un derecho supremo que pasa por encima de todos los derechos de los demás ciudadanos.
Escribí esta nota mientras iba en un Transmilenio, inspirada por el paro y/o protesta que llevan a cabo los docentes por estos días.
Es miércoles 31 de mayo de 2017, salí temprano del trabajo porque tengo que hacer unas diligencias en un banco, tomé la ruta F23 que me lleva a la sucursal donde debo llegar. Todo transcurre como de costumbre, el Transmilenio lleno, a reventar como siempre, me tocó de pie, no puedo ni siquiera mover mis brazos, debo estar pendiente de mi maletín para que no me saquen mis pertenencias. Cuando al fin llegamos a la estación de Ricaurte, el conductor hace la parada correspondiente, se abren las puertas, se desocupa un poco el bus, sigo de pie aunque ya puedo mover mis brazos. Se cierran otra vez las puertas y el viaje sigue, de repente el bus vuelve a detenerse, en medio de mi distracción pienso que el semáforo está en rojo, pero se escuchan arengas y veo un río de gente identificados con pancartas y portando la mayoría la camiseta de la selección Colombia. Pasaba gente, más gente y más gente, allí duramos más de una hora.
Ya el fastidio se comenzaba a notar en los rostros de mis compañeros de viaje, sus caras eran de desolación, tristeza, resignación, yo no me quedaba atrás. Sentía que me dolía todo, el equipaje se me hizo más pesado, mis piernas no aguantaban más. Sentí rabia, tristeza, dolor, pero no tanto por el cansancio físico, sentí dolor de patria y comprendí por qué en Colombia estamos como estamos. Siempre he creído que los docentes son las primeras personas llamadas a dar ejemplo en la sociedad porque a través de ellos aprendemos muchas cosas, sobre todo en la niñez.
Yo soy abogada y en ese momento recordé una frase que siempre nos decía el profesor de Principios Generales del Derecho: "tus derechos llegan hasta donde comienzan los de los demás ", eso se me vino a la cabeza, así como la imagen de mi profesor quien era un hombre tan aplomado, respetuoso, elegante, un guajiro ejemplar.
En ese momento pensé que los docentes están protestando y luchando por sus derechos porque creen que el Gobierno de turno se los está vulnerando y tienen todo el derecho a protestar, pero ¿dónde queda mi derecho y el de las demás personas que nos vimos perjudicadas porque estos no encontraron otro sitio para protestar que las vías públicas y de mayor circulación?, ¿dónde está el derecho de ese estudiante que se dirige a su colegio o universidad?, ¿de esa madre que lleva a su hijo a una cita médica?, ¿de ese trabajador que debe llegar a su sitio de trabajo?
Bogotá, una ciudad de más de 8 millones de habitantes totalmente paralizada por los derechos de unos pocos. ¿Acaso quienes no estamos marchando no tenemos que librar una lucha diaria en este país? Debemos madrugar con ese frío inclemente de la capital para poder llegar a una estación de Transmilenio y encontrarnos que no hay ni siquiera una silla vacía donde sentarnos y tenemos que ir trayectos largos de pie donde la gente te pisa, te hala el cabello. Donde debemos estar pendientes de que no nos roben lo que llevamos, todo esto para llegar a tiempo a ese empleo que después de tanto buscar conseguimos. ¿Acaso los docentes son los únicos que luchan día a día?, ¿acaso sus derechos son supremos y están por encima de los demás?
Querido docente, maestro, profesor, yo apoyo tu lucha, porque como decían las arengas que con tanto ánimo cantabas mientras marchabas, es una lucha por una educación de calidad. Sin embargo, yo también tengo derechos y existen otros lugares donde puedes protestar y no en la vía donde obstruyes el paso del transporte público.
¡Sé un ejemplo para mí y para las generaciones venideras!