Lo que hay en el fondo de la aguda querella entre Uribe y Daniel Samper Ospina es la pretensión del expresidente de criminalizar y judicializar la risa y el humor.
No es el primer autoritario, ni será el último, en recurrir a tan vana como inaceptable pretensión. Como lo señala Samper Ospina “Uribe me asesina moralmente” con el señalamiento de ser un violador de niños. Una forma inaceptable de combinar todas las formas de lucha y llevarse de calle las normas mínimas de la ética política y de paso uno de los diez mandamientos que con tanto ahínco y fervor defiende las huestes cristinas que lo siguen: no levantar falsos testimonios ni mentir.
El pensamiento autoritario y de extrema derecha de nuestro país ha demostrado que no soporta la risa y el humor. Le resulta altamente peligroso, no lo tolera. No está de más recordar el doloroso asesinato de Jaime Garzón, un crimen político con el cual Carlos Castaño paso su cuenta macabra de cobro al fino y agudo humor de un hombre, cuya única arma era su agudeza para poner el dedo en nuestros males, en nuestras carencias, en la desvergüenza de los políticos, en las trapisondas de los corruptos, en el horror que representaba el paramilitarismo. No le perdonaron que fuera un hombre dedicado a hacernos reír pero sobre todo a hacernos pensar.
Las malas relaciones entre el poder y el humor han sido una constante. Basta recordar la extraordinaria obra El nombre de la rosa (Video al final) y las teológicas discusiones acerca de Dios y la risa. En ella se condensa el temor que los poderosos tienen del humor. ¿Qué es lo alarmante de la risa?, pregunta uno de los personajes. A lo cual otro responde: “La risa mata el miedo y sin el miedo no puede haber fe, porque sin miedo al diablo ya no hay necesidad. Y el primero replica: pero no eliminareis la risa eliminado ese libro” (o al humorista podríamos agregar).
El humor es transgresión, nos obliga a crear una interpretación distinta de las cosas, por eso la religión y la política tienden a excluir el humor, al que temen más que a las bombas. Cuanto más dogmática es una sociedad, menos sentido del humor hay en ella, nos recuerda Luis Muñiz.
Lo que está en juego con el viral y visceral trino de Uribe no es solo la integridad moral y personal de un humorista. Es muy grave también que se pretenda despojar a los colombianos de ese gran refugio que representa la risa y el sentido del humor. Nuestras tragedias nacionales son llevaderas por el sentido del humor que nos caracteriza como sociedad. Los males que a diario padecemos o nos acechan son convertidos por el ingenio anónimo en un chiste, un apunte, una columna, una caricatura, una parodia, en una risa colectiva, en carcajada que opera a manera de bálsamo reparador, una manera civilizada y lúdica de tramitar nuestras diferencias, una manera de expresar nuestra desazón con lo que ocurre, una crítica que se convierte en catarsis social, en denuncia pública. “El humor es la única arma que les queda a los débiles frente al poder opresor. El poder no usa el humor, porque el poder no admite bromas. (Máximo).
La risa no mata, aunque todos queremos morirnos de la risa. Claro está que el humor tiene víctimas y causa heridas, pero es pambeliano decir que el humor es vida y humanidad y la guerra muerte y barbarie. “Nunca he visto a un fanático con sentido del humor, ni a nadie con sentido del humor que sea un fanático. (Amos Oz. La Vanguardia, 5-11-1995).
El expresidente se “ha salido de los chiros”
contra lo que representa socialmente Samper Ospina:
la posibilidad de reírnos de los poderosos sin temor alguno
El presidente Uribe, al igual que cientos de colombianos, ha sido “víctima” del humor de Daniel Samper Ospina. Mientras la inmensa mayoría de las víctimas han sabido sobrellevar y tolerar sus demoledoras columnas y más de un sonrojo, el expresidente se “ha salido de los chiros” contra lo que representa socialmente Samper Ospina: la posibilidad de reírnos de los poderosos sin temor alguno. No soporta que su vida y su obra sean objeto de crítica alguna, incluida la contenida en las páginas o imágenes del humor colombiano. Recurre, con calculado propósito, al anatema, la descalificación, la intolerancia, el trino calumniador, a su manera tan personal de hacer política, gobernar y controvertir. Confirma su bien ganada fama de cascarrabias, pendenciero, frentero, de rompecaras, de padre regañón. “Nunca he visto a un fanático con sentido del humor, ni a nadie con sentido del humor que sea un fanático. (Amos Oz. La Vanguardia, 5-11-1995)
Allá los estrados judiciales como resuelven el tema del restablecimiento de la honra del Daniel Samper Ospina, ojalá la justicia opere al menos en este caso, pero lo que la sociedad está obligada a defender es el derecho inalienable de reírnos, de reírnos de nosotros mismos, del poder, de los gobernantes, de los corruptos y politiqueros y exigir que se garantice la vida de quienes se dedican al arte de hacer reír y pensar. “Donde no hay humor no hay humanidad. Donde no hay humor existe el campo de concentración. (Eugène Ionesco).
El ataque infame de los trinos del presidente Uribe confirman “que el humor y el poder han sido siempre enemigos, y constituye grave peligro permitir que la religión, el Estado o el capital (o un expresidente) fijen nuevos límites conceptuales, propongan excepciones ilustres a la libertad de expresión y dicten las normas aceptables y las no aceptables en materia de humor”. Daniel Samper Pizano (En defensa del humor).
Colofón: “El humor tiene la capacidad de devolverte la certeza de que la vida vale la pena. Y uno se salva, a veces, por el chiste, por el mágico sonido de la risa, que puede no ser tu risa; por la escondida capacidad de tomarte el pelo, de verte desde afuera y reírte de vos mismo. Creo que eso es lo que me ha salvado a mí, y que tiene su expresión perfecta en el consejo que una vez me dio un amigo brasileño, que me dijo que no me tomara en serio nada que no me hiciera reír.” (Eduardo Galeano).