Derecho al trabajo, para luchar y resistir con dignidad

Derecho al trabajo, para luchar y resistir con dignidad

La clase trabajadora tiene como gran reto juntarse en unidad y enfrentar al poder y al capital en todas sus técnicas y en todos sus espacios

Por: Manuel Humberto Restrepo Dominguez
septiembre 24, 2018
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Derecho al trabajo, para luchar y resistir con dignidad
Foto: Pixabay

El capital en su forma más deshumanizadora se metió en la médula del mundo para destruirlo. Con la fuerza de la guerra y de la muerte se convirtió en la nueva ideología que arrastra a la humanidad a su derrota, imponiendo reglas que invalidan el valor del ser humano y dimensionan el valor de las cosas, de las mercancías y amplían el trabajo inmaterial a través del logo, la marca, lo superfluo, el me gusta, que promueven inconsciencia, aislamiento y riesgo para la vida con dignidad

El trabajo resurge con este panorama como el que mejor sintetiza lo que son los derechos humanos, porque de él emerge la dignidad indispensable para defender y reivindicar la esencia del ser humano y reconstruir la razón y sentido de la clase trabajadora, a la que corresponde asumir como clase y con urgencia las tareas de lucha social y política, para que la riqueza que produce no siga siendo el aliento del apetito voraz de los capitalistas, en detrimento del bienestar colectivo.

En Colombia los trabajadores del campo producen comida fresca y suficiente para alimentar al país, pero no todos logran comida en su mesa y los mismos campesinos están desnutridos; la clase media trabajadora de servicios, oficinas, aulas escolares, juzgados y despachos paga un impuesto del 8% por comer un menú especial con carne, mientras los ganaderos y terratenientes defienden el despojo de las tierras y tratan a las vacas y caballos pura sangre como divinidades, útiles para lavar dineros y sostener paramilitares. Los sectores populares condenados a la informalidad y el rebusque apenas si logran con el fruto de su trabajo pagar servicios básicos de energía, agua y alcantarillado, y sin embargo el gobierno de la ultraderecha cree que la gente debería ganar menos y pagar más impuestos y los empresarios ganar más y pagar menos impuestos. Es la lógica repudio a la clase trabajadora, que parece estar dispuesta a no permitir que el país sea convertido en un gran campo de concentración en el que se sobreexplota el trabajo sin garantía venga del campo intelectual, material o sea mano de obra calificada o sin calificar. El delito es hacer parte de la clase trabajadora.

Las cifras de lo que realmente ocurre con el derecho al trabajo son tergiversados, hay lobby y staff de corrupción que venden certificaciones, avales y acreditaciones de todo tipo a las instituciones, para que funcionarios acostumbrados a mentir acosen y opriman trabajadores, exigiendo rendimientos excesivos, que llevan a trabajar y vivir con miedo a perder el empleo, a ser excluidos, marginados y olvidados. El poder fomenta el miedo a la pérdida del puesto, la pensión, la vivienda o a ser castigado, disciplinado o empapelado. Fomenta el acoso y la presión a través de indicadores que no resuelven ninguna necesidad concreta ni mejoran la vida de nadie pero acosan. Infunde miedo a asociarse, reunirse, protestar o descansar y completa con el miedo a la violencia selectiva que asesina, amenaza, y encarcela. De promover el miedo son responsables los mismos que se roban la riqueza nacional y controlan el poder político, de ellos proviene la manipulación y maquillaje de datos ante la comunidad internacional y las agencias de derechos, para esconder su fraude. Esos mismos responsables se organizan en clientelas de favores y se asocian para destruir la ética, la política, el derecho, la justicia, las libertades, la democracia, la confianza y la historia, para no dejar rastro de la memoria de las conquistas alcanzadas por la clase trabajadora y tratar de impedir su resurgimiento en auge.

El trabajo es la fuente de riqueza producida por la clase trabajadora, cada vez más sobreexplotada, aunque cada quien aparezca hoy como víctima y victimario, explotador y explotado, consecuencia del capitalismo inhumano que trata de esconder la violencia estructural del desempleo y la informalidad e impedir la vida con dignidad. La plusvalía, que materializa la desigualdad y la confrontación entre trabajadores y dueños del capital, también existe, está intacta, igual que la clase trabajadora, que se empobrece, mientras con sus frutos se enriquecen pocos patrones, que controlan el poder, el territorio, las conductas y las reglas de la clase trabajadora y que se empeñan en hacer creer, y lo han logrado, que todo se reduce a que ellos son afortunados y privilegiados por el destino y ganan en la competencia y en cambio los trabajadores son simplemente desgraciados.

En este panorama el derecho humano al trabajo, como un asunto de derechos colectivos, está llamado a reconstruir un sentido de dignidad y de potencia política de la clase trabajadora, con capacidad, para convertirse en el núcleo de sublevación, protesta, resistencia y construcción de poder alternativo organizado, que supere la indignación momentánea y la espontaneidad de las protesta y que con compromiso de liderazgos incorruptibles e insobornables, promueva la unidad de grupos y movimientos sociales en busca de condiciones para vivir como merecen vivir los seres humanos de este siglo, con bienes materiales para satisfacer sus necesidades y demandas y con respeto y reconocimiento por su diversidad, diferencia y solidaridad, y para dejar de ser el país de la muerte dentro de sus fronteras y que sus gobernantes anuncian afuera como ejemplo de democracia.

La clase trabajadora tiene en común producir la riqueza colectiva y su obligación es defenderla como parte del bien público que sirve para realizar los derechos humanos conquistados, para que el menosprecio que ha generado los aterradores hechos de barbarie ultrajantes para la conciencia del país y de la humanidad no se repitan, para nadie y en particular para la clase trabajadora aunque unos trabajadores vayan de traje (pilotos, funcionarios de oficina), otros de overol (obreros) de sombrero (campesinos) o de toga o chaqueta (judiciales, maestros) y miles padezcan las arbitrariedades de la tercerización, el rebusque, la ocasionalidad o la humillante esclavitud moderna. La lucha colectiva de la clase trabajadora tiene como gran reto juntarse en unidad y enfrentar al poder y al capital en todas sus técnicas y en todos sus espacios, recuperar la democracia real y la sociedad de derechos y convivencia y eliminar de la cotidianidad los miedos que inmovilizan y matan lentamente.

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