Derecha, un concepto a definir en campaña
Opinión

Derecha, un concepto a definir en campaña

Los candidatos han olvidado definir sus posiciones ideológicas, la derecha debe autodefinirse, explicar su consistencia, su sabor, alcance, su ejercicio del poder

Por:
diciembre 13, 2021
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Los candidatos presidenciales se han dejado encasillar por sus adversarios, y por estar denigrando de sus contrapartes se les ha olvidado definir sus posiciones ideológicas. Obviamente la ideología no basta para ser presidente. Se necesita conocimiento del estado, ojalá experiencia en él, criterio político y sentido común, amén de un profundo entendimiento del derecho y la economía enmarcados en una clara concepción de la geopolítica global. Para empezar, es vital definirse ideológicamente cada uno a sí mismo, sobre todo cuando son los adversarios quienes los quieren definir a todos, en procura de satanizarles.

¿Qué es ser de derecha? No es fácil definirlo pues caemos en el subjetivismo de las exclusiones ideológicas de cada uno. Pero es necesario decir que no existe la ultraderecha ni la ultraizquierda, más bien ambas son deformaciones eufemísticas para referirse al totalitarismo y tiranía en la que pueden caer personas o sistemas inicialmente postulados desde cualquiera de los dos polos ideológicos.

Existe la derecha, claro. Yo soy un hombre de derecha. Lo digo con facilidad y me siento cómodo en esta ubicación. Aunque ciertamente abrigo convicciones que matizan y mueven al centro mi posicionamiento ideológico. Pero en esencia me defino como un hombre de la Nueva Derecha. ¿Por qué? Creo en el estado fuerte, en el ejercicio implacable de la autoridad rigurosamente apegada a la ley, con el límite infranqueable de los derechos humanos. No obstante, no estoy en contra de la legalización de la droga; creo sinceramente que es la única solución administrable. Me parece una abominación que una mujer deba ser encarcelada por abortar. Y estoy totalmente de acuerdo con proteger la migración venezolana y darles abrigo a millones azotados por la tiranía totalitarista y ladrona que en nombre de la izquierda se instaló a saquear a Venezuela.

Por cierto, qué difícil decirle ultraderechista a Iván Duque con semejante actitud política tan de avanzada, cuando solo Angela Merkel ha hecho algo similar en tiempos presentes…

Ser de derecha en cambio sí supone una noción de soberanía que la aleja de la izquierda. Cuando un gobierno, en defensa de su seguridad nacional es capaz de usar todos sus recursos para someter una amenaza terrorista, incluso por fuera del territorio, sin duda esa concepción surge de un pensamiento de derecha, porque es la máxima noción de autoridad y la implacabilidad del estado llevada al máximo confín de su posibilidad. Con ese criterio Uribe ordenó bombardear un campamento guerrillero en Ecuador, del mismo modo que Israel da de baja un general iraní fuera de sus fronteras, convencida de estar obrando por su seguridad nacional. Bajo esa misma concepción es posible que un comando élite colombiano altamente entrenado, de policía y ejército, incursione en Venezuela y neutralice tres hampones dedicados al narcoterrorismo. Son actitudes de gobierno que surgen de una concepción geopolítica de derecha.

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Da grima la pobreza argumental de los entrevistadores a los candidatos,  sus preguntas no facilitan la ilustración pública y se quedan en la sonsa chismografía del día a día politiquero

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Sin embargo, cuando uno ve los paneles de periodistas entrevistar a los candidatos, da grima la pobreza argumental de los entrevistadores, sus preguntas no facilitan la ilustración pública y se quedan en la sonsa chismografía del día a día politiquero: “acepta el apoyo de Uribe”, “Está de acuerdo con el gobierno de duque”, “le parece bien darle pésame a Petro por la muerte de Santrich”, y toda suerte de puyitas y trampitas formuladas como preguntas de adolescentes.

Echa uno de menos un esfuerzo dialéctico por contraponer la posición de la izquierda democrática colombiana ante la migración venezolana, facilitada y protegida desde el gobierno, que tratan sistemáticamente de estigmatizar como de “ultraderecha”. O preguntar a los candidatos de izquierda si serían capaces de capturar o dar de baja a un narcoparamilitar colombiano que se esconda en la selva del Perú. O simplemente contrastar la posición de los candidatos sobre la manera de lidiar con la economía, el tamaño del estado y la subsistencia de entes de incomprensible existencia como la procuraduría o la contraloría general.

La derecha debe autodefinirse y explicar su consistencia, su sabor, su alcance y sus capacidades en el ejercicio del poder institucional. Explicar por ejemplo que está en contra del gigantismo del estado, que el énfasis debe afincarse en promover el emprendimiento, que ello incluye democratizar el crédito, que sí cree en la gratuidad para la educación pública pero basada en el esfuerzo y el mérito individual. Que el libre mercado es una premisa incuestionable, que la generación de riqueza licita es admirable, y para ello la tributación debe ser baja y el intervencionismo mínimo, sin dejar de proteger sectores vulnerables. Es necesario definir la posición de la izquierda en el poder, frente al diferendo con Nicaragua y la soberanía colombiana en San Andrés, o si Colombia debe mantener el gigantismo parlamentario que padece en vez de reducir el congreso, unificar las cortes y pensar en avanzar a un sistema parlamentario. Esas son las posiciones que deben diferenciarse desde la ubicación ideológica de los candidatos.

Por lo pronto en los grupos que se presentarán a consulta hay de todo. Para mí, Rodolfo Hernández es un capataz populista con consejeros kamikaze que saben que es capaz de lo que sea. Petro es un anarquista con vocación de dictador, no un hombre de Izquierda democrática. Peñalosa en cambio es un izquierdista sincero al estilo sueco o danés, y un muy eficaz ejecutor, preso en el encasillamiento de sus malquerientes. Robledo una reminiscencia de la vieja era china y soviética. A Federico Gutiérrez no lo conozco, todavía no lo descifro. Oscar Iván Zuluaga es un demócrata conservador de derecha. Fajardo un mimado del sistema, una figura mediática en descenso, que como ejecutor no tiene grandes resultados. Juan Carlos Echeverri es una persona respetable, pero debería ir al congreso primero. Juan Manuel Galán lucha por vivir en cuerpo ajeno, pero no logra una identidad propia ni siquiera ideológicamente. De resaltar en la multitud de candidatos, David Barguil, una revelación, quizá un fenómeno de la nueva derecha liberal que ha sido tan exitosa en Europa, una especie de Isabel Díaz Ayuso colombiano que, intuyo, dará mucho que hablar en lo que resta de la todavía aburrida e indefinida campaña presidencial.

@sergioaraujoc

 

 

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