Recientemente, la derecha colombiana en una diáspora frenética y sin control, se aventura sin disciplina con candidatos presidenciales cuyos méritos adolecen de cultura y formación política, amén de un desconocimiento absoluto de lo económico y estatal en la ya convulsiva Nación que con resiliencia muchos intentamos sobrevivir. Nada mas peligroso para los años venideros de nuestra democracia que una ideología política totalmente fraccionada y también atomizada en donde pululan desde delfines políticos defenestrados hasta periodistas abiertamente contradictorios incluso en su propia profesión.
Entre tanto, agazapada y con obvia lujuria observa la izquierda a corta distancia una enajenada derecha en descontrol. Contrario a lo que se piensa en el propio egoísmo de quienes abanderan y también integran el “progresismo del presente” hay sinergia y también cohesión. La actual discreción y silencio de ese partido con relación a posibles candidatos al próximo periodo presidencial cultiva en el ahora una fortaleza que bien ponderada edificará en detalle la extensión de este actual periodo presidencial y el entronamiento permanente del petrismo en el poder. Sin lugar a duda entre sus miembros hay buenos prospectos que pueden encarnar sin apuros los hábitos de nuevos y falsos “Mesías Políticos” que con segura dependencia serán la continuidad del nefasto progresismo del presente siglo.
La derecha ante la hecatombe política de su último gobernante ungido debe necesariamente entrar en control y unidad general. La moderación y sigilo son armas contundentes también, por ello debe encaminar con unidad y criterio a la presidencia candidatos probos y sin tacha. No basta ni tampoco suman el universo de petristas arrepentidos, las gentes de centro y de derecha para resurgir un proyecto político que con total certeza enderece además de la extraviada seguridad pública de todos los territorios nacionales la robusta confianza de otrora de inversionistas nacionales y extranjeros que mueven nuestra economía.
Por ahora el panorama político es bastante oscuro y esquivo. Somos un País sin memoria, fragmentado y también transigente. No bastarán los escándalos anteriores, presentes y futuros de este pésimo Gobierno para dar paso y extensión en el poder a una izquierda mentirosa, banal y mal intencionada que en su discurso aún persiste en distinguir con saña a pobres de oligarcas en un nuevo periodo presidencial.