Esta es, en esencia, la hipótesis del sociólogo Boaventura de Sousa Santos, en su artículo publicado en Público.es del 18 de Abril de 2017, con el título: “Para que el futuro sea de nuevo posible”. El autor hace un recuento histórico de las tendencias encontradas a lo largo del siglo XX, entre reformistas y revolucionarios, y del fracaso político de las mismas, tratando de descubrir cuál sería la teoría o el camino a seguir para superar la crisis profunda en ha hundido el imperialismo a la humanidad.
Al finalizar el artículo propone la siguiente hipótesis: “democratizar la revolución y revolucionar la democracia". Un musical juego de palabras que pegan en el blanco con su elocuencia y efectividad pero que, no obstante su brillante persuasión, nos deja en el limbo de la bruma teórica y política.
Los reformistas han sucumbido ante el sistema, cooptados por las instituciones y mecanismos capitalistas, a tal punto que no quedan gobiernos que se apuntalen en las reformas progresistas, o quedan tan pocos que se pueden contar en los dedos de la mano.
De igual manera las revoluciones proletarias clásicas han fracasado estruendosamente o fungen como tales solo formalmente sin afectar significativamente el contenido real del trabajador en el capitalismo.
Ante éste panorama de frialdad, frivolidad y falta de perspectiva política, Boaventura de Sousa Santos, no tira la toalla, sino que propone la sugestiva hipótesis de Democratizar la revolución y Revolucionar la democracia.
De manera que sería muy importante profundizar en el contenido económico, político, social, ecológico y cultural del concepto “democratizar la revolución”, aprendiendo de los errores del pasado y “revolucionar la democracia”, avanzando en el manejo de la tecnología de la información para las grandes mayorías y perfeccionando mucho más las instituciones que hagan posible continuar avanzando por la senda del progreso a toda la humanidad.
La crisis profunda del imperialismo, en que se debaten los pueblos del mundo en éstos momentos y en todos los órdenes, unida a la experiencia histórica del socialismo, nos está indicando con meridiana lucidez, que el camino a seguir tiene que estar fundamentado y sostenido por el profundo respeto al Estado Social de Derecho, al cumplimiento de los Derechos Humanos y la práctica real de la justicia social.
Sin embargo, parece que seguimos navegando en las tinieblas de la noche. Las grandes mayorías populares continúan hipnotizadas con los paraísos celestiales de las religiones, o con la televisión de banalidades y supercherías, cuando no con los celulares de última generación que tienen engrupidos a todo el mundo, empezando por las nuevas generaciones.
Sin democracia revolucionaria no habrá revolución democrática y sin revolución democrática la crisis continuará y se profundizará hasta llegar a lo que ya estamos presenciando: la guerra en Siria y en muchas otras partes del mundo, con sus tragedias y sufrimientos dantescos.
No creo que la humanidad pueda llegar a superar con su estupidez la experiencia del Nazismo. Pero del capitalismo neoliberal podemos esperar las mayores atrocidades, inclusive la destrucción de la especie humana.