Aunque el marco de la autocracia frente a la democracia presenta una imagen clara de las divisiones actuales entre las formas de gobierno, una perspectiva alternativa que puede arrojar más luz es la dicotomía de los tipos de sociedades patriarcales frente a las no patriarcales (o menos patriarcales).
El patriarcado puede definirse como “un sistema de sociedad o de gobierno en el que los hombres detentan el poder y las mujeres están en gran medida excluidas de él”.
Aunque una región como América Latina sirva como ejemplo que desafía la noción de que las democracias son intrínsecamente menos patriarcales, puede afirmarse que la mayoría de los sistemas autocráticos se caracterizan por valores y estructuras patriarcales.
Líderes autocráticos como Putin, Erdogan, Xi Jinping y Donald Trump muestran sistemáticamente tendencias patriarcales como el rechazo frontal de los derechos de las mujeres y de la comunidad LGBT.
Ejemplos de ello son la despenalización en Rusia en 2017 de la violencia doméstica que no requiere tratamiento hospitalario. La retirada de Turquía en 2021 del Convenio de Estambul, tratado internacional para luchar contra la discriminación y la violencia de género. La prohibición en China en 2021 de que los hombres afeminados y otras estéticas “anormales” aparezcan en televisión, y Trump atribuyéndose el mérito de la decisión del Tribunal Supremo de prohibir el aborto.
Por el contrario, la mayoría de las democracias luchan por una mayor igualdad de género y abogan por aumentar los derechos de la comunidad LGBT.
Los autócratas suelen presentarse como hombres fuertes e infalibles, líderes que protegerán a su pueblo de actores o doctrinas malintencionados. Siempre tienen un exceso de confianza y son reacios a reconocer sus propios errores, a pesar de los costos. Ejemplos de ello son la invasión de Ucrania por Putin, la aplicación de la política de Covid cero por parte de Xi, la perjudicial injerencia de Erdogan en la economía de Turquía o la retórica de Trump sobre “la gran mentira”.
El epítome de los costos asociados al paso en falso de un “hombre fuerte” es sin duda la invasión de Ucrania por Putin. Una pérdida estimada del 1,9% en el crecimiento del PIB mundial en 2022 puede atribuirse en gran medida a su llamada operación militar especial. Principalmente por culpa de Putin, el mundo dejó de sumar toda la producción de una economía del tamaño de la de Corea del Sur.
En las sociedades menos patriarcales, es decir, más democráticas, los procesos de toma de decisiones implican la creación de consenso y no se rigen únicamente por los caprichos de un individuo.
La división entre autocracia y democracia vista desde el prisma del patriarcado revela al menos una ruptura adicional dentro de las sociedades: La generacional.
La división generacional
Como ocurre con cualquier generalización, existen notables excepciones. Joe Biden, representante de la generación silenciosa, muestra muchas menos inclinaciones patriarcales que Ron DeSantis, miembro de la Generación X.
Pero hay una tendencia clara. Las sociedades gobernadas por líderes de mayor edad tienden a mostrar características más restrictivas, es decir, rasgos más patriarcales, mientras que las sociedades en las que las generaciones más jóvenes ocupan puestos de liderazgo son más propensas a tener mayores niveles de libertad, en otras palabras, menos estándares y normas patriarcales.
Como era de esperar, Putin, Erdogan, Xi, Trump o Viktor Orban pertenecen todos a la generación del baby boom, mientras que la mayoría de los líderes no patriarcales del mundo pertenecen a la generación X (Macron, Trudeau, Leo Varadkar, Zelensky) o a los millennials (Jacinda Ardern, Sanna Marin, Gabriel Boric).
Incluso en una sociedad extremadamente patriarcal como Arabia Saudí, Mohammed bin Salman, su líder millennial, está aumentando significativamente las libertades de las mujeres y su participación en la fuerza laboral. No sólo se permite ahora a las mujeres conducir, sino que a las mayores de 21 años ya no se les exige el permiso de un “tutor varón” para adquirir un pasaporte o viajar al extranjero.
¿Para qué sirve este marco de referencia?
Examinar la ruptura entre autocracia y democracia a través de la lente del patriarcado revela que el apoyo a las asociaciones de defensa de los derechos de la mujer y la capacitación de jóvenes líderes políticos son estrategias clave para que más países se sumen al redil democrático.
Las asociaciones de defensa de los derechos de la mujer son cruciales para promover la igualdad de género y desafiar las normas patriarcales. Apoyar a estas asociaciones puede impulsar el cambio social, aumentar la participación de las mujeres en los procesos de toma de decisiones y, en última instancia, contribuir al avance de los valores democráticos.
Además, el empoderamiento de los jóvenes líderes políticos que defienden principios no patriarcales puede ser decisivo para ampliar la democracia. Los líderes jóvenes suelen aportar nuevas perspectivas, ideologías progresistas y un impulso a la gobernanza integradora. Fomentando y apoyando su ascenso a puestos de influencia, las democracias pueden impulsar cambios positivos y defender valores no patriarcales a mayor escala.