Actualmente Colombia atraviesa una profunda crisis que se ha hecho sentir con un estallido social, fuerte y profundo en rechazo a una reforma tributaria que afectaba a la clase media del país. Pero más que eso, las condiciones en el país desde hace tiempo no eran las mejores, desde 2019 ya se venían haciendo marchas y manifestaciones sobre la situación social y la inequidad que se atraviesa en las distintas regiones y que se agudizó con la pandemia generada por el COVID-19.
Si se hace un análisis del desarrollo del país, se puede observar que solo las capitales o ciudades metropolitanas presentan un mejor índice de desarrollo en comparación con otras regiones del país que prácticamente están en el olvido, muy a pesar de su riqueza natural, como es el caso del Chocó donde el 60% de su población está registrada como víctima del conflicto armado y donde reina el abandono institucional por parte del estado (Puche, 2017), además, según el Índice de Desarrollo Regional – Latinoamérica (Indire – Latamw, 2020) Colombia es uno de los países más desiguales de la región en aspectos como salud y educación.
Por si fuese poco, desde hace tiempo el país pasa por una crisis de representación; los sectores populares cada vez menos se identifican con los partidos tradicionales que a su juicio no los han escuchado y por el contrario los han excluido, o en su defecto, les han incumplido sus promesas. Las instituciones se han caracterizado por complejas relaciones de poder, el clientelismo, la corrupción y la rosca política.
Lo anterior ha llevado a las personas desde la apatía hacia lo político a buscar nuevos liderazgos y nuevas formas de representación que les permitan expresarse y manifestarse como agentes directos de la acción política. Para esto se han creado movimientos sociales, grupos de participación ciudadana y diversas manifestaciones que han terminado inclusive en revueltas violentas ya sea por la represión ejercida por parte de la fuerza pública o por pequeños grupos de manifestantes que se han tornado hacia la violencia.
El desgobierno que atraviesa Colombia es evidente y los partidos políticos son incapaces ya de proponer alguna salida a la situación, gran parte de esto se debe a que han perdido representación, cada vez tienen menos gente que se identifique con ellos, por tanto, son catalizadores ineficientes de las demandas sociales en procura de una mejor cohesión social y gobernabilidad del país. En Colombia, según la encuesta realizada por Cifras & Conceptos (2020) solo el 5% de la población encuestada se identificó con el partido Liberal, un 2% con el partido Conservador, un 3% con Cambio Radical, otro 3% con el Polo Democrático Alternativo y un 47% manifestó no tener partido. Solo el Centro Democrático y la Colombia Humana tienen un porcentaje un poco superior con 13% y 12% respectivamente, lo que deja al país con pocas opciones de cara a las elecciones de 2022 y además una fuerte tensión e intolerancia política.
Sumado a lo anterior, Colombia atraviesa una crisis de institucionalidad, la Policía Nacional se ha envuelto en situaciones de corrupción y violación de los derechos humanos a los individuos; por otro lado la justicia no funciona bien, la violencia aumenta al igual que la inseguridad, los sistemas de salud son ineficientes y el peso del Estado cae sobre los contribuyentes, a quienes les incrementan los impuestos y su libertad económica se ve mermada por el mismo estado Colombiano. Toda esta frustración, toda esta incoherencia de los servidores públicos que no saben el valor de una docena de huevos, toda esa insatisfacción ha explotado ante un presidente que poco suma en la solución de los problemas.
En síntesis; la burocracia, el exceso de gasto público, la falta de libertad económica, el capitalismo de amigos, el desempleo, la inequidad social, la falta de representación y la ausencia del estado en muchas regiones del país, constituye el caldo de cultivo perfecto para la emergencia de la tentación populista, pues como señala Freidenberg (2007): "Mientras haya grandes mayorías de ciudadanos que se encuentren excluidas de la distribución de los ingresos (...) en ausencia de servicios estatales básicos o de una profunda crisis institucional de representación política, siempre habrá un potencial líder populista con la tentación de movilizar a los ciudadanos y traficar con sus esperanzas" (p. 227)
Es aquí donde se debe reaccionar si no se desea una sociedad con un tejido social cada día más erosionado y dividido. Con la intolerancia actual no queda títere con cabeza, o se es amigo o enemigo. Figuras nacionales sufren la corrección política. Son atacados en las redes sociales por pronunciarse, por no pronunciarse o por no hacerlo de la forma correcta. El grado de irascibilidad de muchos ha llevado a la intolerancia de unos con otros.
Y es que no podemos hacer del espacio político una lucha ciega de fuerzas morales como muchos pretenden. El líder populista busca justamente dividir el espacio social, o se está con él o en contra de él, o dicho de otro modo: estar en contra de él es estar en contra del pueblo. De ahí el afán del líder populista de sembrar su dicotomía entre el pueblo, los “tibios” y las élites. Para el líder populista, todo es una lucha de vida o muerte, y entre la vida y la muerte no hay puntos medios. Donde obviamente el líder populista es el camino de la “vida” y su mandato es un imperativo casi cósmico.
Es así, por lo que transitar por este tipo de lógica puede ser peligroso. Si se quiere buscar un cambio, se debe resistir esta tentación. Una democracia como la colombiana o lo que queda de ella, no puede dejarse llevar por posturas que erosionen el tejido social, dividiéndonos en “tribus” que en vez de buscar la construcción de lo común con base al diálogo y el debate abierto, buscan la primacía de su caudillo como una suerte de verdad revelada. El populismo de izquierda o derecha es un mal que termina por coartar las libertades individuales, incrementar el clientelismo y socavar la democracia. Ante esto Žižek (2019) acierta cuando dice: “la conclusión general es que, aun cuando la cuestión del populismo emerge de manera crucial en el escenario político actual, no puede tomarse como sustento para la renovación de las políticas emancipatorias” (p. 45)
La democracia no es perfecta, por eso implica un compromiso en la búsqueda de espacios y condiciones de participación en equidad para la construcción de lo político, con otros individuos a quienes reconocemos como libres e iguales. La búsqueda de una nueva forma de movilización no puede dejarse llevar por un carrusel de acciones violentas que socaven el orden y la cohesión social. Colombia atraviesa una crisis y si se quiere dar una solución, los defensores de la democracia liberal deben reafirmar sus valores en un siglo que no solo le da la espalda, sino que le mira con desdén y desconfianza.
Referencias
Cifras & Conceptos. (2020). Encuesta polimétrica. Instituciones, política, economía y sociedad.
Freidenberg, F. (2007). La tentación populista. Una vía al poder en América Latina. ISBN: 978-84-975948-2-3. Madrid: Editorial Síntesis.
Índice de Desarrollo Regional - Latinoamérica. (2020). Resumen ejecutivo.
Žižek, S. (2019). Contra la tentación populista. ISBN: 978-958-665-597-2. Colombia: Siglo del Hombre Editores S.A.