La democracia contemporánea es diversa o no es democracia. La Bogotá Humana cumplió con los programas y proyectos consagrados en los tres ejes de su plan de desarrollo:
1. Una ciudad que reduce la segregación y la discriminación. El ser humano en el centro de las preocupaciones del desarrollo.
2. Un territorio que enfrenta el cambio climático y se ordena alrededor del agua.
3. Una Bogotá en defensa y fortalecimiento de lo público. Y lo logró gracias al concurso permanente de la gente, de su movilización ciudadana, social y comunitaria. La administración del Alcalde Mayor Gustavo Petro, bien podría calificarse como el gobierno de las Montoneras y las Nuevas Ciudadanías, empoderadas en torno a la Democracia, la Paz y la Justicia Climática.
Este Gobierno de naturaleza alternativa, contenía en sus entrañas la fuerza emancipadora de las nuevas ciudadanías. Ellas hicieron sentir sus voces diversas, emergentes, portadoras de contenidos innovadores y agendas públicas por inaugurar. Allí en las plazas, parques y alamedas estuvieron las juventudes desplegando pasión, herejía e imaginación, demandando el fin de una guerra ajena que los sacrifica, con un despreciable rol instrumental: carne de cañón en batallas sin porvenir. Por esta razón la Bogotá Humana, acompañó las luchas de los jóvenes Objetores de Conciencia frente al servicio militar obligatorio. Las mujeres reivindicaron su cuerpo como un territorio de libertad y derechos, por eso la Bogotá Humana creó la Secretaría Distrital de la Mujer, entidad dedicada a implementar la Política Pública de mujer y género. La población LGBTI demandó el reconocimiento de sus derechos y la Bogotá Humana incluyó varios de sus miembros en los equipos directivos de la administración. Los animalistas celebrando La Plaza de Todos, para que a ella no retornen añejos espectáculos de tortura y muerte, y la salida de los caballos como medio de transporte. Los ambientalistas izando la divisa del agua como principio del ordenamiento territorial. Los cannabicos defendiendo su derecho a la dosis personal. Los grupos étnicos, indígenas, afrodescendientes, raizales, palenqueros y gitanos, compartiendo sus palabras, tradiciones, saberes ancestrales, algarabías, con las que habitan y construyen la metrópoli de la alteridad. Las barras futboleras trenzadas en un abrazo indestructible de reconciliación, rindiéndole con ello un merecido homenaje a la vida, más allá de sus pasiones deportivas específicas. Las religiones no podían faltar, ellas se hicieron presentes en clave ecuménica. Resultó emocionante ver en la Plaza de Bolívar, en el Páramo de Sumapaz a musulmanes, judíos, católicos y protestantes cogidos de la mano, invocando el pluralismo religioso, para pedir por la paz de Colombia.
El Twitter, Facebook y demás redes sociales fueron determinantes en la viralidad comunicativa y de coordinación de las olas de democratización electrónica que promovió la Bogotá Humana. Sobre este aspecto es necesario subrayar, el rol que juega la comunicación en la nueva concepción de la participación ciudadana en el mundo contemporáneo. Hay quienes sostienen que, la comunicación es el corazón de la participación. Decir es construir lo público, hablar e intercambiar la magia de la palabra en el ciberespacio, es contribuir a formar una voluntad general en el ámbito de la realidad virtual, tan poderosa que puede incidir en la transformación de las relaciones de poder y en la definición del rumbo de lo público.
Lo Bogotá Humana en materia de participación fue una fascinante Primavera, por su acendrado talante democrático. La bandera de la libertad siempre fue la enseña en el accionar de esta administración: la promoción, el respeto y el cumplimiento de los Derechos Humanos como la esencia de la Democracia participativa. Los Cabildos fueron la renovada Ágora de las Comunidades, deliberando y decidiendo presupuestos participativos para recuperar la malla vial de su barrio, para recuperar los humedales, quebradas y canales de su territorio, para otorgarle voz y decisión a la comunidad educativa y con ella compartir la revolución educativa pública agenciada por este gobierno. En fin, propiciando la democracia barrial, la democracia de la vecindad, por donde transita el vecino y la vecina, sujetos reales de la democracia radical, la misma que salió a defender el valor de su derecho a elegir y ser elegido.
2. Bogotá capital de la paz. Por la paz haremos hasta lo imposible
La Bogotá Humana es hija legitima de la Paz, no en vano el Alcalde Mayor, Gustavo Petro Urrego, fue gestor del proceso de negociación más trascendental de la vida pública nacional, en el último cuarto de siglo. Me refiero al acuerdo de paz suscrito entre el Estado Colombiano y la guerrilla del M-19, que permitió la transformación institucional del Estado, gracias al surgimiento de la Constitución de 1991.
La Constitución del 91, es la primera Constitución de la historia nacional, que no es antecedida por la lógica de los vencidos y los vencedores; por el contrario, el mayor antecedente de esta carta en esas materias, es la firma de varias paces, entre las que podemos destacar el acuerdo suscrito por El Estado con el M-19, el EPL, el PRT y el Quintín Lame. Más de 7000 mujeres y hombres dejaron sus armas, sometiéndolas a la voluntad popular, fundamento de la Asamblea Nacional Constituyente, partera de la nueva realidad institucional que se configuró en su seno.
Como desconocer el carácter visionario de Jaime Bateman, una década atrás intuyo la silueta de la Constituyente del 91, su audacia caribeña, la que cultivó con frecuencia con sus hermanos, los pescadores de la taganga del alma, le permitió pensar la ruta del sancocho nacional como una forma eficaz de construir un tratado paz, sobre el que se erigió la Constitución Nacional.
La Bogotá Humana jalonó la más amplia movilización social, cultural y artística por la Paz. Durante cuatro años consecutivos el Alcalde Mayor Gustavo Petro, convoco multitudinarias manifestaciones populares, el 9 de abril, convertido en el día nacional de las víctimas, que se constituyeron en el gran aliento de los diálogos de paz entre el gobierno nacional y las FARC. No menos de 3 millones de bogotanos, a lo largo de los 4 años, desfilaron por las principales vías de la Capital, participando con sus coros, consignas y comparsas del gran Mandato Colombiano por la Paz.
Hoy, los resultados de ese empeño histórico de la administración distrital están a la vista, el diálogo entre el gobierno del Presidente Juan Manuel Santos y la guerrilla de las Farc llegó a un punto de no retorno. Esperando de igual modo que la mesa de diálogo por la paz, entre el gobierno nacional y el Ejército de Liberación Nacional ELN, sea instalada cuanto antes
Estamos convencidos en la Bogotá Humana que finalizar la guerra es una tarea imperiosa para construir la paz y fortalecer la democracia. Firmada la paz entre el gobierno nacional y las FARC y el ELN, se debe iniciar el capítulo central en la construcción de la Paz negociada, el periodo del postconflicto, bajo los estándares de la verdad, como pieza principal de la justicia, la reparación a las millones de víctimas y la voluntad nacional de NO repetición.
3. La justicia climática como complemento de la justicia social
En el segundo semestre de 2015, la noticia la constituye la sequía que golpea sin pausa a toda la región Caribe de Colombia, especialmente al departamento de la guajira donde los niños Wayuu deben sufrir una aguda e insoportable sed; a la par de esta tragedia humanitaria, se habla de la necesidad de racionar el agua potable en varios municipios de Cundinamarca. Como si lo anterior fuese de poca monta, el estudio nacional de agua de 2015, indica que el 66% de los colombianos podrían estar en riesgo alto de desabastecimiento en condiciones hidrológicas secas; dato que se complementa con el informe ofrecido por el Instituto Nacional de salud, respecto a que el 41% de los colombianos no accede al derecho fundamental del agua potable, en virtud de la contaminación que afecta las aguas superficiales del país. Estas son las consecuencias devastadoras del cambio climático y el calentamiento global.
Como explicar la coexistencia de fenómenos naturales tan disimiles: En tanto que en algunos continentes la gente muere de sed, debido a sequias prolongadas y aumento desmesurado de temperaturas, a esa misma hora, en otro punto del planeta, cientos de miles de personas ven dramáticamente afectadas sus vidas, por los daños catastróficos causados por incontenibles inundaciones, provocadas a su vez por tormentosos inviernos. El cambio climático es hoy en día un fenómeno incuestionado e incuestionable, reconocido por los Estados Nacionales, diagnosticado por las múltiples cumbres sobre la tierra, acaecidas hasta la fecha, y sufrido por miles de millones de seres humanos a lo largo y ancho del mundo entero.
El cambio climático produce transformaciones en los eventos hidrológicos, tales como: intensificación de sequias, aumento desmedido de tormentas e inundaciones, incremento de episodios sísmicos como maremotos, terremotos, huracanes, avalanchas, entre otros. Las consecuencias humanas, sociales y económicas de estas disfuncionalidades naturales, generadas por razones antrópicas y, conocidas con pintorescos nombres como el fenómeno del niño o la niña, son asoladoras. Las víctimas mortales de las inclemencias del cambio climático en el mundo superan los cientos de miles; los damnificados provocados por esta misma razón se estiman en millones; los estragos causados a cosechas, al agua potable, a las infraestructuras urbanas, mobiliarios públicos son evidentes, verbi gracia, Haití, cuyos costos económicos son inconmensurables.
No se requiere ahondar en más argumentaciones o en mayores descripciones escatológicas, para comprender lo que aparece como evidente ante nuestros ojos. El planeta se encuentra en la peor de sus encrucijadas: O CAMBIAMOS O PERECEMOS.
El pensamiento crítico del mundo contemporáneo es consciente de la línea de riesgo en que esta la humanidad: rectificación o suicidio. Ese es el dilema ético del siglo XXI. Pero que debemos rectificar?, ahí está el quid del asunto, que fue lo que provoco esta iracundia de la naturaleza?. Sin duda, en la raíz de la respuesta se encuentra la necesidad de re-pensar el modelo de desarrollo actual, sustentado en el principio logo-céntrico del mercado.
A mi juicio, es indispensable revisar los componentes del sistema de producción industrial, movido por energías fósiles, causa principal del cambio climático. Una distribución de la riqueza basada en la inequidad: una inmensa minoría que consume la mayoría de los productos y servicios del mercado, mientras muchedumbres de menesterosos disputan las boronas que caen de las mesas opulentas. O mueren ahogados en los mares que antaño eran el preludio de ingreso a la cuna de los derechos humanos, hoy convertidos tristemente en la fosa común de los excluidos. Sí persiste la idea de preservar el carácter axiomático y religioso en la fe del mercado, induciéndonos a creer en la superioridad del oro sobre el paramo, del caucho sobre la selva, del petróleo sobre la llanura, del edificio sobre el cerro, en fin, de la codicia sobre la vida, el planeta estará condenado a un suicidio universal.
La Gobernanza Comunitaria del Agua, es el reconocimiento de la existencia de bienes, conocimientos, riquezas y valores que le son comunes a la especie humana; el carácter comunal de este patrimonio público, hace posible el desafío de re-crear a cada instante el complejo milagro de la vida en el planeta. Uno de esos bienes comunitarios es el agua, cuyo mayor atributo es el poder de la suavidad, en el que la tierra, soporta su firmeza.
La mayor virtud de la Bogotá Humana es la determinación de ponerse al frente de este desafío, su segundo eje así lo definió: un territorio que enfrenta el cambio climático y se ordena alrededor del agua. Optó por la vida de la ciudad, de la nación y de la tierra, al prescribir en forma categórica que el territorio se ordena a partir del Agua. No más urbanizaciones sepultando humedales, o depredando cerros, de allí que hagamos nuestra la causa, “Los Cerros orientales No se Venden”; no más asentamientos humanos en las rondas de los ríos de la Capital; no más obras públicas faraónicas que sacrifiquen ecosistemas estratégicos urbanos.
El agua es la vida misma, por ello la vida de Bogotá se ordena a partir del agua, de su historia, su memoria y su sabiduría.
La acción de la Bogotá Humana en torno al segundo eje de su plan de desarrollo es contundente: en primer lugar realizó un cambio estructural en el modelo de aseo, sustituyendo el modelo anacrónico del enterramiento de las basuras, que impacta negativamente la tierra, el agua y el aíre, por el del aprovechamiento de los residuos, con su programa Basura Cero, amable con la vida del planeta. A la fecha, los recicladores y el programa Bogotá Basura Cero, reciclan 40 mil toneladas de residuos que ya no se entierran en el relleno sanitario de doña Juana.
En segundo lugar las Alcaldías Locales, a través de los Fondos de Desarrollo Local, invirtieron en la recuperación y fortalecimiento de la Red de Humedales para la Biodiversidad, de la cual hacen parte: Torca-Guaymaral, la Conejera, Córdoba, Juan Amarillo, Jaboque, Santa María del Lago, Salitre, Capellanía, Meandro del Say, el Burro, la Vaca, Techo, el Burrito, Tibanica, la Isla, la Libélula, la Mosca y el Colibrí, una cifra aproximada a 35 mil millones de pesos.
En tercer lugar los Fondos de Desarrollo Local, invirtieron en la recuperación de 57 kilómetros de quebradas, ríos y canales una cifra aproximada a 18 mil millones de pesos. Entre las quebradas recuperadas encontramos, entre otras: Aguas Calientes, Puente Piedra, Morací, San Cristóbal, Cerro Sur y Patiño, las Delicias, Pardo Rubio, la Sureña, Verejones, San Camilo, la Seca, Hoya del Ramo, Arrayanal, Chuniza, Río Mugroso, Río Curubital, Olarte, Medianía, El Piojo, Curí, San Pedrina, la Salitrosa, Arzobispo, Fucha, Comuneros, Río Seco, Padre Jesús, Mochón del Diablo y San Bruno, Chiguaza, Limas, La Trompetica, Peñas coloradas y La Honda.