Colombia es como una de las democracias más antiguas del continente, como así le dicen los gringos, quienes siempre disfrazan las dictaduras de derecha con eufemismos, como gobierno legítmo, democrático, libre y que lucha por los derechos humanos. Pero los que hemos crecido en Colombia sabemos que realmente aquí tenemos una dictadura y una bien consolidada, que ha logrado introducir un engañoso discurso con el que disfraza el totalitarismo de derecha como democracia.
Ya dejémonos de eufemismos, así como ese cínico de Duque llama homicidios colectivos a las más atroces masacres, así también la derecha, defendiendo lo indefendible, llama democracia al derramamiento de sangre que siempre hemos visto desde el nacimiento de la república. Y es que Colombia no tiene democracia, nadie puede llamar democracia a una forma de gobierno que se ha consolidado en el poder a través de vínculos con paramilitares y narcos.
Es hora de desenmascarar el lenguaje pretencioso de la derecha, ese mismo que habla de "buenos muertos", que no reconoce masacres, que piensa que estar secuestrado es estar feliz y campante en una finca de 1500 hectáreas, que propició que la gente saliera a votar berraca y que con el término "castrochavista" asustó a media Colombia; un lenguaje que se ha introducido no solo a través de las mentiras y de las fake news, sino también de las balas. Es que en esencia ese es el mejor lenguaje que habla la derecha colombiana, la violencia, porque, como diría ese famoso uribista por la séptima, "plomo es lo que hay".
El lenguaje de la violencia es el único que habla la dirigencia de este país y es al que nos quieren conducir por medio de las masacres de jóvenes, líderes sociales y mujeres, y la arremetida paramilitar, que es otro eufemismo que nos metieron, la tal "justicia y paz" del gobierno del "secuestrado". Ya basta, no queremos seguir viviendo en la dictadura, es la hora del cambio y de una verdadera democracia para el pueblo, para los campesinos, para los jóvenes y para las mujeres. Queremos un país en paz, pero mientras gobierne la ultraderecha, la paz será nuestro paraíso perdido