La incursión de la Inteligencia Artificial (IA) en la ciencia, fue la gran ganadora de los Nobel 2024. Previamente, uno de los laureados -el padrino de ese mentefacto-, había declarado que, mientras las máquinas superan nuestra capacidad, seguimos desaprovechando o desvirtuando nuestro potencial.
Extinguiendo la poca humanidad que nos queda, en los comicios nos comportamos como “idiotas útiles”. Así mismo, reforzando el fraude social, los abogados moldean las mentiras que declaran sus protegidos ante los mundanos “carteles de la toga”. Por extensión de ese clientelismo, las cortes y las «ia» fallan de manera tan arbitraria que otorgan libertad condicional o mansión por cárcel a perpetradores como Pinocho.
Ahora que la IA puede superar en pruebas a «ciegas» a esos «desequilibrados» legisladores y jueces, que nos mantienen contra la «espada» y la pared, deberíamos mejorar cuanto menos la eficiencia del Estado sustituyendo a dichos agentes de la «injustic-IA».
Me gradué como ingeniero de sistemas, donde conocí la mecánica del software, aunque la curiosidad me desvió hacia la exploración de las cuestiones filosóficas y epistemológicas del procesamiento exhaustivo, la evaluación de comandos y el aprendizaje polímata, además de los ruidos que introducen nuestra comunicación, interpretación de casos de uso y validación de requerimientos.
Respecto a la ética, a propósito de la conducción autónoma, anteriormente he expuesto algunos dilemas experimentales para identificar nuestra Máquina Moral (moralmachine.net). Sin embargo, el sistema educativo continúa evadiendo desde la apropiación de los principios, como el “Conózcase a Sí Mismo”, hasta los fines de la especificación de cálculos utilitarios, para sacar de las sombras a tantas alternativas que permitirían reconocer, dignificar y beneficiar al menos a casi todas las personas.
Esos vacíos reforzaron la disfunción social, pues las jerarquías de valores permanecen conflictuadas entre lo que exigen nuestras disonantes expectativas, y la antinomia de aquello que impone la corrompida conformidad.
Considere estos escenarios, desafortunadamente normalizados, que parecen extraídos de “Los Miserables”: 1. Si nadie le contrata y tampoco clasifica para recibir subsidios, además de delinquir, ¿cuáles opciones tendría para subsistir? 2. Idealizando el contrato social, con esfuerzo se graduó; si el mercado laboral le ofrece máximo 1 salario mínimo, que es insuficiente para saldar sus necesidades básicas, además de la comisión de alguna estafa, ¿cómo podría materializar la ilusión de la prosperidad?
Desvirtuamos la meritocracia, su intención y administración de consecuencias, y esa sesgada herencia la justificamos reproduciendo técnicas estadísticas que también están amañadas. Ahora, modernos Gepetto alucinan y dan vida a Pinochos sofisticados, que fueron entrenados para convertirse en expertos mentirosos, cual desalmado tecnócrata que “mueve los hilos invisibles” jugando a opinar, formular promesas electorales o manipular el poder.
Incomprensible, Colombia parece una “caja negra” que opera en “piloto automático”. Incorporar IA permitiría realizar cálculos de «Fuerza Bruta» para buscar, combinar y probar todas las posibles opciones, habilitando genuinas elecciones mediante una democracia diseñada, analizada y optimizada por computadora.