El miércoles anterior se produjeron disturbios en la Universidad Nacional sede Bogotá, que fueron difundidos por algunos medios de comunicación. Lo llamativo de esta ocasión no fueron las pedreas en la 26 contra algunos policías y vehículos, cuestión que por antigua y repetida pasó a convertirse en un elemento más del paisaje urbano, sin llegar a afectar en lo más mínimo al régimen político o al sistema capitalista, pese a la voluntad de sus autores.
Lo que ameritó el despliegue en los medios fue que estos disturbios tuvieron origen en una docena de encapuchados que previamente, en la plaza Che Guevara del alma mater, tras producir ruido con el lanzamiento de unas papas bombas contra el piso, optó por declararse en una alocución furiosa, como las verdaderas Farc-EP, que condenaban el proceso de paz y los Acuerdos de La Habana, así como al nuevo partido político nacido de tales acontecimientos.
Recuerdo que tras una de las pedreas más grandes en la Nacional, en 1976, en rechazo a la presencia de Henry Kissinger, Secretario de Estado de USA, el gobierno de López Michelsen cerró la Universidad por 6 meses, y que luego de reabrirla, un par de meses después, otra pedrea fue el pretexto para un nuevo cierre de dos meses. En los años 80 se agregó a estas el empleo de armas de fuego, lo que dio al traste finalmente con las residencias universitarias y la cafetería.
No se necesita ser suspicaz para encontrar una confluencia de intereses, entre un Estado interesado en aplicar políticas privatizadoras contra la educación pública, y ciertos sectores extremos que con sus acciones brindan el pretexto para implementarlas con algún respaldo de la opinión nacional. Si en la ultraderecha hay voces enardecidas clamando por hacer trizas los Acuerdos y acabar con el partido FARC, esos encapuchados les caen de perlas.
Afirmaciones infundadas de Noticias 1 en la televisión nacional,
según las cuales nuestro partido se halla dividido entre las líneas
de Iván Márquez y El Paisa y las de Timochenko y Carlos Antonio Lozada
Igual que las afirmaciones infundadas de Noticias 1 en la televisión nacional, según las cuales nuestro partido se halla dividido entre las líneas de Iván Márquez y El Paisa y las de Timochenko y Carlos Antonio Lozada, hasta el punto de que Timo propondrá en el próximo Consejo Nacional de los Comunes la expulsión del partido de los dos primeros. Tan falso es esto último que uno no sabe si llenarse de rabia, reír o sorprenderse por el descaro de la información.
Lo que yo conozco, como integrante de la comisión accidental organizadora del próximo Consejo, es que incluso se acordó, a propuesta del presidente del partido de la rosa, solicitarles a los camaradas que no asistirán por una u otra razón, que envíen sus posiciones por escrito al Consejo, para considerarlas y analizarlas con espíritu fraternal.
Mal hacen los medios en avivar semejantes consejas. Probablemente ni en nuestro país, ni en ningún otro lugar del mundo, puede evitarse la repentina aparición de grupos minúsculos, que se cubren el rostro con capuchas para asegurar demenciales caprichos. Sucede en todas partes, como los que creen en brujas, extraterrestres y reencarnaciones.
Jacobo Arenas nos enseñó que “Los alzados en armas no hacen la guerra por la guerra, sino que obligados por las circunstancias han tenido que enfrentar armas con armas, pero ese no puede ser el destino de toda una nación”. Alfonso Cano lo dijo a su manera en Caracas, como vocero de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, que iniciaba conversaciones de paz con el gobierno de César Gaviria en 1991:
“Asistimos a la iniciación de estos diálogos, con la voluntad de contribuir al entendimiento civilizado entre los colombianos, y convencidos de la necesidad de convenir salidas colectivamente elaboradas, que puedan despejarle un camino cierto a nuestra patria y enrumbarla hacia la paz”. En su declaración de mayo de 1983, que llevó el título de ¡Los alzados sí queremos la paz!, el Secretariado Nacional de las Farc aseguró:
…Estamos dispuestos a conversar el tiempo que sea necesario, en dirección a la búsqueda de salidas a la crisis que afecta a la sociedad colombiana. En esa búsqueda de nuestra parte, no habrá obstáculos. Queremos la paz y luchamos por ella… Nosotros hemos condenado y condenamos toda forma de terrorismo. Procedemos así guiados por principios revolucionarios. El terrorismo lo practican las fuerzas reaccionarias, jamás las fuerzas revolucionarias.
En momentos en que el pueblo colombiano, con enormes espacios de masas conquistados tras los Acuerdos de Paz, prepara su lucha unitaria contra la muy posible embestida de los sectores de ultraderecha en el poder, en defensa de la paz y la democracia, tras haber logrado detener un sangriento conflicto de 53 años, hablar de traiciones y conspiraciones en el nuevo partido e incitar a la renovación de lucha armada, son delirios que sólo pueden alegrar a Uribe y a su corte.
Como dijo Alfonso Cano en Caracas: “Estamos buscando puntos comunes que nos permitan salir de la situación, ahí vamos”.