De nuevo volvemos a la tensión que las elecciones producen, con un país polarizado, un abstencionismo de más del 60%, una desconfianza entre los universitarios del 70% frente a los partidos políticos convencionales, paros esporádicos, y apatía total de gran parte del pueblo colombiano a las decisiones del gobierno. Es el desencanto total de cualquier discurso político.
Son casi 30 los precandidatos presidenciales, de los cuales 26 han entrado a la contienda sin partido político, pues está de “moda” ser candidato independiente. Bien jugado, ya que los partidos convencionales carecen de credibilidad en el colectivo; inician campaña política antes de, contando con el votante desde el primer momento; pero esto se presta también para que esta batalla electoral sea más bien algo personal que algo colectivo. Difícil es pensar que seguirán solos. De hecho, es bien sabido que para llegar a palacio es necesario construir alianzas, del mismo modo que una base sólida debe de representarlos: ¿quiénes son?, ¿qué planes piensan desarrollar?, ¿qué linealidades suponen seguir? Las suyas personales, ellos contra el mundo democratizando sus ideas personales, la perdida de la construcción colectiva de la política. Eso es una farsa, ¿Qué presidente llega a palacio sin armarse de partidarios de partidos políticos? Si no fuese no tendría sentido su trabajo, pues nada podría legislarse, por lo tanto pensar que ellos van por sí mismos y que siempre seguirán de esta manera es un razonamiento muy errado.
El caso de Vargas Llegas, quien fue jefe del que hasta ahora había sido su partido Cambio Radical, le ha dejado de lado seguramente por los 44 casos de parapolítica, entre muchas más investigaciones por corrupción. O Claudia López quien se dio cuenta que tenía más oportunidad de llegar a presidencia yéndose sola, que con el apoyo de su partido Alianza Verde, el cual poco público tiene. Oportunas salidas.
De cualquier manera, el motivo de este artículo no es evidenciar la falta de respeto que estos precandidatos cometen con el pueblo colombiano, los movimientos sucios que estos comenten, probablemente de esto se hable en otros artículos. La leguleyada ya está hecha, pues echa la ley.
Otro punto importante para llegar a palacio es el apoyo de un gran político, alguien de peso que avale la candidatura. De esto bien conoce nuestro actual presidente, quien fue elegido en su primer período gracias a la imposición de manos hecha por Álvaro Uribe, pero que después “traicionó” al iniciar un proceso de reconciliación con las extremas izquierdas “los enemigos del país”. Realmente ¿Álvaro Uribe fue traicionado por Juan Manuel Santos? Y si es así, ¿es este un buen truco para llegar a ser presidente? Los políticos en Colombia y sus estrategias para tomarse el poder o seguir con él, no paran de ser sorprendentes.
El 29 de agosto del año en curso Francisco Santos sorprendió en Twitter con una serie de trinos en contra de quien ha sido su mentor, y del cual ha sido mano derecha, Álvaro Uribe Vélez. En los trinos publicados por el primo del actual presidente, dice que la corrupción en la justicia colombiana debe de acabarse, comenzando por su cabecilla Álvaro Uribe. Resulta extraño este cambio de actitud, siendo que además de haber sido el vicepresidente de Uribe durante sus dos períodos presidenciales es uno de los mayores críticos del actual gobierno que dirige su primo. Además, es sorprendente que uno de los más grandes militantes del Centro Democrático creé controversia en redes sociales con su cambio de posición. José Obdulio una vez comentó que quien fuese elegido como candidato presidencial debería tener humildad y subordinación ante Álvaro Uribe, pues este era el jefe.
Si observamos detenidamente los logros del gobierno de Juan Manuel Santos notaremos que no es diferente de los de su predecesor, lo que realmente cambió fueron las dinámicas de ejecución de este, porque hasta las formas para retener el poder fueron las mismas.
La subida de Uribe al poder se da después del descontento colectivo tras las fallidas negociaciones entre la guerrilla y el gobierno de Andrés Pastrana, que concluyó en la zona de despeje del Cauguán. El descontento mediático hizo propicia su subida pues su discurso anti-fariano y personal hizo que la gente lo viese como la mejor opción para acabar con ese problema. Uribe buscó la recuperación de la confianza inversionista extranjera, que logró gracias al arrinconamiento a las FARC-EP, realizado durante los dos períodos de su gobierno. No acabó por completo con estas, pero las dispersó y redujo bastante: el golpe a Raúl Reyes en el bombardeo en la frontera con Ecuador y su posterior ruptura de relaciones; la baja a Jorge Briceño en frontera con Venezuela; la arremetida contra los “malos vecinos”; la muerte de Alfonso Cano, entre otros golpes dados, mientras Juan Manuel Santos era Ministro de Defensa. El diálogo popular y cohesión social de los consejos comunales dejaron al país en gran parte contento, aunque cometió bastantes errores, pues su radicalismo y encubrimiento crearon también grandes brechas entre parte del pueblo y él. Buscó su segunda reelección, pero al ver que no lo podría lograr Juan Manuel Santos era su As bajo la Manga.
Santos subió al poder con la bendición de “el mejor presidente que ha tenido el país” (dicho por este al recibir la banda presidencial el 7 de agosto de 2010). Luego de esto, inició lo que Uribe llamó la “traición”, pues Santos buscó la reconciliación con los antes “malos vecinos” y también se dedicó a perseguir un tratado de paz con las FARC-EP, “los enemigos de la nación”. En efecto, logró firmar la paz. Sin embargo, no se puede negar que esto estuvo influenciado por el debilitamiento que obtuvo el anterior gobierno. Santos no arregla los problemas yendo al sitio y hablando con la gente, delega funciones. Esto ya no es descentralizado como en el gobierno anterior, se dirige desde la capital del país. El fin de la guerrilla fariana, pero con solución diplomática, finiquita en una recuperación de la inversión extrajera. Se convierte en un estado austero, como el que Uribe propone. Sus proyectos son los mismos, pero solucionados desde otra perspectiva. Al final, podría decirse que es la continuación del plan inicial de Uribe, no al contrario. Habría que ahondar más en el tema, pero para esta publicación tendré que quedarme corto, con esto.
Entró a palacio siendo fiel seguidor para luego convertirse en el traidor; sin embargo, el fin es el mismo. Hoy Francisco Santos dice que su Trino fue tergiversado debido a un error en la puntuación de este. No obstante, anda muy callado viajando por Colombia reuniéndose con víctimas y juventudes de todas las latitudes del país, dialogando con ellas, buscando soluciones a lo que a ellos les aqueja; puede que sea esta una nueva estrategia. Si a priori me atrevo a decir que en el gobierno de Santos, Uribe siempre estuvo involucrado y que sus peleas no fueron más que bombas mediáticas, pues no pasaban de un cruce de trinos por Twitter, que la “traición” solo fue una pantomima para la ejecución del ¿fin? del plan inicial que no pudo él mismo culminar, pues no fue aprobada su reelección; diría entonces que Uribe lleva 16 años en el poder. Si ese es el juego nada raro tendría que Francisco se lance independiente a buscar firmas, o ya las esté encontrando, y traicione a Uribe, o no él precisamente, pero sí otro. Si recordamos, Vargas Lleras hizo parte de la disidencia Liberal que apoyó a Uribe en su primera candidatura, en fin.
Me recuerda al libro de Mario Vargas Llosa Las fiestas del chivo, donde el dictador de República Dominicana Rafael Trujillo sale de su mandato, pues es un hombre democrático, no pierde el poder, pone testaferros presidenciales, en ese caso todo el país lo sabe. Acá no, Uribe ha sabido bien mover sus fichas y todo el país se ha dejado hipnotizar por bombas mediáticas (nada nuevo), mientras como en el libro del colombiano Álvaro Salom Becerra “al pueblo nunca le toca”. Los enemigos en la política toman whisky en el Jockey Club. Francisco Santos será la ficha que ahora traiciona. “Confunde y reinarás”, reza el dicho popular.
Al escribir esto solo puedo preguntarme si sobreestimo a Uribe, pues pienso que nadie que le haya traicionado enserio está feliz de la vida. Con seguridad puedo decir que el hombre sabe moverse, entiende bien lo que está haciendo, eso es un hecho. ¿Sobreestimo a Uribe o he vislumbrado un poco de su juego?