Muchas personas viven a menudo una actitud de victimismo que no les deja crecer. Es curioso porque esta autocompasión se puede arraigar profundamente e influenciar las relaciones con los demás. Todas las personas tendrían que estar muy atentas para no herir la susceptibilidad del victimista y una sola mirada es suficiente para que este individuo entre en una crisis de proporciones incontrolables.
Esta situación puede ser muy dolorosa tanto para la persona victimista como para quienes están a sus alrededores. Para quien tiene dicho comportamiento el problema está principalmente en la exposición al sufrimiento, a sentirse triste, maltratado, deprimido, avergonzado. Por lo tanto, sería muy importante identificar de donde proviene esa actitud y si es algo realmente difícil buscar ayuda profesional. Un buen psicólogo podría sacarle de una espiral de dolor.
Pero, así como se vive el victimismo a nivel personal, estamos viviendo con una serie de grupos sociales que mantienen en una actitud victimista tan fuerte que no se permite a nadie decir algo para poder sacarles de ahí.
Me pregunto, ¿si una persona fue víctima en algún momento eso la exime de ser victimario en el futuro?, ¿si alguien ha sido víctima de cualquier situación significa que a partir de ese momento se convierte en un ser perfecto que no comete errores y no hace daño absolutamente a nadie?, ¿si un grupo social fue víctima en determinado momento adquiere una inmunidad completa frente a cualquier tipo de cuestionamiento? Porque eso sucede hoy en día: nadie puede cuestionar a quien ha sido víctima.
Por ejemplo, Garavito sufrió de maltrato físico por parte de su padre y de otras personas y también sufrió de abuso sexual. ¿Justifica ese sufrimiento que lo convierte en víctima todo su comportamiento delictivo posterior? Imposible. Quizás eso puede ayudar a comprender su comportamiento, pero no a aceptarlo. Por algo está en la cárcel.
En este sentido, ¿es normal que, por ser indígena, pertenecer a la comunidad LGBT, ser afro o pertenecer a cualquier otra minoría, se tolere todo lo que estos grupos quieran hacer e imponer en el país? ¿Es que por haber sido pobre o ambientalista se puede gastar el dinero público en plumas de ganso y luego justificarse en el victimismo? Tampoco.
Es importante destacar que nadie duda de que muchas de las reivindicaciones que buscan las minorías son justas. Y que no necesitan ser mayoría para defenderlas y mientras sean justas deberían aceptarse, acogerse. Pero lo importante es que no se aproveche esa condición de víctima o de minoría para justificar todo tipo de solicitudes e imposiciones y menos las que no tienen suficiente fundamento o ni siquiera son reales. No se puede utilizar una situación victimizante para la imposición política totalitaria de una ideología. Eso no se puede tolerar.
Pareciera que ahora la estrategia para poder imponer un capricho personal ante toda una nación es el victimismo fortalecido en la asociación de las minorías. Ya no sirve para nada pensar en el bien de la mayoría o en la verdad, en lo que es bueno, correcto, adecuado. Ahora lo importante es asociarse en grupos de 30 personas y desde ahí obligar a todos los demás a hacer lo que estas personas quieren para que sus sentimientos no se vean heridos, independientemente de lo subjetivas que puedan ser sus posturas.
Aquí no vale la razón, no valen los argumentos, no valen los hechos, la reflexión, no vale nada. Solo valen los sentimientos. Impera la dictadura de lo emocional. Los sentimientos que muchas veces no tienen control y son efímeros, son los que dirigen la sociedad pisoteando toda la historia y el conocimiento de miles de años.
No se puede negar el sufrimiento de quien es víctima del conflicto armado, víctima de abusos sexuales, víctima de discriminación. Pero, insisto, no se puede utilizar el hecho victimizante como justificación de caprichos personales o ideologías perversas. Hay que aprender a diferenciar entre quienes son realmente resilientes y desde su pasado doloroso quieren ayudar a los demás y quienes se aprovechan de eso para vivir cómodamente.
Otro caso que puede ayudar a ilustrar esto es el siguiente. Hace un tiempo conocí a una mujer que sufrió una historia muy dolorosa. Sin embargo, pudo sobreponerse ante lo que había vivido se dedicó a ser “líder” social. En algún momento le pregunté que si podía escribir sobre ella para compartir un poco de su historia con algunos amigos en España. Me dijo que sí, pero con el compromiso de que la llevara a conocer España. Primero, no tengo dinero.
Segundo, no era un artículo para una Agencia de Cooperación Internacional multimillonaria. Tercero, salta a la vista el interés personal antes que el social. ¿Realmente a eso se le puede llamar solidaridad, testimonio, resiliencia? Eso solo es oportunismo.
Hoy parece una moda que los grupos sociales se aprovechen de alguna situación, que exageren los acontecimientos, que se inventen cosas que no existen, que exploten el dolor de otros, con fines netamente lucrativos y de poder.
¿A dónde vamos a llegar? ¿Tenemos alternativas? ¿O los planteamientos de las minorías son una “verdad” absoluta e indiscutible?
Como alternativa me parece más interesante dar un vistazo a otras respuestas al sufrimiento. Un ejemplo de ello muy claro es Nelson Mandela, quien sufrió a fondo la persecución, discriminación, cárcel y sin embargo resurgió del dolor para ayudar a su nación. También se podría analizar la vida de Viktor Frankl; sobrevivió a los campos de concentración y nos dejó un legado psicológico admirable. Precisamente desde sus escritos se puede entender la diferencia entre el victimismo y el sentido de la vida.